Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.15 Jun 19 Marcos 16, 15 – 20
Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva
«Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.» Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.»
La Lectura de hoy es tan rica, tan maravillosa, que podríamos decir tantas cosas sobre ella…pero permítanme centrarme en un solo punto de este Evangelio: el envió a proclamar la Buena Nueva.
En los días de hoy, al menos en mi país, ya casi da vergüenza hablar de Dios, porque la gran mayoría de las personas lo asocia inmediatamente con esa Iglesia jerárquica, deshumanizada y responsable de tanto y tanto dolor… y, tal como algunos sacerdotes prefieren sacarse el cuello y vestir como un “ciudadano de a pie”, muchos preferimos escondernos en las capillas, en los lugares de oración, en las comunidades.
Nos avergonzamos o nos incomoda declarar que amamos y seguimos a Jesús, y es casi impensable evangelizar de pasada. Y, para mi parecer, nos vamos olvidando de a poco de nuestra fe y de quien nos la ha insuflado: Jesús de Nazareth.
Como ignorantes, en nuestro corazón también asociamos a nuestro Padre con un grupo de personas caídas, con edificios de oro y riquezas, con una jerarquía impenetrable, dejando de lado nuestras propias experiencias de vida, en comunidades que nos han acogido amorosamente, nos olvidamos de los sacerdotes y monjas que arriesgan su vida en lugares inhóspitos, en cárceles, y zonas contagiadas de peste, odio y rencor. Nos olvidamos de los jóvenes que peregrinan de madrugada para llegar a orar a una Santa adolescente. Nos olvidamos de los miles de mujeres y hombres que amorosos cuidan sus santuarios, abrazan a los que sufren, limpian al que se ha ensuciado, crían niños abandonados y miman a la adolescencia abusada.
Todos somos llamados a olvidarnos de la suciedad que parece rodear la sociedad (y por lo tanto a nuestra iglesia) y fijar los ojos en Jesús y su mensaje de amor.
Que tremenda responsabilidad la que tenemos todos¡ seguir proclamando la fe en tiempos difíciles, viviendo nosotros mismos esa fe.
Yo los insto a todos a que continuemos, a que nos volvamos a maravillar con las enseñanzas de Jesús, que nos contagiemos con tantas personas santas con las cuales nos topamos día a día viviendo el Evangelio y que escuchemos lo que nos dice el corazón, sobre esa loca y hermosa idea de amar a tu prójimo como a ti mismo.
Hay tanto por hacer, y de verdad debemos creer que expulsaremos demonios, tal vez abrazando más; hablaremos lenguas nuevas, esa del amor que hemos olvidado; y podremos sanar enfermos, de esos del alma, de soledad y de tristeza, si tan solo los miramos con cariño, los abrazamos fuerte y honestamente, y los acogemos dentro de nuestras vidas.
Vayan, vayan¡¡¡, afuera hay millones de hermanos que necesitan de nosotros, dispuestos a recibirnos, porque lo único que haremos es colaborar con el Señor y amar.