Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
02 Ene 08
Juan 1, 19-28
En medio de ustedes hay uno que no conocen
Este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén para preguntarle: « ¿Quién eres tú?» Juan lo declaró y no ocultó la verdad: «Yo no soy el Mesías.» Le preguntaron: « ¿Quién eres, entonces? ¿Elías?» Contestó: «No lo soy.» Le dijeron: « ¿Eres el Profeta?» Contestó: «No.» Entonces le dijeron: « ¿Quién eres, entonces? Pues tenemos que llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?» Juan contestó: «Yo soy, como dijo el profeta Isaías, la voz que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor.» Los enviados eran del grupo de los fariseos, y le hicieron otra pregunta: « ¿Por qué bautizas entonces, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?» Les contestó Juan: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno a quien ustedes no conocen, y aunque viene detrás de mí, yo no soy digno de soltarle la correa de su sandalia.» Esto sucedió en Betabará, al otro lado del río Jordán, donde Juan bautizaba.
Ya durante el prólogo de su Evangelio, Juan nos dice que Juan el Bautista vino para ser testigo (en griego “mártir”) de la luz, para que todos pudiéramos creer en Cristo (Jn 1,7) y el Evangelio que se nos presenta hoy sigue con el mismo tema: el testimonio del Bautista.
Para comprender mejor este texto, es importante fijarnos en quiénes son los que interrogan a Juan: son sacerdotes y levitas que vienen de Jerusalén, son del partido de los fariseos… forman parte de una comisión enviada por los “judíos, que en Juan designan a las autoridades contrarias a Jesús. Y vienen de Jerusalén, lugar donde finalmente Jesús dará su testimonio (martiria). El diálogo entre Juan y estos hombres de Jerusalén es un interrogatorio hostil, donde una pregunta sigue a la otra para probar si Juan tiene la fortaleza que necesita un testigo.
A la primera pregunta sobre quién es él, Juan responde más bien quién no es: niega enfáticamente ser el Mesías esperado, luego niega ser Elías, cuyo regreso se esperaba como predecesor del Mesías y finalmente niega ser “el profeta”, aludido en Dt 18,15 como sucesor de Moisés.
Ante una nueva pregunta, finalmente Juan dice lo que sí es, aludiendo al profeta Isaías (Is 40,3). En el contexto de Isaías, el pueblo estaba en cautividad en Babilonia, y la visión de Isaías prometía un segundo éxodo con un ángel haciendo un camino derecho a través del desierto para permitir que los israelitas regresaran a su Tierra Prometida. Juan se define a sí mismo como aquél que prepara también el camino para que Dios llegue a su pueblo.
Los adversarios de Jesús siguen acosando a Juan y preguntan por su autoridad para bautizar judíos, una práctica generalmente reservada para los gentiles que se convertían al judaísmo. La respuesta de Juan indica que su bautismo es una preparación para la aparición del Mesías que está escondido, que ya está en medio de Israel y está por cumplir su tarea mesiánica. Un Mesías del que él no es “digno de desatar la correa del zapato” (v. 27), una tarea insignificante que solamente se requería de los esclavos, probablemente sólo de esclavos gentiles. Juan está diciendo que el grado de diferencia entre él y quien ya está en medio de ellos es más grande que el que está entre un maestro y el esclavo más bajo.
El texto de hoy es una invitación a ser valientes testigos de Aquél que se encuentra en medio de nosotros. Una llamada también a no retroceder ante los enviados de “Jerusalén” que insisten en seguir mirando el “templo”. Para encontrar al Mesías, hay que salir de Jerusalén, hay que dirigir la mirada fuera del templo y cambiar los horizontes. Para encontrar a Dios se requiere volver la mirada a nuestra realidad en lugar de buscar fuera de ella. Allí en el lugar menos esperado está el mensajero que trae la buena nueva de Dios a nuestro mundo.
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