Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
29 Dic 13
Juan 1, 29-34
“Este es el Cordero de Dios”
El día siguiente Juan vio a Jesús que venía a su encuentro, y exclamó: «Ahí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo. De él yo hablaba al decir: Detrás de mí viene un hombre que ya está delante de mí, porque era antes que yo. Yo no lo conocía, pero mi bautismo con agua y mi venida misma eran para él, para que se diera a conocer a Israel.» Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu bajar del cielo como una paloma y quedarse sobre él. Yo no lo conocía, pero Aquel que me envió a bautizar con agua, me dijo también: Verás al Espíritu bajar sobre aquél que ha de bautizar con el Espíritu Santo, y se quedará en él. Sí, yo lo he visto; y declaro que éste es el Elegido de Dios.»
El evangelista nos recrea esta semana con la experiencia vivida por Juan el Bautista durante el bautismo de Jesús al señalar: «He visto al Espíritu bajar del cielo como una paloma y quedarse sobre él», al comprobar que se ha cumplido lo que Dios ya le había anticipado (Aquel que me envió a bautizar…). Pero, más allá de ello, está el cumplimiento de la promesa de Dios de la llegada del Mesías, el hijo enviado para salvarnos como pueblo perdido y conducirnos al verdadero camino del bien. De ahí, su nombre en la Sagrada Escritura de “Emmanuel” que encontramos en el libro del profeta Isaías: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel” (Cap. 7 verso 14). Lo anterior lo leemos también en Mt. 1, 22-23, que dice: “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta: La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios-con-nosotros” (Mt. 1, 22-23).
Los invito a quedarnos en este significado: Dios está con nosotros a través de Jesús, hecho hombre, y llega para liberarnos y enseñarnos a encontrar la verdadera libertad, a soltarnos de las propias ataduras que nos esclavizan y nos llevan a la infelicidad, a la desdicha, a vivir en un mundo no deseado por el Señor: de disputas, injusticias, miserias, egoísmos, conflictos fratricidas, en circunstancia que todo ello podemos cambiarlo. Está en nuestras manos el cambiar el mundo y ello es lo que el Señor nos está señalando hoy.
Han pasado dos mil años y no hemos escuchado, no hemos visto o no hemos querido ver que la infelicidad del mundo es producto de nuestras actitudes, actos y/u omisiones. Estamos inmersos en un mundo que ha ido dejando a un lado a Dios, cediendo a las tentaciones del materialismo, utilitarismo e individualismo que nos atrae como los bellos y sensuales cantos de las sirenas, esas hermosas divinidades marinas de la mitología griega que hacían sucumbir a los marinos.
Estamos en los inicios del siglo XXI desde que Juan el Bautista nos dio su testimonio: “yo lo vi y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios”. Debemos despertar del cómodo letargo, atrevernos a decir a los que nos rodean que es necesario enmendar rumbo, ser coparticipe de la construcción del Reino de Dios bajo el espíritu testimonial de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Jesús el hijo de Dios, se sacrificó por nosotros, nos dio el más profundo ejemplo de amor en plenitud, no lo defraudemos, dejemos a un lado las tantas actitudes de hipocresía y máscaras que esconden ese corazón sensible, humanitario y abierto a la suerte de los demás que Dios nos dio y que queda encerrado al vestirnos cada día para nuestro quehacer cotidiano.
Toda vez que veamos que el pensamiento de Jesús, Emmanuel, es ofendido, sobrepasado por la actitud farisaica de acomodar la verdad al solo interés propio, seamos valientes, atrevámonos a declararnos públicamente como discípulos de Él, promoviendo la “buena nueva”. No dejemos nuestra vida “santa” sólo para cuando estamos en el Templo y/o en medio del pequeñísimo círculo familiar.
Así como afirmaba Juan el Bautista después de su encuentro con Cristo, así nos toca ahora a nosotros, dar testimonio de lo que hemos visto cambiar nuestras vidas porque hemos visto y sentido a Cristo entrar en nuestro corazón. Jesús necesita que el mundo lo reconozca y escuche. El anuncio de un mundo mejor con “Emmanuel” nos ofrece un camino y un compromiso, gracias a los cuales, la esperanza del cristianismo tiene sentido en este mundo, en que cada día Dios está ausente.
Invito a trabajar -en la medida de lo posible de cada uno- por la opción del cambio de rumbo pendiente desde hace dos mil años. Nuestra indiferencia y falta de compromiso no debe persistir. Hagamos oír la palabra de Dios proclamándola en el mundo hoy, en todos los lugares. Que nuestro silencio no sea cómplice del mal que perdura y corroe a nuestra sociedad.
No olvidar y hacerlo parte de nuestra vida el significado del nombre de Jesús, “Emmanuel”: Dios-con-nosotros.
Patricio nos llama a salir del letargo, lo que nos viene muy bien al comienzo del nuevo año. Ya es hora que tomemos en serio y con valentía la tarea del «Emmanuel»…afortunadamente veo signos claros de que así está siendo, con la actitud y disposición de nuestro nuevo Pontífice Papa Francisco. El está a la cabeza de esta nueva mirada, con el trabajo pendiente de hace mas de 2000 años; debemos seguir su ejemplo. Un abrazo a todos los lectores de nuestras cartillas y feliz 2014