Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
26 Abr 10
Juan 10, 1-10
«En verdad les digo: El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino que salta por algún otro lado, ése es un ladrón y un salteador. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El cuidador le abre y las ovejas escuchan su voz; llama por su nombre a cada una de sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas sus ovejas, empieza a caminar delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. A otro no lo seguirían, sino que huirían de él, porque no conocen la voz de los extraños.» Jesús usó esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Jesús, pues, tomó de nuevo la palabra: En verdad les digo que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido eran ladrones y malhechores, y las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento. El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir, mientras que yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud.
Al escribir la reflexión de este Evangelio, me encuentro coincidentemente en el extremo sur de Chile, en la Patagonia de “Última Esperanza”, en donde está la ganadería de ovejas. Diariamente los vehículos deben detenerse en los caminos rurales para permitir a los pastores que crucen sus rebaños de ovejas los que ellos conducen para ingresarlos por los portones que ellos les han abierto al otro lado del camino. Es curioso, pero nadie reclama por esta espera de “tiempo perdido” -para algunos- pero la paciencia se agranda para observar la maravilla de esas creaturas juntas –hermosas y mansas- siguiendo las órdenes de sus pastores cuyas voces conocen y que las llevan a resguardarse del frío en las noches y en las mañanas las conducen a nuevas praderas ricas en verdes pastos. Es un espectáculo fascinante presenciar el trabajo de los pastores en el que tiempo parece detenerse.
En esa escena diaria y simple -de nuestro mundo en zonas rurales- aplicada a lo que nos relata hoy el Evangelio, puedo ver y comprender mejor las palabras de Jesús: Él, es el Pastor, es quien nos llama por nuestros nombres y nos abre la puerta para entrar a las nuevas praderas de su Reino para que así “tengamos verdadera vida y la tengamos en plenitud”.
¿Pero qué sucede hoy? La soberbia, el egoísmo y el fuerte individualismo no cesan de llamar al hombre y a la mujer de nuestra sociedad -exitista, materialista y consumista- con ensordecedores “cantos de sirenas”- que nos apartan o separan unos de otros, nos alejan del concepto de “comunidad” al que Jesús nos invita a compartir entre todos los bienes en una vida en común. Cada uno aporta lo que puede producir y cada uno retira lo suficiente de modo que así alcance para todos.
¿Pero que acontece? Se nos hace competir, luchar por derrotar al otro, ver en cada otro a un adversario más, lo mío es lo mío, nada le debo a los otros. Se dice: cada uno vale por lo que tiene o ha logrado por su propio esfuerzo sin considerar a los demás, el fin justica los medios; no se vale por lo que cada uno ha servido a los otros, el que vive así, es un tonto, un inútil al sistema que está fuera del juego de la vida.
En este escenario, lamentable por cierto y tan alejado a los deseos de Dios, pensemos por un instante que Jesús se presentase hoy y nos dijera: “Yo soy el Pastor que os abre la puerta, yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud”. ¿Cuál sería nuestra actitud, comprensión y reacción? ¿No es ceguera y/o sordera la que nos mantiene inmersos en un sistema de vida que en casi en todo no vemos a Jesús ni le prestamos debida atención? Nuestra atención está en otra dirección.
Nuestro mundo se ha olvidado de Dios y lo ha remplazado por un dios pagano, que es el “Mercado”, en el cual las ovejas, creaturas débiles pero muy alimenticias y productivas, son ahora los hombres y las mujeres “consumidores” todos, millares, millones, miles de millones anónimos que son guiadas por otros “pastores” o líderes en busca del ganancial fácil por senderos diferentes a sus reales necesidades, conducidos al “Mercado” para ser transados día a día y faenados al final por el desgate y edad a beneficios de unos pocos. Nuestro Gran Pastor, Jesús, observa y en cada momento, nos llama de miles de forma a volver a Él, pues es él quién nos tiene abierta la verdadera puerta de la plenitud. Lamentablemente estamos sordos… miramos para otro lado…
Nuestro Pastor está insatisfecho, pues lo hemos hecho mal, nos hemos alejado “del camino común hacia Dios”. Por ello, deseo recordar lo que en el año 1996, en el numeral 17, se lee en la Carta de los Provinciales Latinoamericanos de la Compañía de Jesús: «Queremos una sociedad donde toda persona pueda acceder a los bienes y servicios que se merece por haber sido llamada a compartir un camino común hacia Dios. No reclamamos la sociedad de bienestar, de las satisfacciones materiales ilimitadas, sino una sociedad justa, donde nadie quede excluido del trabajo y del acceso a bienes fundamentales para la realización personal, como la educación, la nutrición, la salud, el hogar y la seguridad».
¡Qué esperamos para cruzar la puerta que diariamente nos abre Jesús e invitar también nosotros a todos a cuantos podemos llegar!
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