Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
30 Mar 12
Juan 10, 31-42
Entonces los judíos tomaron de nuevo piedras para tirárselas. Jesús les dijo: «He hecho delante de ustedes muchas obras hermosas que procedían del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?» Los judíos respondieron: «No te apedreamos por algo hermoso que hayas hecho, sino por insultar a Dios; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.» Jesús les contestó: « ¿No está escrito en la Ley de ustedes: Yo he dicho que son dioses? No se puede cambiar la Escritura, y en ese lugar llama dioses a los que recibieron esta palabra de Dios. Y yo, que fui consagrado y enviado al mundo por el Padre, ¿estaría insultando a Dios al decir que soy el Hijo de Dios? Si yo no hago las obras del Padre, no me crean. Pero si las hago, si no me creen a mí, crean a esas obras, para que sepan y reconozcan que el Padre está en mí y yo en el Padre.» Otra vez quisieron llevarlo preso, pero Jesús se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba al principio, y se quedó allí. Mucha gente acudió a él, y decían: «Juan no hizo ninguna señal milagrosa, pero todo lo que dijo de éste era verdad.» Y muchos creyeron en él en ese lugar.
Ciertamente esta parte del Evangelio de Juan es de gran riqueza y muy importante para los creyentes en la persona de Jesús, que siendo hombre por voluntad de Dios, lo fue como Hijo de Dios. Los teólogos y eruditos de la Biblia nos han entregado y nos seguirán entregando profundas explicaciones y reflexiones que, para muchos -como yo-, pasan por el lado como la punta de un iceberg, bajo el cual hay un volumen o magnitud de masa de agua insospechada.
En palabras simples, Jesús revela su identidad no solo “haciendo las bellas obras de su Padre”, sino afirmando en forma clara, precisa, sin ambigüedades, su condición divina. Ello, es la fe, clave de todo creyente. “La fe es ante todo una adhesión personal y libre del hombre a Dios, no solo es creer en Dios y tener “fe” de su existencia, además de creer en su existencia, necesariamente hay que aceptar libremente toda la verdad que Dios nos ha revelado” (yo podría a quien citas). Nada podemos avanzar en nuestro camino si no es siguiendo a Jesús.
El hombre que busca a Dios, lo encuentra. Ello es una experiencia de una vivencia personal mía. Lo busqué por muchos lugares. Deambulé erradamente fruto de una equivocada educación o formación religiosa centrada más en la historia y en la forma, en ritos, en oraciones repetidas de memoria con una imagen de un Dios castigador. Pero ese dios era sólo una creación de los hombres formados en el rigor de la disciplina del miedo. El Dios mío, el de todos, el único y verdadero, estaba en mí y no había sabido reconocerlo. Experiencia que cambió mi vida a los 43 años.
Los invito a leer un extracto del Evangelio de Juan 14: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí… Si me conocen a mí, también conocerán al Padre… El que me ve a mí ve al Padre…. El que crea en mí, hará las mismas obras que yo hago … En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho”.
El padre Alberto Hurtado (jesuita, Santo de la Iglesia chilena) escribió al respecto: «He venido»: he hecho un viaje… un viaje real, larguísimo. De lo finito a lo infinito, viaje tan largo que escandaliza a los sabios, que desconcierta a los filósofos ¡Lo infinito a lo finito!, ¡lo eterno a lo temporal! ¿Dios a la criatura? Sí, ¡así es!…»Yo he venido» por el hombre. La única razón de ese viaje: el hombre.¿(dónde se cierra la cita?)
Los invito a cerrar los ojos… a dejar que el silencio inunde nuestro espíritu, dejarse llevar por el llamado de Jesús a su camino, entregarse a Él con plenitud de confianza, y verán que un calorcito empezará a invadirlos. Momento, en que iniciaremos una conversación personal, diciendo: “Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”…
Amigo, amiga que hoy lees esta reflexión: Que te acompañe el gozo de sentirte unido a Dios-Padre, sin complicarte, afanarte con tantas preguntas sobre las cuales no tendrás respuestas satisfactorias ni orando diariamente hacia arriba repitiendo sin pensar lo que no es tuyo. Te abraza un simple laico cristiano que comprobó la validez de la milenaria reflexión: “Con fe no hay preguntas; sin fe no hay respuestas».
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