Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
11 Abr 14
Juan 10, 31 – 42
Intentaron detenerlo, pero se les escabulló de las manos
Entonces los judíos tomaron de nuevo piedras para tirárselas. Jesús les dijo: «He hecho delante de ustedes muchas obras hermosas que procedían del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?» Los judíos respondieron: «No te apedreamos por algo hermoso que hayas hecho, sino por insultar a Dios; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.» Jesús les contestó: « ¿No está escrito en la Ley de ustedes: Yo he dicho que son dioses? No se puede cambiar la Escritura, y en ese lugar llama dioses a los que recibieron esta palabra de Dios. Y yo, que fui consagrado y enviado al mundo por el Padre, ¿estaría insultando a Dios al decir que soy el Hijo de Dios? Si yo no hago las obras del Padre, no me crean. Pero si las hago, si no me creen a mí, crean a esas obras, para que sepan y reconozcan que el Padre está en mí y yo en el Padre.» Otra vez quisieron llevarlo preso, pero Jesús se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba al principio, y se quedó allí. Mucha gente acudió a él, y decían: «Juan no hizo ninguna señal milagrosa, pero todo lo que dijo de éste era verdad.» Y muchos creyeron en él en ese lugar.
“¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?», es la gran pregunta que nos plantea Jesús, ayer y hoy. Los judíos no creían lo que decía, por lo que cogieron piedras para lapidarlo como era la costumbre de la época. No ha cambiado mucho el panorama en estos dos milenios. Nos sigue envolviendo la duda frente a lo que nos plantea Jesús en el mundo de hoy, se borra de las agendas, de las instituciones. Hoy la manera de expresar la violencia y la agresión de las masas se hace más eficiente por la comunicación instantánea de las redes sociales.
¿Creemos verdaderamente lo que nos dice Jesús? Es una pregunta que comparto con ustedes porque me asalta la duda día a día. La fe no es una idea, es la adhesión a Cristo, es la respuesta al amor de Dios que se hizo hombre y llegó al extremo de dar la vida por nosotros. Pronto vamos a conmemorar una vez más su muerte y su resurrección y en este paso debemos reflexionar en cuanto a su sacrificio por nosotros.
Benedicto XVI, sabio pontífice, nos enseña ¿Qué significa creer hoy en día?»¿Tiene sentido la fe en un mundo donde la ciencia y la tecnología han abierto nuevos horizontes hasta hace poco impensables? «La fe es un don de Dios, pero también es un acto profundamente humano y libre”.
Debemos alimentarla a diario con las vivencias, la meditación y la búsqueda de sentido en nuestro día a día. A veces me parece que la sociedad marcha “por vis a tergo”, y el tiempo pasa sin advertencia. Nuestro país, pese al bienestar económico, no se puede definir “como un país feliz”. El Papa emérito insiste: «El hombre de hoy no parece ser verdaderamente más libre, más humano, permanecen todavía muchas formas de explotación, de manipulación, de violencia, de opresión, de injusticia”. Nos falta algo sustancial, la búsqueda de la esencia de las cosas y no el brillo de las carcasas. En su carta a los Hebreos 11:1 San Pablo dice lo siguiente: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Jesús ha traído una revolución al mundo para que cambie; eso es intolerable a los que manejan el poder y practican el individualismo. Todo colisiona contra la fraternidad que EL nos enseña, un mundo que ha matado al Hijo de Dios y a sus valientes seguidores a lo largo de la historia universal, como mártires del holocausto Judío, Martin Luther King , Gandhi, Monseñor Óscar Romero, entre otros. Aun así el mundo está vivo y busca.
La Madre Teresa de Calcuta nos ilumina diciendo: “El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz.
En este tiempo preparatorio para una nueva Pascua, los invito a reflexionar esta idea: El centro de nuestra fe no es un lugar. Es una persona que se llama Jesús. ¿Creo en Él o recojo piedras para lapidarlo nuevamente?
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