Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
01 Abr 17
Juan 10, 31-42
Intentaron detenerlo pero se les escabulló de las manos
«Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?». Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses? Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿Cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: «Yo soy Hijo de Dios»? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre». Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: «Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad». Y en ese lugar muchos creyeron en él.»
Este es uno de los textos en que Juan acentúan la tensión dramática entre la revelación progresiva que Jesús hace del misterio y, por otro, la cerrazón progresiva de parte de los judíos que se vuelven cada vez más impenetrables al mensaje de Jesús. Esta manera que Juan tiene de presentar el conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas no es sólo algo que aconteció en el pasado. Es un espejo de lo que acontece hoy. Algunas personas se transforman en bombas vivas y matan a otros en nombre de Dios y nosotros los miembros de las tres religiones del Dios de Abrahán, (judíos, cristianos y musulmanes), nos condenamos y nos enfrentamos mutuamente, a lo largo de la historia. La cuaresma es un tiempo importante para pararse y preguntarse cuál es la imagen de Dios que habita en mí ser.
Lo que más me llama la atención de este texto son las palabras de Jesús: “Ustedes son dioses”. Tiempo atrás, un conferencista, que no recuerdo su nombre, nos escandalizó con la misma frase. Todos aprendimos desde niño, que habíamos sido creados a imagen y semejanza de Dios, pero de ahí a que fueramos dioses nos parecía una tremenda diferencia. Quizas, ignorantes de las Escrituras, no contábamos con que la Biblia llama dioses a todos a quienes se le dirige la palabra de Dios -y la Escritura no puede fallar- a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, a todo quien trabaja en la obra de Dios es considerado dios (y lo subrayo, “con minúscula”, porque no me la creo).
Las palabras de Juan introducen en la dinámica de la fe la relación entre la persona humana, (todos nosotros), y la persona de Jesús, donde el Padre juega un papel decisivo. El Papa Francisco dice. “No basta encontrar a Jesús para creer en Él, no basta leer la Biblia, el Evangelio, eso es importante, pero no basta.
Muchas personas estuvieron en estrecho contacto con Jesús y no le creyeron, también lo despreciaron y condenaron. Esto sucedió porque su corazón estaba cerrado a la acción del Espíritu de Dios. Y si uno tiene el corazón cerrado, la fe no entra. En cambio la fe, que es como una semilla, florece cuando nos dejamos “atraer” por el Padre hacia Jesús, y “vamos a Él” con ánimo abierto, con corazón abierto, sin prejuicios; nosotros somos una simple herramienta en sus manos. La humildad nos ayuda a no llenarnos de soberbia, que es creer que todo lo que hacemos lo hacemos con nuestras propias fuerzas.
El Evangelio que comentamos (Jn 10:31-42) se da luego que Jesús en el atrio del Templo de Jerusalén, se equipara al Padre Dios, al exponer que el Padre y Él son Uno. No nos debería parecer extraña la actitud de los fariseos, porque que un hombre como ellos se declare el Hijo de Dios. Por cierto que debe haber sido difícil aceptarlo. Lo que nos debería asombrar de los fariseos es la forma cómo estaban viviendo. Era tanto su orgullo que ya no defendían la doctrina que enseñaban sino la fama y el honor que habían logrado hasta entonces. La humanidad no parece haber cambiado tanto en veinte siglos. Tenemos enquistado en nuestro ser el orgullo, la fama y el honor. En creernos “dioses”, pero no por las palabras de la Biblia, sino por sentirnos que somos superiores y que podemos lograrlo todo por nuestros propios méritos, porque tenemos el corazón lleno de nuestro YO endiosado. Porque al haberlo dejado engordar demasiado, no hay lugar para Jesús.
Isabel Margarita Garcés de Wallis
¡Que bonitas palabras! nos hemos endiosados, estamos llenos de orgullos que no nos dejan ver el misterio tan simple, tan sencillo, no vemos la maravilla porque estamos tan llenos de pecado que no sabemos cuales son (hablo por mí), comulgamos sin temblar de emoción, sin agradecimiento, nos vamos para nuestras casas a los nuestros sin que que el corazón se quede ardiendo……y le clavamos espinas de ingratitud al Señor de la vida, al que hizo la vida el Yo soy, que nos dió el ser, el que se humillo al extremo. No somos humildes, por eso no vemos, no oramos. Somos testigos flacos, por eso no nos creen, se notan mas nuestros pecados que el Dios vivo que habita en nosotros…….¡Tenemos tanto que hacer para ser un poquito como María que en su humildad, sencillez, sin orgullo, veía todo claro…..¡Que el Señor se apiade de nosotros los católicos para que nunca nos creamos salvados!