Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
11 Ene 19
Juan 1,1-18
La palabra de Dios se hizo hombre
«En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba ante Dios en el principio. Por Ella se hizo todo, y nada llegó a ser sin Ella. Lo que fue hecho tenía vida en ella, y para los hombres la vida era luz. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron.
Vino un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino para dar testimonio, como testigo de la luz, para que todos creyeran por él. Aunque no fuera él la luz, le tocaba dar testimonio de la luz. Ella era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre, y llegaba al mundo. Ya estaba en el mundo, este mundo que se hizo por Ella, o por El, este mundo que no lo recibió. Vino a su propia casa, y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les dio capacidad para ser hijos de Dios. Al creer en su Nombre han nacido, no de sangre alguna ni por ley de la carne, ni por voluntad de hombre, sino que han nacido de Dios.
Y la Palabra se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria: la Gloria que recibe del Padre el Hijo único, en él todo era don amoroso y verdad. Juan dio testimonio de él; dijo muy fuerte: «De él yo hablaba al decir: el que ha venido detrás de mí, ya está delante de mí, porque era antes que yo.» De su plenitud hemos recibido todos, y cada don amoroso preparaba otro. Por medio de Moisés hemos recibido la Ley, pero la verdad y el don amoroso nos llegó por medio de Jesucristo. Nadie ha visto a Dios jamás, pero Dios-Hijo único nos lo dio a conocer; él está en el seno del Padre y nos lo dio a conocer.»
Sí consideramos a Dios como la fuente de Amor infinito y perpetuo, de dimensiones y confines inconmensurables que podemos percibir en la bondad, la “buena voluntad” de los hombres, en la misericordia, la compasión, la generosidad y en toda virtud humana; lo podremos concebir también, como el impulsor de secuencias infinitas y evolutivas que dirigen el curso del universo y de nuestras diminutas vidas inmersas en él, entonces, le llamaremos “Creador”
También, este Amor infinito es forjador y fortalecedor de grandes espíritus, haciéndolos fuertes aún en la desventura.
Él, hace alianza con la belleza en todas sus formas; con los colores, con la armonía, con los movimientos, especialmente, con las relaciones amorosas entre los humanos; las filiales, las de parejas, pero principalmente con las fraternas, porque todos conformamos la misma humanidad y cada uno es un engranaje en la cadena misteriosa de la vida en la tierra e ínfimas partes del macrocosmos. Viéndolo de esta manera, nadie está demás en el rol que cumple cada ser humano en la historia del universo.
Juan habla de la infinitud de Dios, de la fuerza motora en la creación de la luz y la sombra, y del Amor perenne transmitido a los hombres a través de Jesús.
Jesús, en su revolucionario mensaje para un medio como el de hace dos mil años, propuso un pensamiento algo insolente y contra las estructuras de poder judías y romanas; tan ligadas a las “alianzas” entre lo divino y lo cotidiano, lo místico y lo prosaico; en el cual les era imposible cuestionarse el papel del ser humano como especie compartida y se sometían a la tiranía de los poderes terrenales; y aunque suene anacrónico, de alguna manera, el hombre sigue apegado a estos y continúa aferrándose a este degradante vínculo, haciendo víctimas a millones de personas hasta nuestros días.
Me permitiré en esta ocasión contarles algo que me pasó en una comunidad poblacional de mujeres a la que pertenezco, pregunté ¿Quién es Dios o Qué es Dios para ustedes?, una de ellas, a pesar de su soledad, escasa escolaridad y pobreza, me contestó: Dios, es algo que llevo dentro de mí, que me hace feliz, que siento y percibo todos los días, que puedo compartir y regalar; entonces entendí porque ella siempre sonríe, agradece todo y se emociona con las más simples cosas y momentos.
Así creo, que el Amor Infinito y Perpetuo (Dios) es fuerza generadora de “buena voluntad” entre los hombres, que se percibe por el corazón humano…, además, Jesús ya así lo anunció. La pregunta que surge inmediata a esta afirmación es: ¿Por qué los hombres se niegan a alojar en sus corazones la bondad y el amor, la construcción y no la destrucción, la verdad y no la falsedad, la justicia y la generosidad?
Estimados lectores, no tengo una respuesta precisa para esto, pero creo que todos de alguna manera podemos intuirla; una vez más, como en los tiempos de Jesús, las ansias de poder del hombre sobre el dominio de sus pares corrompe el espíritu humano, el que según nuestras creencias es lo único que sobrevivirá tras el breve paso por este mundo. Es más, en millones de años nuestro sol se apagará y lo que conocemos hasta ahora se volverá polvo de estrellas, y quién sabe, sí en el itinerario secuencial del universo, volvamos algún día a formar parte de otra estrella u otra “dimensión sin tiempo ni espacio”. Me quedo con la esperanza de prevalecer en ésta última, a través de mi espíritu consagrado al Verbo, es decir, al Amor infinito.
Entonces, cuando se acaban los días del año, hay que renovar este compromiso con el “Amor” para con la humanidad, de este modo, sumarnos en un cambio real para nuestros tiempos y los que vendrán. ¿Utopía? ¡tal vez! Pero sin utopía, no nos queda nada, ni siquiera una esperanza…
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