Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
24 Mar 18
Juan 11, 45-57
Para reunir a los hijos de Dios dispersos
En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.» Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.» Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente con los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos. Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban: «¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?» Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
Los Fariseos determinan matar a Jesús, por orden de Caifás, Sumo Sacerdote; la razón: no podían someter su institucionalidad a la amenaza de destrucción de su lugar santo y nación, por los romanos.
Una vez más en la historia, el miedo, poderosa arma de la maldad, hace al hombre actuar contra la Verdad, la Inocencia y la Justicia.
En estos últimos siglos, la injustica de la guerra ha adoptado las formas más crueles y mortíferas, dado que grandes naciones ven sus poderes amenazados; entonces, levantan la abominable espada de la crueldad para extirpar las entrañas de la vida y la razón de seres humanos, que muchas veces no se enteran cual es la real causa de su sufrimiento. Miedo a perder la supremacía sobre tierras, combustibles y sobre el mazo del mundo, que se transfiere en una ruleta fatal a través de apuestas brutales, que no son más que el destino de pequeños y pobres países.
El motivo para acabar con Jesús y darle muerte a este “profeta”, radicaba principalmente en su Palabra revolucionaria, a través de la cual se empeñaba en cambiar las cosas. Para ellos, la paz y el amor que preconizaba este galileo eran ideas que amenazaban su sistema de vida y costumbres, las que se habían ido constituyendo con el paso de los siglos, desde el patriarca Abraham. Los Fariseos no se permitían escuchar, no se daban la oportunidad para el perdón y la redención; el cumplimiento de sus leyes era implacable. La “Verdad” y la “Justicia” perdían importancia ante la rigurosidad de la ley.
El 19 de enero vino a mi país el Papa Francisco; la respuesta de Chile a su visita fue más bien pobre en cuanto a las expectativas con que se le esperaba. La adhesión a la Iglesia Católica ha bajado considerablemente entre nuestros compatriotas, en relación al devoto Chile de antaño. Lo más triste fue, al menos para mí, que en el Templo Votivo de Maipú, donde millones de jóvenes llenarían de regocijo, colores, cánticos y pancartas el extenso recinto, para hacer un grandioso recibimiento al Pontífice, la convocatoria quedó reducida a unos cuantos cientos de chicos, que en realidad, para ser honesta, tampoco escatimaron en entusiasmo, ni en sana alegría propia de sus años juveniles.
Una de las causas de este descontento de los chilenos, manifiesto en el frío recibimiento al Papa, tal vez – y digo sólo tal vez, pues me siento incapaz de hacer un justo juicio de la situación – se debió al “miedo por parte del clero nacional a enfrentar la Verdad y la Justicia, por creer amenazada su Institucionalidad”; esto como consecuencia a los numerosos casos de pedofilia y abusos sexuales, por parte de sacerdotes chilenos (y no chilenos, pero que ejercen en el país) y el encubrimiento de estos alevosos crímenes por parte de algunos obispos.
Como resultado de esto, el Papa después de “exigir pruebas”, envió a Monseñor Chicluna, obispo Maltés, para una investigación a fondo, recibir, oír a las víctimas e informar sobre esta realidad al Vaticano, oportunidad que les fue negada por muchos años.
Para Cristo, la “Verdad” y la consecuencia con el evangelio, bases de la Cristiandad, están por sobre la institucionalidad de la Iglesia. Entonces, nos toca ¡Defenderles!, con la vehemencia y la pasión que la verdad y la justicia nos convocan, con los predicamentos Socráticos de la virtud y la mayéutica, “Dar a Luz la Verdad”.
Si los representantes de la iglesia más grande, tienen libertad para cometer acciones propias de Satanás, cómo es violación a niños, por quién estamos siendo guiados, Dios es el único y Jesús el camino para llegar a el.solo debemos guardar sus mandamientos.
Esta bien una de las causas del enfriamiento sería la que mencionas, pero otra que a mi juicio tiene mas valor, es que hemos perdido la fe de nuestros abuelos, nos hemos mundanizado, del 60 o 70% de los católicos, solo un porcentaje menor va a misa regularmente, (creo que el 20%). Los errores de un ínfima mayoría de sacerdotes, que hacen ruido para todos los buenos no son la causa de nuestra débil fé, ¿Si no vamos a misa, si no rezamos como nuestros abuelos, si no rezamos en familia, si no rezamos individualmente, menos los haremos por los sacerdotes?. Es el juego del maligno entretenernos, mantenernos ocupados, cansados, sin silencios, por que en esos momentos nos habla y hablamos con el Creador-Redentor. Es el juego del demonio que no hayan sacerdotes, sin sacerdotes no hay ostia consagrada, no hay cristianos que comulguen y CRISTIFIQUEN el país y el mundo
.
Desgraciadamente, el mundo cambia y la humanidad evoluciona. Jamás se volverá a las prácticas de nuestros abuelos, independientemente de nuestro amor a Dios y nuestra profunda fe en él.
Nuestra Iglesia ha cometido errores y como parte de esta debemos enfrentarlos, asumirlos y enmendarlos, Cristo es Amor infinito, pero también es Verdad y Justicia; si no somos capaces de visualizar esto, no somos fieles a la sagrada Palabra de Nuestro Señor Jesucristo.