Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
28 Mar 15
Juan 12, 1 – 11
“Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Allí lo invitaron a una cena. Marta servía y Lázaro estaba entre los invitados. María, pues, tomó una libra de un perfume muy caro, hecho de nardo puro, le ungió los pies a Jesús y luego se los secó con sus cabellos, mientras la casa se llenaba del olor del perfume. Judas Iscariote, el discípulo que iba a entregar a Jesús, dijo: «Ese perfume se podría haber vendido en trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres.» En realidad no le importaban los pobres, sino que era un ladrón, y como estaba encargado de la bolsa común, se llevaba lo que echaban en ella. Pero Jesús dijo: «Déjala, pues lo tenía reservado para el día de mi entierro. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.»
Ese texto del cuarto evangelio nos presenta inúmeras posibilidades de comentarios. Son varios personajes y distintas situaciones y actitudes. Por ello tomaremos algunos pocos aspectos que me tocan el corazón y la mente.
Hay dos protagonistas y dos antagonistas: Jesús y María de un lado, Judas y fariseos del otro. Judas es presentado como mentiroso y cínico, los fariseos decididos a matar a Jesús y a Lázaro porque su reanimación llevaba muchos judíos a seguir a Cristo.
No olvidemos que por algunos años después de la muerte-resurrección de Jesús, sus discípulos/as todavía se consideraban judíos y frecuentaban la sinagoga; incluso Santiago encontraba que para bautizarse se debería circuncidar antes. Por lo tanto, cuando el evangelio de Juan es escrito los seguidores de Jesucristo ya estaban separados de los judíos y sufrían persecuciones.
Algo muy comentado es la frase de Jesús de que pobres siempre los habrá, lo que no quita todo lo que predicaba antes, sino que algo más precioso había ocurrido: la gratuidad del gesto de María, que nos dice de la gratuidad del amor/misericordia de Dios.
María tiene un rol muy importante pues reconoce que Jesús es el Mesías cuando hace la unción con el mejor perfume, unción que se debía a los reyes – y el Mesías que sería uno de ellos de otra forma tal vez también lo merecía, y a los muertos, premonición que sentía ella pues Jesús se acercaba a Jerusalén donde sería perseguido, como todos se imaginaban.
Jesús va a camino de Jerusalén no para cumplir un destino predeterminado, sino para cumplir su misión sin miedo, o con miedo pero con la seguridad y la fuerza interior de que debería hacerlo: anunciar sin treguas el Reino de Dios y Su misericordia, aunque ello desagradara a los poderosos. Él los enfrentaría con su fe inquebrantable. Jesús también presiente que no hay otra salida que la muerte y decide que vale la pena sacrificarse por algo mucho más verdadero y grandioso.
Hay que nombrar a dos personas más que significan mucho para Jesús y por eso él se queda en Betania antes de irse a Jerusalén: Lázaro y Marta. Jesús, como cualquiera uno de nosotros, necesita a sus amigos más íntimos, más llegados, con quienes tiene más confianza y cariño, quienes lo apoyarían y confortarían, como suelen hacer los verdaderos amigos en momentos cruciales, definitivos para bien o para tragedia. Jesús necesitaba y mucho a Lázaro y a Marta.
Jesús sólo llora en los evangelios dos veces: una sobre Jerusalén (Lc. 19, 41) y cuando muere su amigo Lázaro (Jn. 11, 35) – “Jesús lloró”. No podía perder a ese amigo y lo revive. Ahora de nuevo va en búsqueda de su amparo. Marta era su amiga predilecta, con quien conversaba. Ella no era una dueña de casa solamente, es la interlocutora privilegiada y la primera persona a reconocer su condición de Mesías, hijo de Dios (Jn. 11, 27).
No olvidemos que todo eso fue escrito muchos años después de la vida-muerte-resurrección de Jesús, el Cristo.
Que sepamos vivir la gratuidad del amor de Dios como María, que sepamos ser amigos para los amigos como Lázaro e interlocutores de Jesús como Marta. Amén.
En la obra de María Valvorta, «Poema del Hombre Dios» se nos revela con claridad que esta María de Betania, es María Magdalena hermana de Lázaro, quien estuvo perdida en su pecado por tanto tiempo hasta que el Señor la sanó y recompensó sus sufrimientos y lágrimas al hacerla primera en conocer de su resurrección.
No creo que haya alguna mujer, después de su Santa Madre, que haya querido y sufrido tan humanamente por el Señor
Yo rogaría a ella para aprender a compadecernos y comprender los sufrimientos del Señor
Estimado Rodrigo. No conozco la obra de María Valvorta que citas, pero estudios serios del Nuevo Testamento aseguran lo contrario: María de Magdala (Magdalena) y María de Betania (hermana de Lázaro y Marta) son dos personas distintas.
Una confusión adicional se da con la pecadora anónima que unge a Jesús en los pies, que frecuentemente es confundida con María Magdalena (Lc 7,36-64).
María de Magdala era una mujer de la que Jesús expulsó siete demonios, lo que era considerado signo de enfermedad y no pecado, y que acompañaba a Jesús y le servía con sus bienes (Lc 8,2)
Hago mías las palabras y el comentario de la Sra. Corina Varela, gran teóloga y estudiosa de la Biblia. También soy graduada en Teología en la Pontificia Universidad Católica de Rio con master en Teología Bíblica y no conozco tampoco la obra mencionada por usted, con todo respeto.
Discúlpeme entonces, pero entendí en esa obra que María Magdalena era hermana de Làzaro (que en su infancia la llamaban Miri con cariño) y ellos sufrían por su vida equivocada pero el Señor la sanó en una largo proceso. En esa obra hay relatos muy interesantes y extensos dedicados a la conversión de María Magdalena que no ofenden al evangelio, mas bien elevan la figura del Señor en su vida pública junto a su santísima Madre
En este sentido, también son muy reveladores los escritos de catherine emerich