Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
08 Abr 17
Juan 13, 1-15
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle. Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía. Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos; y luego se los secaba con la toalla que se había atado. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: « ¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?» Jesús le contestó: «Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde.» Pedro replicó: «Jamás me lavarás los pies.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo.» Entonces Pedro le dijo: «Señor, lávame no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.» Jesús le dijo: «El que se ha bañado, está completamente limpio y le basta lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos.» Jesús sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos ustedes están limpios.» Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: « ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo.
Hace unos meses atrás, junto a mi esposa y una querida amiga, tuvimos la gran experiencia de peregrinar por Galilea y Jerusalén. Sentimos la enorme sequedad y el polvo de ese territorio desértico de palmas y olivos, por donde se movía Jesús con sus discípulos. En ese entonces las personas calzaban sandalias abiertas, que acumulaban la suciedad de la ruta y de los desechos animales. El agua era escasa. En estas largas caminatas se les ensuciaban mucho los pies, y el lavado era una costumbre que se llevaba a cabo cuando llegaban a su destino. Esta tarea poco agradable estaba destinada a los siervos de menor nivel. Este conmovedor trozo del evangelio de Juan es conocido por algunos estudiosos como el testamento de Jesús, en el que presenta las últimas instrucciones dejadas a sus discípulos por medio del acto del lavamiento de sus pies antes de su muerte. Estas palabras tienen la fuerza trascendental porque simbolizan toda la misión que debe cumplir la Iglesia en el mundo.
Dice el Papa Benedicto XVI: “Al mirar en retrospectiva al conjunto del capítulo sobre el lavatorio de los pies, podemos decir que, en este gesto de humildad, en el cual se hace visible la totalidad del servicio de Jesús en la vida y la muerte, el Señor está ante nosotros como el siervo de Dios; como Aquel que se ha hecho siervo por nosotros, que carga con nuestro peso, dándonos así la verdadera pureza, la capacidad de acercarnos a Dios”. (Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret, segunda parte, p. 31).
El relato de Juan sobre el acto del lavado de pies, nos pone de manifiesto el modelo de discípulo que Jesús espera de sus discípulos. Más allá de esperar ser servidos, los seguidores de Jesús deben estar dispuestos a servir. En nuestro medio actual hay un mal entendido sobre humildad y el servicio. Se asocia a ser una persona “apocada”, ingenua y algunos hablan de “servilismo” como un defecto peyorativo de quien lo practica. No se entiende el mensaje de Jesús en el mundo moderno. Quien actúa según los preceptos del Señor, junto con provocar irritación, tiende una sombra de sospecha: ¿“dónde estará la trampita”?, “debe tener una segunda intención”. Se promueven falsos actos de caridad con mucha cobertura de prensa, para que se destaquen. En las contadas ocasiones en que el hombre se muestra dispuesto al servicio, lamentablemente se queda en los discursos de campañas políticas para objetivos de ganar adeptos a su causa de poder o económica (las intenciones nunca se cumplen en la medida de lo prometido).
Hay que promover una “revolución del servicio”, tenemos que re-encantar a esta sociedad que se ha acomodado en los recodos del materialismo, de los vicios y la corrupción pública y privada. Que extraordinario sería que de las cúpulas de los que dominan todos los sistemas políticos, económicos, científicos y religiosos, descendieran a la realidad, a lavar la cara de los niños pobres, a dar cucharadas de comida en la boca de los ancianos solos y postrados, a abrazar a los tristes, a tomar la pala junto a los trabajadores del campo y la ciudad. Con este ejemplo todos se sumarían a la tarea.
Queridos amigos, en el momento que finaliza este tiempo de Cuaresma, los invito a renovar vuestro compromiso de servicio con la persona humana; pongámonos la toalla al cinto para lavar, curar, secar y perfumar tantos pies heridos de nuestros hermanos que nos rodean, dejemos nuestra auto-complacencia y vamos a la tarea que nos dejó nuestro amado Señor, que nunca nos abandona, que nos alienta, que ha vencido a la muerte y que es la única causa de nuestra alegría.
Me da mucha tristeza,nuestra sociedad está mas preocupada de servirse que de servir.
Han olvidado por completo lo que Jesús nos enseñara.Se pueden ver familias completas que son servidas,han olvidado el gesto grandioso del amor al otro.
Será bueno comenzar de nuevo sirviendo, amando al otro mi hermano