Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
25 Mar 13
Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle. Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía. Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos; y luego se los secaba con la toalla que se había atado. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: « ¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?» Jesús le contestó: «Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde.» Pedro replicó: «Jamás me lavarás los pies.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo.» Entonces Pedro le dijo: «Señor, lávame no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.» Jesús le dijo: «El que se ha bañado, está completamente limpio y le basta lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos.» Jesús sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos ustedes están limpios.» Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: « ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo.
Al reflexionar sobre esta lectura, creo necesario que tengamos presente que de acuerdo a la costumbre de la época, el lavado de pies era un servicio propio de los esclavos y/o de las mujeres (en una cultura machista se consideraba a éstas inferior a los hombres), como también, era una acción de servicio que se hacía a los huéspedes y amigos cuando ingresaban a la casa y/o antes de cenar.
¿Qué hace Jesús? Sabiendo que estaba próximo a su muerte de entregar su vida en un acto testimonial “humano” de plenitud de amor hasta tal extremo-, hace lo contrario. Él lava los pies y lo hace después de la cena. Hay pues, una ruptura con la tradición, una señal clara de cambios, un mundo nuevo que exponer: de humildad, servicio y entrega. No tenemos aquí solo palabras, sino un hecho de vida testimonial: “Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como yo lo he hecho”. Veamos en el mundo de hoy, ¿Cuál es la actitud de nosotros los cristianos católico que predicamos, anunciamos, prometemos pero no practicamos?
Los seguidores de Jesús, religiosos y laicos, debemos cambiar nuestras actitudes y encarnarnos en la complejidad y deshumanización del mundo “moderno” en que hoy vivimos. Nuestra Iglesia, “ecclesĭa”, palabra cuyo origen se remonta al vocablo griego que significa “asamblea”, nos recuerda que todos somos parte de ella y todos estamos convocados y reunidos con la misión de llevar la palabra y el mensaje salvador del Señor a todos -sin distinción alguna-, a misionar con testimonios de vida, con nuestro espíritu y alma limpios en la verdad y la justicia. Jesús dice: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia (ecclesĭa)”. Por ello, para que nuestras comunidades puedan ser verdaderamente cristiana, debemos buscar y esforzarnos por hacer lo mismo que Jesús: «lavarnos mutuamente los pies», no por educación o simple higiene, sino como acción de servir por amor, con humildad limpiarnos de nuestras faltas que nos alejan de Dios.
En una Iglesia, en cuyo pasado tenemos tanto que condenar y aun en el presente subsisten graves defectos humanos, en que se expone el lujo en un mundo que tiene millones de pobres, en que hay una cúspide eclesial en que faltan testimonios de humildad y en un gran sector de laicos afortunados faltan testimonios de espíritu fraterno y misericordioso, ¡cuán lejos estamos de lo que Jesús nos muestra en esta lectura del lavado de los pies!
Hecha las consideraciones anteriores, creo que en estos días tenemos la oportunidad para agradecer al Espíritu Santo habernos dado el primer Papa americano, Francisco de la orden jesuita, el que desde ahora es responsable de asumir la dirección de nuestra Iglesia en momentos que tantos católicos –laicos y laicas y religiosos y religiosas- clamábamos por cambios en ella acordes a los signos de los tiempos. Tengamos presente que la orden jesuita de Francisco, profesa tres votos que hoy en día son vitales para la vida religiosa y testimonio de vida de coherencia con el espíritu de Jesús: obediencia, pobreza y castidad.
Finalmente, deseo hacer solo dos menciones. La primera: Francisco, antes de dar la primera bendición, dio ejemplo de humildad al pedir la bendición de las miles de personas que siguieron su aparición -por primera vez como el nuevo Papa- en la Plaza de San Pedro del Vaticano al decir: “Antes de que yo los bendiga, les pido un favor, quiero que me den su bendición. Quiero que las personas bendigan al obispo de Roma”. La segunda, cuando al día siguiente, en forma pública ante un multitudinario encuentro con los más de seis mil periodistas acreditados en el Vaticano, el Papa Francisco emitió un mensaje de humildad y pidió por una Iglesia dedicada a los más desposeídos, dijo: «La Iglesia, aunque es una institución humana, histórica, con todo lo que comporta, no tiene una naturaleza política, sino esencialmente espiritual: es el pueblo de Dios que camina hacia el encuentro con Jesús. Sólo en esa perspectiva se puede entender la obra de la Iglesia Católica», -agregó desearía «una Iglesia pobre y para los pobres”.
Signo de nuevos tiempos de una Iglesia que vuelve a sus raíces…
A raíz de algunas observaciones que me han hecho la omisión del cuarto voto de los jesuitas que es la obediencia al Papa, error involuntario que ahora rectifico, deseo hacer una breve reseña de esta Orden, extraída de wikipedia.
Es una orden religiosa de la Iglesia Católica fundad en 1540 por San Ignacio de Loyola. Los jesuitas profesan los tres votos normativos de la vida religiosa (obediencia, pobreza y castidad) y, además, un cuarto voto de obediencia al Papa, «circa misiones»
Una de las ideas claves para explicar el ideario ignaciano es su espiritualidad, entendida como una forma concreta de plasmar su seguimiento de Cristo y que fue desarrollada por San Ignacio en el libro de los Ejercicios Espirituales y se plasma también a lo largo de las Constituciones de la Compañía, de las cartas del Fundador y otros documentos de los primeros jesuitas. Se caracteriza, por el deseo expresado por San Ignacio de «buscar y encontrar a Dios en todas las cosas». Esto significa que es una espiritualidad vinculada a la vida, que invita a los que la siguen a levantar la mirada hacia la globalidad, pero aterrizando en lo concreto y lo cercano.
Implica un gran dinamismo, ya que obliga a estar siempre atentos a los nuevos retos y tratar de responder a ellos. Esto ha conducido a los jesuitas a realizar su trabajo, en muchas ocasiones, en las llamadas «fronteras», sean geográficas o culturales. Esta espiritualidad ha impregnado no sólo el estilo de los jesuitas, sino también de otras Congregaciones Religiosas y numerosos grupos de laicos.
Estimados amigos
Felicito al Pato por elegir y comentar esta lectura.
Nosotros los que nos decimos cristianos, tenemos muchos
defectos y limitaciones. Creo que esto ha sido así desde
mucho tiempo. Basta leer testimonios incluso, de siglos atrás.
Sin embargo, con los nuevos tiempos, con la mirada que se nos
ha enseñado respecto a la ciencia económica y sus objetivos,
el afán de tener más que ser, en fin, con tanta lacra en que nos
desenvolvemos, creo que la mayor de las desventuras y limitaciones
que nos marca hoy, es la falta de humildad.
Estamos entrando a una carrera por conquistar la presidencia de la
República. Creo que , al menos yo, hemos sido testigos de la creciente
falta de humildad de quienes nos gobiernan. Marcan sus logros solo desde
la perspectiva económica.