Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
18 May 19
Juan 13, 16-20
El que recibe a mi enviado me recibe a mí
Después de haber lavado los pies a los discípulos, Jesús les dijo:
«Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.
No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí.
Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy. Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió.»
Ser discípulo de Jesús es, al mismo tiempo un don y una tarea. El servicio, la humildad, la fraternidad tendrían que ser nuestras características principales. Sin embargo, cuanto nos falta. En este pasaje del evangelio, Jesús nos invita a ser fieles a su amor a no fallarle, como lo hizo Judas, que no creyó en el Hijo de Dios y prefirió el camino del egoísmo. Más allá de ser servidos, deberíamos estar dispuestos a servir.
En nuestro medio, la humildad y el servicio no están de moda. Estas características se asocian más a una persona apocada, incluso servil. A menudo se le busca “donde estará la trampita”.
En Chile, y discúlpenme por ser autorreferente, pero es tan grave lo que está pasando en nuestra Iglesia, que no podemos escondernos bajo el poncho.
Agunos meses atrás se supo de una denuncia grave de abuso sexual, de poder y de conciencia de un connotado sacerdote. Y seguido a este, de a poco vamos sabiendo que no es el único. Es válido preguntarse ¿QUE PASA?
Hay muchas respuestas. Entre otras, desde cosas que venían un poco impuestas desde el Derecho Canónico como la “cultura de encubrimiento”, la acumulación de poder, de notoriedad pública. Mucho se culpa al celibato, incluso a la soledad, a la búsqueda de afecto, o desengaño de su labor. Tampoco hay que dejar de lado la deficiente preparación de candidatos a la profesión religiosa.
Está claro que tenemos un tremendo problema que resolver. Hoy se habla de “otra Iglesia”, “otro sacerdocio”. Se piensa en un convenio de colaboración para mejorar el proceso penal respecto a la investigación y denuncia entre la Fiscalía y la Conferencia Episcopal, con el fin de elevar el estándar legal. Incluso de trabajo preventivo, pero eso no quita que, como laicos, nos queda un gran trabajo que hacer. Importa revisar nuestras actitudes, especialmente hacer un esfuerzo de apoyar a las personas que han sufrido abusos; de evitar las conversaciones superficiales que a nada conducen o la crítica no constructiva; mejorar las medidas de protección de las víctimas, incluyendo a los mayores de edad. Todos somos un poco culpables. Todos tenemos algún grado de responsabilidad.
La traición y la infidelidad son realidades muy presentes en nuestra debilidad humana. En este pasaje evangélico, Jesús nos invita a ser fieles a su amor, a no fallarle como lo hizo Judas, que prefirió el camino del egoísmo y del amor propio. Ser fiel a Jesucristo significa creer en El, especialmente cuando la debilidad asoma a nuestra puerta, fijándonos no tanto en nuestras caídas sino siendo constantes en la lucha.
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