Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
06 May 17
Juan 14, 1-6
“Yo soy el camino y la verdad y la vida”,
«No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, no os habría dicho que voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo esteis también vosotros. Y ya sabéis el camino adonde yo voy.» Le dijo Tomás: «Señor, no sabemos adónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?» Respondió Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.»
Este párrafo del Evangelio según Juan, nos entrega un potente mensaje de Jesús, quien lo enunció a manera de despedida a sus Apóstoles. Sin embargo, nos invita a la reflexión pues nos toca de manera personal a manera de saludo. Nos alienta a que no tengamos aturdido nuestro corazón ni sorpresa alguna por lo que ocurre a nuestro alrededor, sino que nuestra fe en Dios debe conducirnos a tener fe en Jesús, fe en sus palabras, fe en sus promesas. Específicamente, fe en su segunda venida, en la cual tenemos puesta nuestra esperanza para ir junto a Él al encuentro de Dios Padre. Bien, todo cristiano debe creer en esto,… pero, ¿a qué se refiere cuando nos dice que ‘sabemos el camino adonde Él va’?
Dar sentido personal a la respuesta de Jesús dada a Tomás se convierte en el centro de nuestro actuar como cristianos. Pues, si bien tenemos puesta nuestra esperanza en la segunda venida de Jesús, también sentimos en nuestro corazón el llamado de andar por donde nos guía Jesús, para acercarnos al Padre.
CAMINO: esta palabra nos plantea desafíos relacionados al destino de nuestra vida en su conjunto, nos da un propósito por el cual vivimos, nos permite tener firmeza en nuestras decisiones para avanzar hacia la realización plena de nosotros mismos. Quien no tiene un camino en la vida está perdido. El tener un camino en Jesús nos permite además tener un modelo de vida, un modelo de cómo ser y qué hacer ante las situaciones de la vida: ser y hacer como Jesús nos enseñó, ser para los demás y hacer para los demás. Esto define nuestra entrega hacia el prójimo con un sentido de solidaridad y justicia, pues no podríamos SER para los demás si nos apartamos del camino de Jesús. Por otra parte, nuestro andar tendría que tener un sentido de entrega y coherencia entre lo que pensamos y lo que hacemos, pues de otro modo no podríamos HACER algo de provecho para los demás.
VERDAD: esta palabra nos plantea una solución ante la dicotomía fundamental de nuestra creencia, al definir si ésta es verdadera o no. Se plantea como verdad única, pues Jesús es para nosotros “la” verdad, y no sólo un asunto verdadero entre otros. Si tenemos fe en esto, no deberíamos tener ningún temor respecto de nuestro futuro ni de nuestra existencia, ya que toda ella está en la certeza de fundamentarse en La Verdad.
VIDA: Esta palabra nos plantea más profundamente el propósito global de nuestra existencia, nos plantea una urgencia de sentirnos más útiles y plenos como individuos, con verdadera vida, para hacer de nuestra existencia algo más relevante que el hecho de “sobrevivir”. Pero esto, ¿por qué nos hace diferentes? Porque al tener vida en Cristo, tenemos la seguridad que nuestra existencia no concluye en la vida terrenal, que es en realidad un tránsito hacia una vida más plena, junto al Padre. Para nosotros por tanto, tener Vida equivale a tener fe, tener Vida equivale a amar a Dios, tener Vida equivale a amar al prójimo.
Esa es la fuerza de las palabras de Jesús, que nos provocan pasar de la reflexión a la acción entregándonos de manera solidaria, justa y coherente hacia nuestro prójimo. Por otra parte, no sólo Jesús nos dejó palabras potentes que deberían resonar en nosotros y guiarnos en nuestro caminar, también el Salmista, los Profetas y otros: «La Palabra de Dios es ‘…más dulce que la miel, más que el jugo de panales’ (Sal 19,11), ‘antorcha para mis pasos, luz para mi sendero’ (Sal 119,105), pero también ‘como el fuego y como un martillo que golpea la peña’ (Jer 23,29). Es como una lluvia que empapa la tierra, la fecunda y la hace germinar, haciendo florecer de este modo también la aridez de nuestros desiertos espirituales (cf. Is 55,10-11). Pero también es ‘viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos. Penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón’ (Heb 4,12)» [Presentación, Biblia de Jerusalén, Desclée De Brouwer, 4ª Ed.].
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