Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
20 May 11
Juan 14, 1-6
«No se turben; crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. De no ser así, no les habría dicho que voy a prepararles un lugar. Y después de ir y prepararles un lugar, volveré para tomarlos conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Para ir a donde yo voy, ustedes ya conocen el camino.» Entonces Tomás le dijo: «Señor, nosotros no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?» Jesús contestó: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.»
“Llevo más de 30 años midiendo la opinión pública (en Chile) y en múltiples ocasiones he preguntado sobre la confianza en la Iglesia, en los obispos y en los sacerdotes. Este es el peor momento, sin ninguna duda. Nunca, en todo este tiempo, vi tanto distanciamiento, tanta desconfianza, tanta sospecha, incluso rabia hacia una institución cuyo único capital social es precisamente la credibilidad. La credibilidad en la Iglesia, un concepto más amplio y difuso que los sacerdotes, se sitúa también, según la misma encuesta, en el punto más bajo que se haya registrado nunca. Apenas un 21% dice hoy tener mucha confianza en la Iglesia”, ha opinado públicamente (10/04/2011) el prestigioso ingeniero y economista católico laico, Roberto Méndez, Presidente de ADIMARK Chile GFK (empresa líder en Chile y 4ª a nivel mundial en Investigación de Mercado y Opinión Pública).
La transparencia comunicacional de los medios de hoy, ha hecho que en Chile y en muchos otros países del mundo globalizado, hayan salido a la luz pública vergonzosas y criminales situaciones de abusos sexuales y desviaciones sobre menores efectuados por sacerdotes y obispos e incluso de dos religiosos fundadores de congregaciones de elite y que estando en proceso de beatificación debieron rápidamente anularse esos procesos. Esta situación era ocultada e incluso -muchas veces- negada por sectores influyentes de nuestra jerarquía eclesial para evitar una grave afección a la Iglesia, asumiendo -erróneamente- que teniendo ello por fin último “proteger a la Iglesia”, era justificable la práctica de ocultar la verdad y el empleo de todo tipo de arbitrios contrarios al espíritu de las enseñanzas de Jesús.
Dichas situaciones aberrantes, que cabría calificarlas en muchos casos como enfermedades de naturaleza siquiátrica y de lo cual los religiosos consagrados como hombres al fin imperfectos no están liberados, jamás debieron ser ocultadas en acciones concertadas de obispos (vicarios de Cristo) y otras jerarquías dentro de un enclave de poder en el cual el mundo laical -que es parte vital de nuestra Iglesia (Pueblo de Dios)- está absolutamente excluido. En el Catecismo en su numeral 1560 se nos dice: “Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias: «Aunque cada obispo es pastor sagrado sólo de la grey que le ha sido confiada, sin embargo, en cuanto legítimo sucesor de los Apóstoles por institución divina y por el mandato de la función apostólica, se hace corresponsable de toda la Iglesia, junto con los demás obispos» (Pío XII, Enc. Fidei donum, 11; cf LG 23; CD 4,36-37; AG 5.6.38)”.
En el Evangelio que hoy reflexionamos, Tomás -uno de los doce apóstoles- le pregunta en forma directa a Jesús ¿cómo vamos a conocer el camino? Y, ciertamente, ¿no es esa la pregunta que muchos laicos -respetuosamente- hacemos a nuestros obispos y jerarquía superior de la pirámide organizativa -como los sucesores de los apóstoles-, tal como lo explica el numeral 560 antes citado? Es doloroso, inquietante, desconcertante, por decir lo menos, las respuestas y los repetidos pedidos de perdón que se han hecho, pues ellos, como sucesores de los apóstoles y “pastores sagrados” con su actuar incorrecto y de gravísima falta de coherencia entre vida y fe, han mostrado al mundo católico el camino equivocado, aquel no deseado por Jesús: la mentira, el engaño y la complicidad.
Ante este desconcierto y pérdida de credibilidad, el mundo laical y el mundo religioso, debemos volver nuestra mirada y nuestro corazón a Jesús, quien al apóstol Tomás le dijo: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.» Ese es el rumbo hacia donde nuestra Iglesia, que somos todos, religiosos y laicos, hombres y mujeres, hermanos e iguales sin diferencia por “grados” de divinidad auto-asignada, debemos dirigir nuestro quehacer cotidiano, construyendo el “Reino” desde el hoy y acá, teniendo la certeza de la promesa de Jesús: «donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» (Mt.18, 20).
Los cristianos estamos llamados a seguir las palabras de Jesús: meditarlas, grabarlas en nuestros corazones y, por sobre todo, ponerlas en práctica con coherencia. Los errores y/o faltas que nuestra jerarquía -conformada por hombres y no divinidades- haya incurrido, por graves que sean, y de lo cual, la inmensa mayoría de nuestros sacerdotes han estado ajenos a ello, son una oportunidad para que el mundo laico asuma un rol más protagónico en la misión de proclamar y testimoniar la “buena nueva” que nos dejó Jesús, y por la cual, entregó su vida en una muerte corporal tan cruel y de dolorosa agonía. Juntos debemos buscar cambios para reconstruir su Iglesia en una comunidad de hermanos iguales y centrada en Cristo «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí». Una Iglesia comunitaria que sea más acogedora y participativa en un mundo que ha cambiado.
La regla de oro, una ley interior de nuestra conciencia, que Jesús nos pide a través de Lucas (6,31) nos dice: “Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes”. He aquí, la actitud de vida a la que estamos llamados ¿Lo hacemos así religiosos y laicos? ¿Qué nos dice la conciencia de cada uno?
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