Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
11 May 09
Juan 14, 27-31a
“Mi paz les doy”
Les dejo la paz, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar. No se inquieten ni tengan miedo. Ya escucharon lo que dije: “Me voy, pero regresaré a ustedes”. Si de verdad me aman, deberían alegrarse de que me vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Les he dicho esto antes de que suceda, para que cuando suceda crean. Ya no hablaré mucho con ustedes, porque se acerca el príncipe de este mundo. Y aunque no tiene ningún poder sobre mí, tiene que ser así para que el mundo sepa que amo al Padre y que cumplo la misión que me encomendó.
“Les dejo mi paz, les doy mi paz”: muchas veces estas palabras de Jesús resuenan en nuestros oídos, y sin duda no hemos entendido en plenitud lo que nos quiere decir. ¿Cuál es la paz que nos pide el Señor? “La paz que yo les doy no es como la paz del mundo”. Si miramos a nuestro alrededor veremos que la paz que vivimos es frágil, transitoria, y constantemente amenazada.
Conflictos entre naciones por problemas limítrofes o intereses económicos son noticia diaria en los medios a pesar de los acuerdos establecidos que muchas veces no son respetados. En la vida de los países las tensiones internas por pugnas políticas impiden el avance para la solución de las necesidades básicas de los más pobres que tienen derecho a una vida digna. El clima laboral de las empresas e instituciones es malo e inseguro , lo que ha aumentado la baja moral de trabajo y problemas depresivos.
Al interior de las familias la vida agitada y el consumismo, atenta contra el compartir del pan cotidiano, y el diálogo y la expresión de los sentimientos se ha ido perdiendo. Los hijos crecen y aprenden a ser autovalentes e independientes y con frecuencia los padres se dan cuenta que son unos desconocidos para ellos; desgraciadamente lo constatan demasiado tarde. En mi profesión médica me conmuevo a diario por como han aumentado los gestos suicidas entre la juventud adolescente. Dentro de cada uno de esos dramas hay una familia disfuncional que ha perdido su centro. Este diagnóstico negativo nos obliga a replantearnos nuestro rol como agentes constructores de paz, que para que sea verdadera y fructífera debe acompañarse de equidad, verdad, justicia y solidaridad.
Mientras buscaba ideas para hacer este comentario, le pregunté a mi familia y a mis amigos cuáles eran sus miedos que les hacían flaquear su propia paz y las respuestas se repitieron: miedo a perder la salud, temor a perder el trabajo, inseguridad ante lo económico, a tener una desgracia en la familia, miedo al futuro.
Debemos comenzar por trabajar nuestra propia paz interior y proyectarla a los demás. La Madre Teresa de Calcuta decía: “la paz comienza con una sonrisa” y este simple gesto significa decirle sí a Dios, ponernos a su servicio con alegre humildad, abandonándonos a su santa voluntad, desprendiéndonos de las ataduras del mundo incorporando a Jesús a nuestro presente, alimentando el espíritu con la oración y la meditación de la palabra.
Los invito a reflexionar durante esta semana en torno a dos interrogantes:
1. ¿Cuáles son mis miedos y angustias que alteran mi paz interior?
2. ¿Estoy dispuesto a ser portador de la paz que nos dejó Jesús antes de partir?
Hagamos nuestra la hermosa plegaria de San Francisco de Asís al comenzar cada día con la sonrisa de Teresa, diciendo: “Señor haced de mí un instrumento de tu paz”. De esta forma estaremos contribuyendo con nuestro esfuerzo para “ser levadura de reconciliación, de perdón y de paz en el mundo que nos rodea”, como lo pidió el Papa Benedicto XVI en el monte Nebo, al visitar el memorial de Moisés en su reciente peregrinación a Tierra Santa.
Lucho
Muy atingente a los tiempos que vivimos.
Gracias.
Un abrazo
Manuel