Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
07 May 12
Juan 15, 12-17
Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.
¿Y qué más se puede decir sobre esto? ¡Está clarito!
Ni siquiera por medio de parábolas para facilitar la comprensión. ¡Directo! “Ámense”… ¿pero cómo? “como Yo los he amado”. ¿Cómo nos amó? Pues, compartió con nosotros este mundo, sus maravillas y sus penas, la persecución y hasta la muerte. Predicó su mensaje permanentemente… he venido a traer la Buena Nueva, a anunciar el Reino de Dios a los pobres… la justicia, la igualdad ¡No hay amor más grande que dar la vida por los amigos! Así nos dijo. Y nos llamó “amigos”, no siervos, sino amigos.
Y es que no es primera vez que lo dice. El Evangelio está lleno de este su mensaje, su principal mandamiento: el AMOR. Y nosotros todavía no lo captamos. No nos dice que practiquemos ritos, hagamos ayuno o sacrificios, que vayamos a misa y recemos el rosario -aunque todo esto puede ayudar- nos dice que nos amemos. Y El nos amó hasta dar la vida. Y nos ama a todos, buenos, malos, pecadores. No nos dice que amemos a nuestros padres, a nuestra novia o a nuestros amigos, no más aún … a todos. Por ahí, nos dice que amemos hasta a nuestros enemigos.
Y como parte de este amor, aquí cerca en nuestro medio, aprendamos a escucharnos, no sólo a los que piensan como nosotros, escuchemos a los que no piensan como nosotros, a los que nos critican; aprendamos a tolerarnos. Ése sería un buen principio en este nuestro ambiente de polarizaciones…
¿Y es amar el ver pasar por las calles a los pobres, a los hambrientos, a los desamparados que pululan por nuestras ciudades, sin hacer nada? ¿Y es amar el vivir cómodos en nuestra confortable casa o departamento con pequeños o grandes lujos, cuando hay tantos que no tienen un rinconcito dónde descansar dignamente? ¿Y es amarnos el saber que en Bolivia el 59% de la población vive en calidad de pobreza, o en Santiago el 10% de la población más rica tiene un ingreso per cápita de más de 50 veces que el 10% más pobre? ¿Es así cómo nos habría amado Jesús?
Muchos en nuestra historia han dado la vida para los otros vivan mejor… y ¿nosotros qué hacemos? Por lo menos tomemos conciencia de estas injusticias y tremendas desigualdades y ayudemos a construir el Reino de Dios aquí, entre los hombres y mujeres de este mundo, en justicia, paz y amor…
¿Qué más se puede decir?… ¡Amémonos como Él nos ha amado! Y demos fruto como Él nos pide.
Estimado Lucho!
Primero muchas felicidades por los comentarios al Evangelio. Es un orgullo tener un boliviano que nos enriquece haciendo comentarios para así poder cultivar la fe, purificarla, conocer la revelación, profundizarla y sobretodo vitalizarla, llevarla a la vida. Su comentario respecto al Evangelio de San Juan 15,12-17 me gustó mucho y quiero agradecerle principalmente y quisiera también con todo respeto expresar mi opinión respecto a un punto que Ud. menciona que me dejó con cierto sabor que me mueve a escribirle: «No nos dice que practiquemos ritos, hagamos ayuno o sacrificios, que vayamos a misa ….» Evidentemente nos dice que nos amemos, pero TAMBIÉN nos dice «hagan esto en conmemoración mía» y si bien todo su comentario contiene grandes verdades la parte que copié nos haría pensar que el maravilloso sacramento de la Santa Misa fuera solo un ritual sin contenido con fórmulas huecas. Yo quisiera creer que el verdadero sacramento hoy es la acción de Cristo, es Cristo quien consagra, perdona, y nos AMO tanto que fue capaz de dar la vida por nosotros y la Santa Misa es esa renovación de ese sacrificio redentor pero incruento que me obliga a corresponder AMANDO como El amó, ¿cómo voy a hacer lo que el Señor me pide si no tengo un renovado y permanente contacto en la Santa Misa como signo de unidad, vínculo de caridad en el que recibo a su Cuerpo y mi alma se llena de gracia?
Afectuosamente desde La Paz,
Anamaría A. de Fernández
Bien, Ana María! Gracias por ayudarnos a profundizar. La misa no es un simple rito, es una celebración en comunidad en memoria de ese hermano Jesús y un acto que evidentemente nos acerca a Él y a su mandamiento. Lo que decía es que no solamente con ritos o rezos cumplimos su mandamiento, sino con el siguiente paso que es la Acción. Y en este caso, la acción es cumplir su Mensaje principal, aquel de que «nos amemos como Él nos amó». Sigamos celebrando, pero sin olvidarnos de ese AMOR activo que es su mandamiento…
Cierto es que la Santa Misa es la invitación a compartir, para toda la comunidad católica, la mesa de Jesús; pero no es un sacramento, la Eucaristía sí lo es. La Comunión engrandece nuestra relación con Cristo y nos proporciona la gracia. (Explicado magistralmente por Luis Lira en su comentario del 24 de Abril).
Desgraciadamente, la Misa dominical en donde vivo, no es celebrada siempre; ocasionalmente tenemos “celebración litúrgica” con un diácono, o alguna monja, en que por supuesto no hay Consagración, sin embargo recibimos la Comunión. Pero Luis Ramírez, reflexiona sobre el Amor infinito de Jesús para con todos, y nos indica que la manera de corresponder a este Amor, es amando al hermano.
Jesús nos llama sus amigos, y para muchos como para mí, el amigo es el “hermano que elegimos” y que amamos como tal.
La Palabra de Dios manifestada a los hombres en las Sagradas Escrituras, nos presenta el siempre el Amor como la Verdad en que debemos fundamentar nuestras vidas y también nuestras muertes.
Muchas personas no tienen acceso a la Misa o a ritos que demanda nuestra Iglesia, pero aún así son consecuentes con la Palabra de Dios basada en el Amor.
Al margen de la hermosa reflexión de Luis, quisiera aprovechar esta ocasión para manifestar una preocupación: la falta de vocaciones sacerdotales. En la ciudad en que vivo sólo hay 3 sacerdotes activos, para una población de 50.000 habitantes aprox., luego me pregunto: ¿Qué hará nuestra Iglesia ante la gran carencia de los pastores más cercanos a las personas y a las comunidades?, ¿se ha perdido la confianza por parte de nuestros jóvenes en la Iglesia, que no se inclinan a consagrar sus vidas al sacerdocio?, ¿en un futuro cercano aumentarán los sacerdotes?, ¿ante la eventualidad de que cada vez estos sean menos, cuál será nuestro rol como laicos en la Iglesia?.