Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
30 May 14
Juan 16, 20-23a
“Nadie les quitará vuestra alegría”
En verdad les digo que llorarán y se lamentarán, mientras que el mundo se alegrará. Ustedes estarán apenados, pero su tristeza se convertirá en gozo. La mujer se siente afligida cuando está para dar a luz, porque le llega la hora del dolor. Pero después que ha nacido la criatura, se olvida de las angustias por su alegría tan grande; piensen: ¡un ser humano ha venido al mundo! Así también ustedes ahora sienten tristeza, pero yo los volveré a ver y su corazón se llenará de alegría, y nadie les podrá arrebatar ese gozo. Cuando llegue ese día ya no tendrán que preguntarme nada.
Pocas veces me ha costado tanto iniciar un comentario, la razón es que me toca comentar esta parte del Evangelio, “una promesa de alegría”, en una contingencia triste y desoladora. En mi país Chile, en el lapso de dos semanas hemos tenido un terremoto, y un magno incendio, que ha sumido a tantas familias de compatriotas en una triste desesperanza; y no es para menos, cuesta imaginar perder el cobijo abrigador ante un próximo invierno amenazante, y ¿cómo será quedarse sin un mínimo recuerdo de tus padres, o abuelos?, ¿sin una foto de tus hijos al nacer?, ¿o de tu matrimonio? etc.; esto no tiene que ver con un apego a lo material, sino con elementos prácticos para una sobrevivencia por una parte, y elementos que evocan recuerdos de tu vida, por otra.
Pero, he aquí una promesa de alegría, una promesa que el sufrimiento tiene límites, una promesa de “resurrección”; no importa cuán confundidos y sesgados el dolor nos deje; en Cristo siempre encontraremos el consuelo.
Qué difícil es esto desde un punto de vista mundano, en que el placer de vivir, está dado por el bienestar económico, social y/o familiar que tengamos, además inmersos en una humanidad en que la soledad, la violencia, la enfermedad, y la muerte tocan diariamente una puerta cercana, entender que la “alegría” de alojar a Jesús en el corazón es un remanso de “agua viva” para saciar cualquier sed; no resulta tan simple siempre.
Esto sólo es entendible desde la mirada de la fe, creer firmemente en la Palabra de Jesús: “Así, también ustedes ahora sienten pena, pero cuando los vuelva a ver, su corazón se llenará de alegría, y nadie podrá quitarles la alegría”.
El filósofo alemán Carl Marx (1818), materialista, dice que la religión es el “Opio del Pueblo”, refiriéndose principalmente al Cristianismo; es decir, él dice que las clases sociales más desposeídas, logran el consuelo a sus miserias en la tierra, en la promesa de otra vida, que no existe; sólo son armas de los poderosos para calmar al proletariado. Pero nosotros los cristianos, creemos firmemente en que si bien la materia es finita, estamos dotados de un espíritu cuya alegría no radica en cosas materiales, sino en el Amor, en la capacitad de amar, y en fundir nuestro espíritu en nuestro Señor, Dios del Amor. Y que la trascendencia de este espíritu alcanzará la plenitud después de la muerte, sí en esta vida supimos amar.
Jesús compara el paso del dolor a la alegría, con un nacimiento; “cuando nace la criatura, (la madre) no se acuerda del dolor por su alegría de que un hijo llegó al mundo.” Entonces podríamos decir que la muerte será el “parto”, para nacer a una vida nueva, eterna y feliz; por lo tanto vivamos nuestras vidas terrenas en la profunda alegría de la espera, como “la dulce espera” de las madres, que anhelan encontrarse con su niño al nacer……”Espera de amor, en el amor y para el Amor”
Me suena a teoría eso de vivir en el amor, lo que me pasó en una circunstancia dolorosa, es que sentí la presencia del Señor en el consuelo que El puso en los que me rodearon. Yo creo que la bondad del Señor, su espíritu Santo, se manifiesta de manera asombrosa, en las circunstancias dolorosas y particularmente a mí, me hizo desear el cielo.
Tienes mucha razón Rodrigo, El Espíritu de Dios se manifiesta de muchas maneras, también entregando el consuelo, porque nuestro Dios es un Dios de Amor de Bondad y de Verdad; y los que te «rodearon» probablemente fueron sus instrumentos.
Desear el Cielo es un anhelo de todo aquel que cree en la vida después de la vida, y desea fundir su espíritu en esa dimensión sin tiempo ni espacio, que se llama eternidad; pero que lleva implícita el Amor, y la plenitud en Dios. Un estado feliz, donde no existe el dolor.
Si no amamos, sin duda el camino será arduo y tortuoso, pero si llenamos nuestro corazón de «Buena Voluntad», aún las tristezas más profundas, tendrán un fin.
Gracias Rodrigo por compartir y comentar. Un saludo fraterno para ti. (Ahhhh y tratar de vivir en el Amor es fascinante, aunque no siempre fácil).
Excelente lo de Verónica.
No me queda más que felicitarla
y agradecerle por lo que nos regala
Un abrazo
Hugo Silva
Escelente comentario. Muy aterrizado en nuestra realidad de sufrimiento. Gracias.
estimada amiga, felicitaciones y sobre todo gracias por contribuir a ver las distintas situaciones a la luz de la fe, que sin lugar a dudas nos fortalecen.