Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
14 May 21
Juan 17:1-11
La Palabra de Dios
Dicho esto, Jesús elevó los ojos al cielo y exclamó: «Padre, ha llegado la hora: ¡glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria a ti! Tú le diste poder sobre todos los mortales, y quieres que comunique la vida eterna a todos aquellos que le encomendaste. Y ésta es la vida eterna: conocerte a ti, único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesús, el Cristo. Yo te he glorificado en la tierra y he terminado la obra que me habías encomendado. Ahora, Padre, dame junto a ti la misma Gloria que tenía a tu lado antes que comenzara el mundo. He manifestado tu Nombre a los hombres: hablo de los que me diste, tomándolos del mundo. Eran tuyos, y tú me los diste y han guardado tu Palabra. Ahora reconocen que todo aquello que me has dado viene de ti. El mensaje que recibí se lo he entregado y ellos lo han recibido, y reconocen de verdad que yo he salido de ti y creen que tú me has enviado. Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que son tuyos y que tú me diste – pues todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo mío-; yo ya he sido glorificado a través de ellos. Yo ya no estoy más en el mundo, pero ellos se quedan en el mundo, mientras yo vuelvo a ti. Padre Santo, guárdalos en ese Nombre tuyo que a mí me diste, para que sean uno como nosotros».
En este texto, Jesús pronuncia la oración que habitualmente llamamos “la oración sacerdotal”. En ella Cristo, antes de morir ofrece el sacrificio de su propia vida: sacerdote y víctima, a la vez y le pide al Padre que le otorgue la gloria de esta hora decisiva de su muerte y su consecuente triunfo y resurrección. Jesús habla desde las profundidades de su corazón. Nos habla del amor del Padre por Él y de su amor por el Padre.
Este es el momento en que Cristo ruega por su Iglesia a la que encarga su propia misión. El deber principal de la iglesia será entonces conocer a Dios. La palabra conocer a Dios se repite siete veces en este texto, como prueba de que este conocimiento está en el centro de la Oración de Jesús.
Sea cual fuere la situación de la Iglesia, su misión propia e irremplazable será la de conservar y proclamar el verdadero conocimiento del Padre y mandato de su Hijo Jesús que quiere que cada uno de los suyos conozca a Dios. Esto exige interiorización de la palabra de Dios, oración perseverante y celebraciones comunitarias.
Cuando Juan escribió su evangelio, las comunidades cristianas confrontaban desacuerdos ideológicos, que amenazaban su UNIDAD. En esta oración, Jesús pide al Padre que proteja a todos los creyentes y solicita también un don especial para todos los que creen en la Unidad. Esta petición está basada en la unión que Jesús tiene con el Padre y que ha logrado con sus discípulos.
Toda nuestra vida luchamos por conocer a Dios, a través de las palabras y parábolas de Jesús y a través del mundo que nos ha confiado. En ningún momento podemos decir que comprendemos a Dios. San Agustín escribió: “La comprensión es el premio de la fe. Por lo tanto, no tratemos de comprender para poder creer”. Mi misión humana es buscar a Dios por cualquier medio, y permanecer buscándolo hasta el día en que Él se me revele cara a cara.
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