Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
11 Jun 12
Juan 19, 31-37
“Le traspasó el costado y le salió sangre y agua”
Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos no querían que los cuerpos quedaran en cruz el día siguiente, pues este sábado era un día muy solemne. Por eso, pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas a los que estaban crucificados para después retirarlos.
Vinieron, pues los soldados y les quebraron las piernas, al primero y al otro de los que habían sido crucificados con Jesús. Al llegar a Jesús, vieron que ya estaba muerto, así es que no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado de una lanzada y al instante le salió sangre y agua. El que lo vio lo declara para ayudarles en su fe, y su testimonio es verdadero. El mismo sabe que dice la verdad.
Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura, que dice: NO le quebrarán ni un solo hueso, y en otra parte dice: Contemplarán al que traspasaron.
Cuando leí este episodio del evangelio de San Juan, lo primero que pensé fue: ¡que desgraciados los judíos! por no estropear su fiesta de la Pascua, pidieron a Pilato quebrarle las piernas a Jesús, a quien habían crucificado, para que muriera más rápido y así poderlo bajar de la cruz antes de su fiesta.
Casualmente, cuando me disponía a pensar esta reflexión llegó a mis manos el último número mensual de la Revista Mensaje. Por costumbre me puse a hojearla y sin querer me topé con la frase: “Si el sentido de la enseñanza eclesial es rescatar la dignidad y la libertad humanas conforme al Evangelio, entonces su doctrina debe ser leída desde ahí. Si alguna vez la enseñanza de la Iglesia parece condenar más que salvar, quiere decir que se ha expresado mal o que se ha comprendido mal.” Hernán Rojas, S.J. Mensaje Junio 2012 Nº609. Aunque el artículo se refería a algo completamente distinto, “por ahí va la cosa”, pensé. ¡Qué injusta! ¿Quién de nosotros, no prepara con dedicación una fiesta cuando tiene una fecha importante que celebrar, incluso dejando de lado cosas urgentes; o, pasa a llevar a quién se nos ponga en frente cuando se trata de conseguir lo que nos obsesiona? Quizá sea el momento de mirar con ojos más humanos a los judíos y revisar con nuestro corazón lo que realmente nos quiso decir el evangelista.
La costumbre romana era dejar los cuerpos de los ajusticiados para que lo picotearan las aves y sirvieran de escarmiento; pero la ley judía era al contrario: el cadáver no podía estar colgado porque como eran malditos de Dios su presencia podía ser causa de contaminación o impureza religiosa. El día “de la preparación” de la Pascua se celebraba en recordatorio del día cuando Dios sacó a la gente de su esclavitud en Egipto. En esa oportunidad la celebración de la Pascua coincidía con el sábado y por eso la fiesta era de relevancia. Para poder retirar los cadáveres antes de la puesta de sol, los soldados quebraban las piernas de los cricificados con un mazo de hierro para aligerar su muerte, pero como Jesús ya estaba muerto, un soldado le traspasó el costado con una lanza para rematarlo, pero lo que hizo fue dejar fluir el líquido pleural, para liberarlo de la opresión en los pulmones.
Hasta aquí, esta claro lo que podemos alcanzar a ver con los ojos humanos, pero el autor del Cuarto Evangelio nos invita a abrir los ojos de la fe, de la verdad y que sigamos las pistas que nos ha ido dejando en forma simbólica, que solo se pueden ver con los ojos de la fe.
El evangelista Juan escribe para los ex judíos con mentalidad helenista, (ex paganos, ex samaritanos, ex discípulos de Juan Bautista). Aunque, para mí, el Evangelio de San Juan es el más complicado de interpretar, no podemos olvidar que en todo su evangelio vemos que su intención principal es mostrar el verdadero rostro de Jesús y que creamos en él. Lo valioso de este evangelio es que nos relata lo que nadie antes había descubierto.
Aunque es discutible que haya sido el propio apóstol Juan el que escribió el evangelio, el autor del Evangelio de Juan nos muestra la perspectiva de un testigo ocular de la muerte de Jesús. El apóstol Juan observó detenidamente algo excepcional en la crucifixión que dejó una impresión profunda en él. El texto no dice, “El murió”, sino que “El entregó Su espíritu” acentuando la naturaleza voluntaria del acto. El relato dice que el Apóstol Juan presenció la horrible escena, cuando de la herida hecha en el costado de Jesús salía sangre y agua. Para él era la prueba final, que comprueba que Jesús era un hombre real con un cuerpo verdadero. Es la testificación, en lenguaje sencillo con hechos sencillos, de la muerte de su amigo. Es paradójico, sin embargo, que esta gran señal sea, por decirlo así, una anti señal: un hombre condenado y muerto en una cruz. Nada más lejos de lo que podía esperarse como manifestación divina.
Isabel Margarita Garcés de Wallis
Estaba muy mal hasta cuando leí este evangelio y su orientadora reflexión.
Vivo desalentada en un medio que me aprisiona. Estoy cansada de luchar contra la corriente. Una juventud rebelde alejada de mis valores que enfrenta nuevas formas de vida sin la base de la familia, del amor de compromiso. Una sociedad en que a la persona se la considera mercadería de consumo y transacción, y en el trabajo a una cosa que hay exprimirla hasta secarla y luego ser reemplazada por otra más joven y más barata. La extenuante jornada de trabajo no deja tiempo a la mujer que trabaja para darle debida atención a los hijos. Los tiempos como padres y como marido y esposa se acortan. No hay dialogo. Como familia, viviendo juntos, estamos cada más lejanos.
La reflexión me ha vuelto a pensar en Dios, en el Dios amigo, en el Dios Padre y en su hijo Jesús, que me quieren, que me escuchan, acogen y ayudan. Como dicen ustedes a “ver con los ojos de la fe”. Me había alejado al tomarlo como un Dios inquisidor, prohibitivo, de castigos e infierno. De ser cristianos por temor, por tradición, enmarcados en reglas y normas que se cumplen a medias en forma hipócrita o acomodaticia: se predica pero no se practica. Ahora tengo a Jesús y al Dios Padre conmigo. Sigan adelante en esta gran labor
Me costó mucho encontrar en mí, un sentido lógico a este pasaje del evangelio, ¿por qué apresurar la muerte de los crucificados con la fractura de sus piernas?. Además de las creencias de los judíos de la época, o la premura de sus celebraciones, pensé también, que siempre en el hecho de “apurar la muerte, cesa la tortura”; luego si Jesús ya estaba muerto ¿para qué enterrar la lanza en su costado?, entonces recién entiendo que era necesario tener testigos que otorgaran a la humanidad, un testimonio fidedigno de la muerte de Jesús, para que fuera transmitido a todas las generaciones.
¡Jesús entonces muere!, condición fundamental para la “resurrección”.
Luego quise saber cómo cobra importancia en estos tiempos la constancia de la muerte de Jesús, y entendí que nos permite ver que cuando el espíritu abandona nuestro cuerpo, este encuentra su espacio en el Padre.
La vida hoy, nos muestra tantas opciones para proporcionar placer a nuestros cuerpos, que perdemos la perspectiva que la muerte de estos, es sólo un paso absolutamente necesario en la trascendencia de nuestro espíritu, y que la verdadera plenitud no lograremos saciarla en esta vida, sino cuando logremos alcanzar el gozo de entrar en el Reino maravilloso de Dios. Necesario se hace entonces que una lanza atraviese nuestro costado, para iniciar el viaje a la dimensión divina.
Sin embargo la muerte asusta y aterroriza, porque esta es la única forma de vida que conocemos concretamente, a la que estamos acostumbrados, la que amamos sin medida, la que nos cuesta abandonar, pero que inminentemente tocará nuestra puerta en cualquier tiempo y circunstancia; pero el ser humano perpetua su existencia a través de su espíritu, y nosotros los cristianos pensamos que este vivirá eternamente en el Amor perpétuo.