Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
02 May 11
Juan 2, 1-18
El primer milagro, en las bodas de Caná
A los tres días se celebraron unas bodas en Cana de Galilea y la madre de Jesús era de la fiesta. También fue invitado a las bodas Jesús con sus discípulos. Se acabó el vino de las bodas y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino, Jesús respondió “Mujer ¿Cómo se te ocurre? Todavía no ha llegado mi Hora.
Su madre dijo a los sirvientes “Hagan lo que el les mande”.
Había allí seis jarrones de piedra que sirven para los ritos de purificación de los judíos, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús indicó a los sirvientes; ”Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo”. Ellos la llevaron.
El mayordomo probó el agua cambiada en vino, sin saber de dónde lo habían sacado; los sirvientes sí que lo sabían, pues habían sacado el agua. Llamó al esposo y le dijo “Todo el mundo pone al principio el vino mejor, y cuando todos han bebido bastante, se sirve el vino inferior; pero tú has dejado el mejor vino para el final”.
Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Cana de Galilea. Así manifestó su gloria a sus discípulos creyeron en el.
Después de esto, Jesús bajó a Cafarnaúm y con él su madre, sus hermanos y sus discípulos. Y permanecieron allí solamente algunos días.
Se acercaba la Pascua de los Judíos y Jesús subió a Jerusalén. Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y también a los cambistas sentados detrás de sus mesas. Hizo un látigo con cuerdas y los echó fuera del Templo con ovejas y bueyes, y derribó las mesas desparramando el dinero por el suelo. A los que vendían palomas les dijo: “Saquen eso de aquí y no hagan de la Casa de mi Padre un lugar de negocios”. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: “Me devora el celo de tu Casa”.
Los judíos intervinieron: “¿que señal milagrosa nos muestras para justificar lo que haces?
Es increíble que el primer milagro que hizo Jesús haya transcurrido en un escenario tan humano como es una fiesta, especialmente tratándose de la celebración de unas bodas. Debemos tomar esto en cuenta ya que, últimamente se le está dando tan poco valor al matrimonio. Por algún motivo Jesús quiso dar la mayor importancia al matrimonio, tanto que su primer milagro transcurre en la celebración de una boda.
Imaginémonos que situación más incomoda resultó el problema que se suscitó cuando en el transcurso de la celebración, se acabó el vino. Pensemos lo que en caso así provocaría en la actualidad. Tremenda plancha, por decir lo menos, para los padres u organizadores de la boda. Se dice que sin vino la fiesta no va.
Fue María, según el relato, quien pidió a Jesús que actuara. A pesar de que nunca antes había hecho un milagro, instó a Jesús a que transformara el agua en vino. Es más, ni siquiera se lo pidió. Inteligentemente, María le dijo a los sirvientes “hagan lo que él les mande”. Cuanta fe tenía María en su hijo y qué obediente fue aquel que, a pesar de sus 30 años, accedió a lo que su madre le pedía.
También allí en el relato se habla que generalmente, por no decir siempre, se sirve el mejor vino al comienzo de la fiesta. Resulta lógico que, a la postre, los comensales, ya ni se dan cuenta de la calidad de lo que están bebiendo y a veces ni siquiera de qué están tomando.
En la 2ª parte de este evangelio, Jesús y sus discípulos continúan su camino a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua de los judíos. Jesús subió entonces a Jerusalén y al encontrar a los cambistas y mercaderes que negociaban en los derredores del templo se indignó y los echó, indicándoles que el templo era lugar de oración y no una cueva de ladrones.
Aquí quisiera detenerme en la importancia que tiene para nosotros el templo. No hablo del templo edificio, me refiero al templo que somos cada uno de nosotros: ”Templos vivos del espíritu Santo”. Preguntémonos si en nuestro corazón le damos el espacio necesario para que Dios actúe en nosotros y a través nuestro, en nuestro prójimo.
Decía que así como somos templo, también somos iglesia. En los últimos acontecimientos relacionados con la actuación de sacerdotes que se les acusa de pedofilia y otras faltas a la moral, se culpa a la iglesia de lo acontecido. Resulta que todos, cual mas cual menos, somos iglesia. Si un sacerdote es juzgado y es encontrado culpable es el quién debe pagar pues equivocó su camino como hombre y no la Iglesia. Estamos todos consternados, es cierto. Pero hay una gran mayoría de sacerdotes que son rectos. No por una manzana podrida vamos a juzgar a todos. En un principio observábamos incrédulos las noticias pero luego de la sentencia del Vaticano, no nos queda más que rogar por el sacerdote involucrado para que se dé cuenta de su mal proceder, para que reflexione y vea el mal que le está causando a su madre la iglesia y, en último término a todos nosotros, el pueblo católico. Dios quiera que situaciones como la que está ocurriendo en la iglesia no vuelvan a repetirse. A Dios gracias ya las autoridades eclesiásticas han formado comisiones que se preocuparan de los casos de pedofilia.
Felicitaciones a Percy, mi estimado amigo, por sus palabras. Como siempre Percy va a lo más importante, a aspectos fundantes de la fe cristiana, como la confianza de María en su hijo y el respeto a sí mismo como templos del Espíritu y ser Iglesia, igual a clérigos e hierarquía, como nos predicaba y solicitaba Jesucristo.
Ojalá salgamos de la lectura meditada con más entusiasmo por nuestra misión evangelizadora.
Comparto plenamente el comentario del Sr. Percy Wallis, pero quisiera hacer incapìe sobre el punto en que dice que cada uno de nosotros somos «Templos vivos del Espìritu Santo», y como tal, segùn creo, debemos hacernos responsables y merecedores de esta instancia. Cuando estamos continuamente expuestos al mercantilismo, nos hemos convertido en una sociedad hedonìsta y poco preocupada del desarrollo espiritual. Si Jesùs apareciera en estos dìas, ¿cuanto realmente permitirìa que quedara en cada uno de nuestros templos y que cosas lo enojarìan màs?