Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
27 Dic 10
Juan 20, 2-8
«Otro discípulo corría más rápido que Pedro y llegó primero al sepulcro.”
El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:»Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Observó los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Siempre me ha parecido difícil de interpretar el evangelio de San Juan. Pero tuve la fortuna de asistir a un curso dictado por un teólogo argentino, que con su carisma y conocimientos me ayudó a entender algo mejor el mensaje que intenta entregar San Juan con su evangelio: revelar el rostro de Jesús con el único propósito que creamos en El.
Al ser el último evangelista, San Juan tuvo más tiempo de reflexionar y de ahí la profundidad de sus relatos a diferencia con los tres evangelios sinópticos, por lo que es llamado “el teólogo”. Convencido que Dios y Jesús son uno sólo, Juan habla en nombre de Jesús, quien entrega el mensaje de amor que Dios quiere revelar a la humanidad. Su gran deseo es que todos los que lean su evangelio logren cultivar una fe tan grande como la suya.
El episodio que comentamos hoy relata la experiencia que tuvieron los discípulos con la resurrección de Jesús. Recordemos que Juan estuvo al lado del Maestro en la crucifixión y asistió a su entierro. Había sido testigo de cómo había quedado el cuerpo de Jesús envuelto en lienzos y en el sudario y la puerta de entrada al sepulcro bien sellada. Cuando María Magdalena fue a comunicarle que el sepulcro estaba abierto y que en él no estaba Jesús, su inmenso amor a Él lo impulsó a correr a toda prisa y llegar el primero al sepulcro; y sin haber visto a Jesús resucitado es el primero que cree en su resurrección. Juan vio con sus ojos y se sintió más amado que nunca; dejó de ser Juan para ser el “discípulo amado”.
Al relatarnos su experiencia, San Juan no sólo quiere inspirar en nosotros la fe, sino invitarnos a que, como él, alcancemos una relación experiencial con Dios, que no es una realidad abstracta, sino que vive en nosotros, manifestándose con signos tan sencillos como los lienzos que infundieron la fe en San Juan.
En un mundo en que la mayoría de las personas valoran a los demás por lo que tienen y no por sus actos, sorprende la humildad de San Juan, primero al no nombrarse y luego al no entrar al sepulcro a su llegada, dejando que Pedro entre antes que él, cediéndole el derecho de ser el primero en investigar lo sucedido. Probablemente, muy pocos o ninguno de nosotros estaríamos dispuestos a imitar su actitud, como tampoco llegar a tener la certeza de la fe que se fue apoderando de su corazón: la fe que “Jesús está vivo”.
El texto que nos propone el calendario litúrgico hoy nos puede parecer fuera de contexto, o contradictorio ya que recién hemos celebrado el nacimiento de Jesús. Intuyo que la relación está en que ambos nos presentan un nacimiento. En Belén, el Hijo de Dios se hizo hombre y nació de María, la elegida de Dios. Pero este no es un hecho aislado. Cristo puede “nacer” en el corazón de cada uno de nosotros que esté dispuesto a acogerlo. En San Juan, el escogido del Señor, también podemos decir que tuvo un renacer. Esta experiencia, que San Juan recordará a lo largo de toda su vida, le cambió la existencia. De ahí en adelante la alegría que experimenta, sólo puede compartirla enseñando a los demás a hacer lo mismo.
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