Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
25 Abr 14
Juan 21, 1-14
Jesús se acerca, toma el pan y se los da, y lo mismo el pescado
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar.» Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: «No.» Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Vamos, almorzad.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de esto Jesús se apareció de nuevo a sus discípulos, junto al lago de Tiberíades.Sucedió de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (al que apodaban el Gemelo), Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos discípulos.
—Me voy a pescar —dijo Simón Pedro.
—Nos vamos contigo —contestaron ellos.
Salieron, pues, de allí y se embarcaron, pero esa noche no pescaron nada.
Al despuntar el alba Jesús se hizo presente en la orilla, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era él.
—Muchachos, ¿no tienen algo de comer? —les preguntó Jesús.
—No —respondieron ellos.
—Tiren la red a la derecha de la barca, y pescarán algo.
Así lo hicieron, y era tal la cantidad de pescados que ya no podían sacar la red.
—¡Es el Señor! —dijo a Pedro el discípulo a quien Jesús amaba.
Tan pronto como Simón Pedro le oyó decir: “Es el Señor”, se puso la ropa, pues estaba semidesnudo, y se tiró al agua. Los otros discípulos lo siguieron en la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban a escasos cien metros de la orilla. Al desembarcar, vieron unas brasas con un pescado encima, y un pan.
—Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar —les dijo Jesús.
Simón Pedro subió a bordo y arrastró hasta la orilla la red, la cual estaba llena de pescados de buen tamaño. Eran ciento cincuenta y tres, pero a pesar de ser tantos la red no se rompió.
—Vengan a desayunar —les dijo Jesús.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres tú?”, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio a ellos, e hizo lo mismo con el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.
El texto del Evangelio de hoy, nos presenta uno de los encuentros del Resucitado con sus discípulos. La experiencia pascual de Cristo es un acontecimiento maravilloso en el que todos y todas somos llamados a compartir la vida del Señor y a contribuir con la construcción de su Reino.
Hay un hecho que llama particularmente la atención. Uno de los protagonistas del relato es “el discípulo a quien Jesús amaba”. La tradición tiende a identificar a este discípulo con Juan, pero en realidad es un personaje anónimo. Lo significativo de este discípulo no es su identidad sino su función: es él quien mejor conoce a Jesús. Esta función no es exclusiva de una persona, de ahí la ausencia de un nombre propio, y es que discípulo preferido de Jesús es todo creyente. Pedro, que sí tiene nombre propio, representa a la autoridad y el discípulo amado a la comunidad. Y en este relato, según el autor, la comunidad es quien descubre antes a Jesús y la autoridad es la que debe estar a la escucha de dicha comunidad.
Jesús sigue presente hoy como ayer al borde del lago y la experiencia pascual de los discípulos llega hasta nosotros hoy. Y es precisamente en medio de nuestro trabajo cotidiano, como en el de los sencillos pescadores de Galilea, que podemos también nosotros encontrar al resucitado y hoy, igual que ayer, quedamos invitados a participar del alimento que él nos ofrece.
Quiero terminar recordando unas palabras del Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. (…) Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos.(EG 3)
Corina,
Muchas gracias por tu comentario. Especialmente me tocó eso del discípulo preferido de Jesús que siempre se indica que se trataría de Juan, realmente me parece mucho mejor pensar que el discípulo más querido era un anónimo. Que sin duda podríamos ser nosotros.
Justamente ayer me llamó mucho la atención cuando Marcelo Gidi en su prédica en San Ignácio, mencionó que el problema no era que Tomás no haya creído, sino que, principalmente no haya estado presente en el acontecimiento, la visita de Jesús. Desgraciadamente, son muchas las veces que no estamos presente donde deberíamos estar.
En relación a nuestro papa Francisco, recomiendo
leer «Evangelii Gaudium»