Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
18 Abr 20
Juan 24, 13-35
Le reconocieron al partir el pan
El mismo día, dos de ellos iban a una aldea que dista de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaús,y hablaban entre sí de todos estos acontecimientos. Mientras iban hablando y razonando, el mismo Jesús se les acercó e iba con ellos, pero sus ojos no podían reconocerle.Y les dijo: ¿Qué discursos son éstos que vais haciendo entre vosotros mientras camináis? Ellos se detuvieron entristecidos, y, tomando la palabra uno de ellos, por nombre Cleofás, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no conoce los sucesos en ella ocurridos estos días? El les dijo: ¿Cuáles? Contestáronle: Lo de Jesús Nazareno, varón profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo; cómo le entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados para que fuese condenado a muerte y crucificado. Nosotros esperábamos que sería El quien rescataría a Israel; mas, con todo, van ya tres días desde que esto ha sucedido. Nos asustaron ciertas mujeres de las nuestras que, yendo de madrugada al monumento, no encontraron su cuerpo, y vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles que les dijeron que vivía. Algunos de los nuestros fueron al monumento y hallaron las cosas como las mujeres decían, pero a El no le vieron.Y El les dijo: ¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas!¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria? Y, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les fue declarando cuanto a El se refería en todas las Escrituras.Se acercaron a la aldea adonde iban, y El fingió seguir adelante.Obligáronle diciéndole: Quédate con nosotros, pues el día ya declina. Y entró para quedarse con ellos. Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Se les abrieron los ojos y le reconocieron, y desapareció de su presencia. Se dijeron unos a otros: ¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros mientras en el camino nos hablaba y nos declaraba las Escrituras?
En el mismo instante se levantaron, y volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a sus compañeros, que les dijeron: El Señor en verdad ha resucitado y se ha aparecido a Simón.
Aquí tenemos a dos de sus seguidores totalmente desconsolados. Los apóstoles se habían desparramado ante el caos surgido por la desaparición de su jefe. Se les había hundido el mundo, como que escapaban a otro lugar en su desesperación. Su liderazgo había sido sin embargo de tal fuerza, que iban comentando sobre Él e iban lamentándose por lo ocurrido. Y Él se les apareció y sobre todo los escuchó y al final les dio algunas palabras de ánimo. Pero iban tan encerrados en sus tribulaciones que ni alzaron la vista para reconocerlo. Sin embargo, aún en esta situación de desesperación los dos discípulos, como cualquier hombre sencillo del campo, practicaron la solidaridad con el desconocido, aquella solidaridad que Él les había enseñado y lo invitaron a comer y alojarse con ellos… Compartieron el pan con Él ¡y allí al compartir el pan recién lo reconocieron! Eso es lo que habían aprendido, pues, la solidaridad con el forastero, compartir lo que tienes con el prójimo, con el que más necesita… Despertaron, entonces, se olvidaron de sus penas y volvieron a su tierra para reunirse con sus hermanos, aunarse y continuar la lucha emprendida por su maestro. Algo así nos está pasando con esta hecatombe del corona virus, estamos alicaídos y desesperados, no sabemos qué hacer, sólo vemos el caos y la televisión nos repite cada minuto las cifras de muertos y nos bombardea con esta maldición. Y nosotros ciegos, sin reaccionar, agachamos la cabeza y no vemos más allá. Pero esa vocecita escondida, desde adentro nos habla y nos tiene que hacer tomar conciencia. Ahora es cuando necesitamos más del Nazareno ¡para que nos escuche y nos dé animo! Para que nos sacuda y volvamos a la lucha por ese su Reino de Amor y Justicia, solidaridad y equidad que habíamos olvidado. ¿No era ese su mensaje para construir su Reino? ¡Tenemos que levantarnos y seguir sus pasos, hermanos! A no decaer, que el camino tiene sus tropiezos, pero debemos seguir adelante, sobre todo pensando en los demás.
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