Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
10 Sep 12
Juan 3, 13-17
«Tiene que ser elevado el Hijo del hombre»
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».
Partículas de energía fueron aceleradas a gran velocidad, chocando entre sí, dando origen así a una primera partícula con masa, el “bosón de Higgs” o “partícula Dios”, como algunos le llaman a la partícula que daría comienzo a la materia. Tras el Big Bang, en donde se originaría al Universo, al haber masa, se formaron los átomos, luego moléculas pequeñas, y posteriormente moléculas más complejas, y así sucesivamente se van iniciando los procesos consecutivos que darían origen en miles de millones de años a la vida humana. Me admiran los científicos quienes dedican su vida a la explicación de las cosas, pero probablemente no nos alcanzará la vida humana en la faz de la tierra, para poder dilucidar todos los misterios y dimensiones, que encierra la extraordinaria Creación de Dios.
En uno de mis cursos de Teología, el profesor nos preguntó ¿quién es Dios?, pero nos advierte: no me digan “Dios es Amor”; pues para él, significaba una respuesta facilista y muy usada.
Cuando me enfrento al complejo proceso de la “Creación”, en donde me cuesta concebir sus extensiones y tiempos, no me cabe duda alguna de la existencia de Dios; esa energía poderosa, ese Espíritu creador, formador y eterno, cuyas dimensiones son inimaginables para el hombre, pero que sin embargo corresponde a la “Energía del Bien”.
La mayor energía de” Bien” que conocemos, sin lugar a discusión es el Amor, por lo tanto, a pesar de mi profesor, diré: “Dios es Amor”, energía de vida y de bondad. De este “Amor” proviene la verdad absoluta, la bondad, la belleza, la perfección, la eternidad. Los creyentes tenemos como máxima aspiración fundir nuestro espíritu en este Ser infinito de Amor, más allá de nuestra vida terrena.
¿Cómo es entonces que este Dios inmenso, absoluto y sempiterno, nos manifiesta el camino, de plenitud en Él en la eternidad, y lograr así el anhelo de los hombres de fe?. Él elige a una mujer, y deposita en ella la responsabilidad de la concepción y alumbramiento de su Hijo, el que forma parte de su Espíritu, pero que nace, vive y muere como hombre.
Jesús, divino mensajero, portador de la voz misma del Padre, y también de su Amor, viene a la tierra a mostrarnos el camino de cómo alcanzar la Vida Eterna y obtener la Plenitud en Dios, lo hace con la “Palabra”, testimonio de su vida, muerte y resurrección.
Jesús nos enseña que creer en Él, Hijo Único del Padre, embajador de la dimensión del Amor, el “Salvador de la humanidad”, nos proporcionará la posibilidad de vivir en la perpetuidad del Amor.
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