Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
05 Mar 16
Juan 5, 17-30
«Lo mismo que el y les da vid, Padre resucita a los muertos y les da vida, el Hijo da vida a los que quiere»
Pero Jesús les respondió: «Mi Padre sigue trabajando, y yo también trabajo.» Y los judíos tenían más ganas todavía de matarle, porque además de quebrantar la ley del sábado, se hacía a sí mismo igual a Dios, al llamarlo su propio Padre. Jesús les dirigió la palabra: «En verdad les digo: El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino sólo lo que ve hacer al Padre. Todo lo que haga éste, lo hace también el Hijo. El Padre ama al Hijo y le enseña todo lo que él hace, y le enseñará cosas mucho más grandes que éstas, que a ustedes los dejarán atónitos. Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, también el Hijo da la vida a los que quiere. Del mismo modo, el Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo la responsabilidad de juzgar, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, tampoco honra al Padre que lo ha enviado. En verdad les digo: El que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, vive de vida eterna; ya no habrá juicio para él, porque ha pasado de la muerte a la vida. Sepan que viene la hora, y ya estamos en ella, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la escuchen vivirán. Así como el Padre tiene vida en sí mismo, también ha dado al Hijo tener vida en sí mismo. Y además le ha dado autoridad para llevar a cabo el juicio, porque es hijo de hombre. No se asombren de esto; llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán mi voz. Los que obraron el bien resucitarán para la vida, pero los que obraron el mal irán a la condenación. Yo no puedo hacer nada por mi cuenta, sino que juzgo conforme a lo que escucho; así mi juicio es recto, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad de Aquel que me envió.
Cuando leí este texto de Juan 5, 17-30, he empezado a temblar por dentro. ¡Qué difícil, no seré capaz! El texto este tendría que ser comentado por un exégeta, necesita una exégesis y no una hermenéutica – lo que hacemos nosotros cuando lo leemos, lo traemos a nuestra vida, lo interpretamos. Sería, sin embargo, una traición a todos los que vinieron antes de nosotros para que pudiéramos conocer a Cristo. Al fin y al cabo hemos recibido la narrativa de hechos según personas que no han estado en los acontecimientos, que llegan a nosotros siglos después, de épocas y situaciones muy distintas.
Si tenemos fe en la palabra de los que nos han precedido y nos hablan, nos cuentan, vamos a aceptar el desafío de decir algo sobre el texto tan difícil.
Yo voy a cumplir 70 años y quisiera dejar registrados textos y experiencias, y -¡cuántas veces me va a fallar la memoria! –empezando por un poco de la historia de mi papá. No por orgullo, sino para dejar algo escrito que pueda ayudar a otros a reflexionar, a amar la Biblia, a secar sus lágrimas, a agradecer a quienes hicieron la vida posible y deseable, padres y hermanas, amigas y amigos, profesoras y dos profesores, mi club, Fluminense de mi alma y corazón, herencia de mi papá por cierto.
Volviendo a él, Heitor Carlos de Araujo, nacido en Barra do Piraí, RJ, Brasil, el 17/08/12 y llevado al cielo el 02/02/01, necesitaré preguntar a algunas personas sobre él, sobre su tiempo en su ciudad natal; necesitaré reunir testimonios, interpretaciones, opiniones, relatos, etc. No voy a escribir sola, será un grupo compartiendo conmigo sus experiencias, armando una “colcha de retazos”, cada uno/a aportando un recuerdo, algo que le ha impresionado, y al final habrá una colcha común, un abrigo compuesto por varios hilos, protector, amoroso, de consuelo y misericordia.
Así sentí el texto de la comunidad “juanina”, escrito a fines del siglo I con las palabras de muchas personas en tiempos difíciles, de persecución, probablemente no en Jerusalén con su templo destruido. ¿Cuántos años habrán pasado desde los acontecimientos y lo que narran?
La primera sensación es de algo confuso, Jesús hablando de muchas cosas al mismo tiempo como si estuviera apurado por enseñar y defenderse de los poderosos que querían matarlo. Estaba preocupado por cumplir su misión – El Anuncio del Reino y de las cosas del Padre – hasta el momento final.
Sus enemigos pensaban que llamar a Dios de Padre era considerarse igual a YAHVÉ. Por supuesto que Jesús no se confundía. Eran muchos quienes hicieron su hermenéutica pero al fin los hilos se juntan y forman la realidad de Jesús: su unión con el Padre, su obediencia a Él, las revelaciones que tiene. La forma literaria del texto es la apocalíptica, que predominaba en aquellos tiempos. “Los muertos oirán la voz de Dios” (Jesús bajó a la mansión de los muertos) y ahí está la base de nuestra fe: Jesús nos habla de la Resurrección, que en realidad ya había sucedido. Recemos para cumplir bien nuestra misión.
Deja una respuesta