Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
06 Abr 19
Juan 5,31-47
“Hay uno que te acusa: Moisés, en quien tienes tu esperanza”
«Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría. Pero hay otro que da testimonio de mí, y yo sé que ese testimonio es verdadero. Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes.
Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro, y su palabra no permanece en ustedes, porque no creen al que él envió.
Ustedes examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida eterna: ellas dan testimonio de mí, y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener Vida. Mi gloria no viene de los hombres. Además, yo los conozco: el amor de Dios no está en ustedes. He venido en nombre de mi Padre y ustedes no me reciben, pero si otro viene en su propio nombre, a ese sí lo van a recibir. ¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios? No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza. Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí. Pero si no creen lo que él ha escrito, ¿cómo creerán lo que yo les digo?».
Por lo general, cuando se trata de elegir un texto para nuestra reflexión, se le huye al evangelio de Juan. Se lo considera “ un evangelio difícil”. Tampoco nos gusta embarcarnos con las cartas de Pablo, menos aun con las diversas facetas del Antiguo Testamento. Preferimos los tres sinópticos, textos que ya han aparecido en este blog más de una vez en los años que lleva funcionando. Nos gusta Lucas el cronista, que transmite tantas hermosas parábolas, a Marcos que se ajusta a los hechos y las palabras, a Mateo preocupado de convencer a los judíos de que Jesús es el Mesías esperado.
En el Evangelio de Juan, las palabras de Jesús no son transmitidas materialmente al pie de la letra, sino que son traducidas y transpuestas al lenguaje de las comunidades cristianas del final del primer siglo en Asia Menor. Sus textos que ocupan capítulos enteros no son siempre fáciles de entender. No basta el estudio erudito o científico para poder captar el sentido pleno y profundo de las palabras de Jesús. El texto del que hoy nos ocupamos es un típico ejemplo de la profundidad espiritual y mística que el discípulo amado transmitió a su comunidad, la que, a su vez, traía un bagaje cultural propio.
¿Cómo unir fe y vida en nuestros grupos de reflexión? “Es necesario tener en nosotros también una vivencia comunitaria de la fe. Instruidos por aquello que sentimos, no percibimos el texto como algo que no sólo escuchamos, sino como algo que experimentamos y tocamos con nuestras manos; no como una historia extraña e inaudita, sino como algo que damos a luz desde lo más profundo de nuestro corazón, como si fueran sentimientos que forman parte de nuestro ser. La vida ilumina el texto, el texto ilumina la vida. Si, a veces, el texto no nos dice nada, no es por falta de estudio ni por falta de oración, sino sencillamente por falta de profundidad en nuestra vida.
En este texto se percibe un reproche a la comunidad, que parte de sus dichos sobre el otro Juan, el Bautista: Juan era una antorcha que ardía e iluminaba, y ustedes por un tiempo se sintieron a gusto con su luz. Pero yo tengo un testimonio que vale más que el de Juan: el Padre que me ha enviado también da testimonio de mí. Ustedes nunca han oído su voz ni visto su rostro, escudriñan las Escrituras pensando que encontrarán en ellas la vida eterna, y justamente ellas dan testimonio de mí. Es Moisés quien los acusa. Pero si ustedes no creen lo que escribió Moisés de mí, ¿cómo van a creer lo que les digo yo?
Juan escribió un Evangelio y tres cartas. Era el más joven de los apóstoles, hermano de Santiago. Con Pedro y Santiago conforman el círculo más íntimo de Jesús, “los llevó aparte”, en la transfiguración y en la oración en el Huerto. La intimidad con Jesús le da un sentido especial a todos sus escritos. Es el primero, con Pablo, que habla de “amar a Jesús”. Anuncia una forma distinta de vincularse con Dios. En su primera carta su relación con Él es algo íntimo, una experiencia humana, vital. “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, puesto que lo hemos mirado y tocado con nuestras manos…a Él, lo anunciamos”. No se trata del conocimiento de una nueva ley o de un programa. Se trata de la relación con una persona que hay que “oír, seguir y con quien hay que permanecer”. En el capítulo 4 de esa misma Carta dice. “El que no tiene amor, no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor”.
Es un Dios diferente, que nos invita a amarlo, a seguirlo, a permanecer en su Amor. Todo aparecía muy extraño a esas comunidades. Es comprensible su perplejidad, como también el impacto de su persona entre los judíos. Dios, para ellos, era alguien distante y terrible. Ahora, la revelación de Jesús muestra un Dios distinto. El rostro humano de Dios.
Gracias por tu comentario, sobre todo el como las comunidades podemos hacer nuestra vida basados en la Palabra.
Gracias a María Marta por tan buen comentario.
Combina de modo admirable conocimiento bíblico, profundidad teológica, bien decir literario y mensaje espiritual.
Enseña, abre camino, gusta y deja.
Es una #joyita» dentro del género.
Felicitaciones
Hoy mientras repetía las ave María mañaneras, camino a mi trabajo penssba en el Dios con rostro humano…. humanamente el Señor es un ser humano débil…como un ser maltratado …el peor de todos…pero con rostro de ternura, de súplica…. El fundador del movimiento Comunión y liberación (Luigi Guisanni que algún día será santo) hablo ante el Papa Juan Pablo II y magistralmente explicó esta conclusión maravillosa…. Jesús el mendigo del amor humano…. y nosotros mendigos de su amor… ¡Que bonita y profunda reflexión!