Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
12 Dic 11
Juan 5,33-36
«Juan es la lámpara que arde y brilla»
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.»
Siempre para guiarnos en la vida, para tomar cualquier resolución hacemos uso de los testimonios. Este conocimiento nos viene por parte de la ciencia, o sea, de lo que hemos aprendido a partir de pruebas y experiencias. Pero contrariamente a lo que otros piensen, nos guiamos por las indicaciones y testimonios de nuestros semejantes: sus palabras, su actitud, la atracción de su persona.
Es así como se descubren los enamorados, como se escogen los amigos, como se decide el seguir una carrera u otra, como se toma un compromiso ya sea civil, religioso o político. Es así también como se descubre la verdad que Dios quiere enseñarnos. Por eso Jesús habla de los testimonios que lo acreditan:
– Sus obras, o sea sus milagros,
– El testimonio de San Juan Bautista, que lo presentó como el Salvador que venía
– Las palabras de la Biblia que se referían a él.
San Juan Bautista tuvo la misión de anteceder al Mesías y su labor era la de preparar el camino para la llegada del Señor. Él era la antorcha que iluminaba el sendero y preparó el camino de Jesús. Hubo que enderezar lo que estaba torcido, allanar lo que estaba disparejo.
Hay muchas personas que dicen que les basta con que la Biblia sea “palabra de Dios” para que no requieran más para guiarse en la vida. Pero eso es como decir que Dios ya habló, hace 2011 años atrás y hoy no nos dice nada. Resulta que los diversos acontecimientos actuales requieren de la mano del Señor. Tal vez no sea que veamos la mano de Dios expresamente. Pero a nosotros, que somos iglesia, nos corresponde allanar el camino al Señor. Dios nos sigue hablando ahora, tanto en los acontecimientos que ocurren en el mundo, como en particular, personalmente a cada uno de nosotros. Siempre y cuando tengamos la fe necesaria y estemos abiertos y dispuestos a escuchar su palabra. Dios nos habla en diversas formas y lo único que necesitamos es estar abierto de mente y tener fe para escucharlo.
Les propongo un ejercicio y que estoy seguro nos será de gran beneficio y solamente nos tomará un momento de concentración. Reflexionemos y preguntémonos:
¿Qué hacemos nosotros para allanar el camino al Señor?
¿Cómo actuamos con nuestro prójimo, nos preocupamos de ellos?
Estamos en adviento y próximos a vivir una nueva navidad. ¿Estamos preparados para recibir al niño Dios para esta navidad?
Seguramente nos reuniremos todos alrededor de una meza para celebrar la Navidad junto a nuestros familiares y amigos. Fantástico, pero ¿hemos pensado que hay otras familias que tal vez no tienen para celebrar?
Percy.
Muy cierto, Dios sigue hablándonos a nosotros y a todos los seres humanos a través de los acontecimientos y las circunstancias del día a día. Tenemos que tener nuestras mentes y nuestro corazón abierto para reconocerlo.
También es importante reconocer que Dios puede usarnos a cada uno de nosotros para su obra. Creo que eso es muy importante tenerlo en cuenta cuando definimos o determinamos la actitud con que nos enfrentamos día a día con todos los que nos rodean.
Finalmente, Dios mismo se hizo hombre hace 2011 años, en la forma de un bebé, en Jesús, el Cristo de la Trinidad. Fue en la forma más humilde que nos podamos imaginar, que aún siendo Dios mismo, se desprendió de todo su poder en ese instante sublime. Luego nos ha dado el mayor ejemplo de autoridad, integridad y fortaleza espiritual.
Doy gracias a Dios Padre, Hijo y el Espíritu Santo porque son parte de mi vida, y en esta Navidad celebraremos nuevamente el regalo de su presencia entre nosotros.