Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
16 Abr 12
Juan 6, 1-15
“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”
Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.» Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
Este pasaje que encontramos hoy en versión del evangelista Juan, es el único milagro contado por los cuatro evangelios… o sea que el hecho debió ser importante y por eso se quedó grabado en la memoria colectiva de las primeras comunidades cristianas. Comúnmente llamamos a este relato “la multiplicación de los panes y los peces”. Pero la palabra “multiplicar” no aparece en ninguno de los relatos… pero sí las palabras “partir”, “repartir”, “distribuir”…
Al ver a la gente con hambre, Felipe habla en nombre de todos los discípulos: “no tenemos dinero…” Los discípulos están desconcertados y no saben cómo ayudar a la multitud. No hay dinero para comprar pan para todos… Esto Jesús lo sabe muy bien: los que tienen dinero no resolverán nunca el problema del hambre en el mundo, pues se necesita algo más que dinero.
El que tiene los “ingredientes” básicos para realizar el milagro es un humilde muchacho… pero, ¿sería el único? De alguna manera, todos y todas tenemos experiencia de prepararnos para algún viaje o excursión del día entero y para eso llevamos algo para comer y beber en camino. Seguramente el muchacho no era el único que llevaba algo de comida, sino que muchos otros también llevaban algo. Lo que Jesús enseña a sus discípulos y a toda la multitud es que es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre… Y cuando el alimento se comienza a compartir ¡alcanza para todos!!
Si somos hijos de un mismo Padre, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerras, en viajes al espacio, en tratamientos para adelgazar… Si una parte de esto se gastara en combatir la miseria… ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para todos y todas.
Jesús sigue haciendo milagros, pero éstos pasan por nuestras manos, nuestro corazón, nuestros ojos, nuestros labios… El milagro somos nosotros, ofreciendo nuestra pequeñez que Dios convierte en grandeza.
Si seguimos pensando en una “multiplicación mágica” del pan en la que Jesús demuestra que es el hijo de Dios para que la multitud crea en Él, nos podemos inmovilizar, pues no tenemos ese poder de multiplicar. Pero sí está en nuestras manos el compartir lo que tenemos. Compartir el pan es en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de Pascua y de Resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del Resucitado.
“La multiplicación de los panes y peces”
…….¿Qué es lo que lo que nos dice Jesús en esta manifestación de su poder?, Él propone que el “pan de vida”, el “pan del Amor” alcanza para todos.
El hambre en el mundo deshora a la humanidad, si Dios estuviera presente en la conciencia de todos los que la conforman, este flagelo no sería real.
Teóricamente, con el dinero invertido en armas en el mundo, se podría erradicar el hambre en él.
Viene a mí, cada vez que se toca este tema, una obra del dramaturgo Egon Wolf, “Los invasores”, en la cual una casa de gente rica es invadida por andrajosos hambrientos, quienes vivían en las cercanías de ella, los que consumidos por el hambre, la invaden, considerando que es su derecho. La injusticia social crea resentimiento, y el oprimido se transforma en un potencial agresor. Esto sin lugar a dudas asusta. Pero ¿que pasaría si al hombre le fuera más fácil “compartir”?, sin duda no existirían “posibles invasores”. Nuestra Iglesia ha propuesto, hace un tiempo atrás, el lema “Una mesa para todos”, y con ello nos recuerda que debemos “partir, repartir” y “distribuir” además del pan, su maravillosa Palabra.
La generosidad es contagiosa y en la “mesa de Jesús”, el pan alcanza para todos.
A mi manera de ver, el mundo adolece no sólo de una crisis económica y social, sino también de una crisis valórica, basada en la ambición, el egoísmo y las ansias de poder, lo que deja a gran parte de él, sumido en una gran vulnerabilidad.
Existen tantas cosas que podemos compartir y multiplicar aún desde la misma pobreza; por ejemplo, la alegría de conocer a Jesús, la buena disposición para con los demás, la amabilidad, el respeto a todos los seres humanos por igual, etc.……………,o una sincera sonrisa…….., nadie es tan pobre para no poder compartirla.
Yo sí creo y espero una “multiplicación mágica”, de la “buena voluntad de los hombres” para un mundo más justo y mejor ……..en Jesús Nuestro Señor; es esta mi esperanza, que quiero compartir con todos ustedes.
Excelente la reflexión que aporta Verónica. Estamos en un mundo de grandes avances tecnológicos, de la ciencia, de la optimización de los recursos de la naturaleza, el mundo produce alimentos en abundancia, la medicina alarga la vida, etc. Pero el Reino de Dios no se cumple: la injusta distribución de la riqueza, la discriminación, la exclusión, la concentración del poder económico en pocas corporaciones multinacionales, mantiene millones de personas, hermanos nuestros, viviendo en la miseria, niños desnutridos, poblaciones sin agua potable ni servicio de alcantarillado, etc.
Si Jesús llegase hoy, ¿lo haría en el Vaticano? ¿ Naciones Unidas? o ¿empezaría a expulsar a los mercaderes de armas, a los usureros de las financieras multinacionales, a los máximos controladores del petroleo que juegan a subir u subir el precio usando conflictos bélicos, a los máximos controladores de la industria de alimentos que usan a los países subdesarrollados par las siembras a bajísimo costo de salarios para luego vender con recargos altísimos e incluso, muchas veces, botando alimentos…?
El hambre en el mundo deshora a la humanidad, si Dios estuviera presente en la conciencia de todos los que la conforman, este flagelo no sería real.
Teóricamente, con el dinero invertido en armas en el mundo, se podría erradicar el hambre en él.
En la 3° Región de Chile en donde vivo, hace más de un año, como es sabido por todos, un derrumbe minero atrapó a 33 hombres en el interior de la mina en que trabajaban. Lo que quiero destacar aquí con respecto a este evangelio, más allá del de la gran odisea que significó su rescate, es como ellos pudieron sobrevivir durante los primeros días en que se encontraban atrapados en la profundidad de la tierra. Ellos en condiciones extremas pudieron compartir unas pequeñas porciones de alimentos casi imposibles para la subsistencia humana, durante casi las dos semanas en que no tenían comunicación con la superficie; cuentan por ejemplo, que una lata de atún la repartían en 33 porciones iguales, ellos compartieron el agua, compartieron la Palabra de Jesús, y compartieron su “esperanza”; lo que indiscutiblemente les permitió sobrevivir. ¿Qué hubiese pasado, si uno de ellos hubiese monopolizado estos bienes tan preciados, dada la condición en que se encontraban?.
En el mundo en ocasiones, se repite el milagro de la “multiplicación de los panes”, cuando los seres humanos somos capaces de actuar como “hombres de buena voluntad”.
Cuando comparto el mensaje de esta parte del Evangelio se viene a la mente y al corazón las palabras del Bto. Juan Pablo II «…uds. jóvenes son el milagro de Dios en sus manos, sus abrazos, sus palabras alentadoras, sus sueños y retos,…» (carta a la juventud).
Sí, querida Corina, nosotros como bien compartes, nosotros somos milagros de Dios en sus nuestras manos,… y como todos describimos en nuestros comentarios…siendo HERMANOS,
Bendiciones y gracias a Dios por manifestarlo en sus palabras en tu escrito,
David