Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
16 May 11
Juan 6, 1-15
- «Cinco panes de cebada y un par de peces…»
- En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dijo a Felipe: – ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos? (Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer). Felipe le contestó: – Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: – Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es esto para tantos? Jesús dijo: – Decid a la gente que se siente en el suelo. Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: – Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: – Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.
Tantas veces hemos escuchado, leído y comentado este milagro de la multiplicación de los panes: ¿qué más podemos añadir a lo dicho? Pues, se me ocurre mirar a ese montón de gente, atenta a Jesús, a su palabra y a sus acciones… Él tiene algo que los atrae y los moviliza a pesar de grandes distancias.
Este pasaje se encuentra en los cuatro evangelios. Dice Lucas sobre el mismo hecho, que Jesús los acogió, les habló del Reino de Dios y los curó. Es decir, de las palabras, Jesús pasó a la acción y -aún más- se compadeció de ellos y del hambre que seguramente traían.
De esa muchedumbre tras de Jesús, se me viene a la mente, las grandes concentraciones del pueblo que ansioso acude a celebrar, a escuchar, a hacerse escuchar o a reclamar algo en nuestros países, como en este 1º de mayo, día del Trabajo, o en las recientes procesiones de Pascua, donde hemos sido testigos de estas movilizaciones. Así de multitudinario habrá sido aquel evento.
En mi país, Bolivia, es muy común ver multitudinarias concentraciones populares, de obreros, pobladores y gente del campo que se traslada largas distancias, a pesar del cansancio y penurias que esto significa, para así expresarse en solidaridad con sus hermanos. Recuerdo aquella famosa “Guerra del Agua” que concentró a la población de todos los sectores de Cochabamba en la Plaza, para reclamar contra la privatización del agua. Algunos se quedaron día y noche para presentar su reclamo sin moverse. Entonces, muchos otros llegaron con comida, sandwichitos o refrescos para atender a los manifestantes. O cuando, mucho antes, presenciamos la marcha de los indígenas del Beni llegando a La Paz, después de más de 600 kms. de caminata para reclamar por sus derechos, y la población “paceña” salió a recibirlos con cafecito, pan o comida… Ahí vemos la solidaridad de la población con sus semejantes…
Así se me imagina aquel entusiasta montón de gente alrededor de Jesús. Y así se me figura su fatiga, la comprensión y preocupación del buen Señor por atender al hambriento, pero a la vez la solidaridad de ese pueblo que sacó lo que tenía para compartir con el vecino hasta que todos quedaron saciados. Muy al estilo de nuestra gente que viaja con su “cocaví” o merienda para el camino y que la comparte con el vecino. Algo parecido a aquellas reuniones sociales donde todos traen algo para compartir y al final sale sobrando la comida.
Ése es el mensaje que saco de este milagro, construir el Reino de Dios aquí y ahora, compadecernos del hambriento, atender al enfermo o al débil, y compartir con todos los hermanos nuestra suerte, en igualdad y justicia plena. “¡Anda y has tú, otro tanto!”
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