Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
30 Abr 17
Juan 6, 52-59
«Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida»
Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.» Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.
No se me ha olvidado como fue el día de mi primera comunión. Yo tenía siete años y estaba en segundo grado. Con mis compañeras de curso llevábamos meses de preparación con la madre Edgarda, quien nos decía que iba a ser “el día más feliz de sus vidas”. Una semana antes del acontecimiento, fuimos a la capilla para que nos confesara el capellán del colegio, un alemán viejo y medio sordo. Mientras esperaba mi turno de un lado del confesionario, oía las palabras que pocos minutos más tarde me tocaría escuchar a mí. Era lógico que se repitiera, seguramente las listas de pecados eran idénticas. Cuando pronunció en latín las palabras que dejaban inmaculada mi alma y dijo que podía retirarme, flotando de felicidad fui a arrodillarme para rezar las tres avemarías que me había dado de penitencia.
El gran día fue menos feliz que lo esperado. Desde la angustia de lavarme los dientes sin tragar agua – el ayuno era bien drástico o al menos así lo entendíamos entonces – de caminar sin que se me cayera el velo, de pasar adelante, arrodillarme ante el altar, sacar la lengua y tragar sin masticar, para evitar que se me pegara al paladar esa obleíta en la que se ha convertido el pan de la vida eterna que dejó Jesús como legado. Seguramente, nada que ver con el pan que compartían los catecúmenos, en los primeros siglos de nuestra era.
Hoy nuevamente me ha toca asomarme al evangelio de Juan, el más entrañable y también el más difícil de los cuatro. Cada evangelista tiene su propio mensaje, su forma particular de presentar a Jesús, que no debemos confundir con el Jesús histórico. En los sinópticos Jesús discute sobre la ley, los impuestos, la pureza. Nos dice que hay que estar del lado de los marginados y desposeídos, orar, oponerse a un sistema centrado en una interpretación legalista de una ley que se ha ido imponiendo en Israel ¿Qué nos pide? Servicio, caridad, compasión. Su centro es el Reino.
¿Cómo es el Jesús de Juan? A partir del año 70 la comunidad de Juan, integrada por ex judíos de mentalidad griega, por ex discípulos de Juan el Bautista y por ex paganos, se instaló en Éfeso. Aislada del resto de las comunidades cristianas se centró en Jesús, en una fe que deja de lado la doctrina y la disciplina para centrarse en el amor., basta con que creamos en Él, en cómo es la relación que tenemos con Dios.
El de Juan es el más simbólico de los evangelios. Su autor o autores han incorporado una serie himnos y poemas en los que Jesús expresa su íntima experiencia de ese Amor Absoluto que él asoció con el amor de Padre. Hoy, el Amor Absoluto es un concepto que ayuda al mundo de la modernidad a entender la creación como auto-expresión del ser, del cosmos en evolución, que culmina en el hombre y, finalmente, en Jesús.
El pasaje que me ha tocado comentar se ubica poco antes de la entrada de Jesús a Jerusalén; es anterior, por lo tanto, a la Última Cena. En él, Jesús está haciendo un primer anuncio de la eucaristía. Con la ayuda del pan y del vino dejará claro su deseo de alimentar a sus discípulos con lo mejor de sí mismo: su presencia en el pan y vino es simbólica pero también es una presencia real, la de la fe, la del significado que los fieles le dan a pan. Símbolo de la presencia de Jesús en nuestra comunidad, es un llamado a ser y a hacer lo que Él es y hace.
Recibirlo en gracia, con humildad, agradecer su don eterno en nosotros, es un misterio incomprensible para nuestra limitada comprensión, para entender hay que esforzarse en orar, meditar el rosario,hablar con El…..cosa que no hacemos los católicos por que nos dejamos invadir de ruidos y preocupaciones del mundo y rehuimos la interioridad, a disfrutar de su amor doloroso e inmaculado
Muito parecido com minha primeira comunhão.
Não entendia muito bem o que estava acontecendo. Os meus pecados foi minha mãe que disse o que eu tinha que falar e, eram similares de minhas colegas.
Mas, me achei muito linda e importante de roupa nova e principalmente o véu, que ainda guardo como recordação até hoje.
La verdad que yo pienso diferente no hay que quedarse en ritos, sino en hechos ,hoy es urgente que trasmitamos el amor de ese PADRE que entregó a su hijo por nosotros debemos hacer vivo el amor que los demás y enseñar con el ejemplo que debemos alimentar nuestra alma más que nuestro cuerpo