Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
18 Mar 13
Juan 8, 51-59
En verdad les digo: El que guarda mi palabra no probará la muerte jamás.» Los judíos replicaron: «Ahora sabemos que eres víctima de un mal espíritu. Abrahán murió y también los profetas, ¿y tú dices: «Quien guarda mi palabra jamás probará la muerte»? ¿Eres tú más grande que nuestro padre Abrahán, que murió, lo mismo que murieron los Profetas? ¿Quién te crees?» Jesús les contestó: «Si yo me doy gloria a mí mismo, mi gloria no vale nada; es el Padre quien me da gloria, el mismo que ustedes llaman «nuestro Dios». Ustedes no lo conocen, yo sí lo conozco, y si dijera que no lo conozco, sería un mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco y guardo su palabra. En cuanto a Abrahán, padre de ustedes, se alegró pensando ver mi día. Lo vio y se regocijó. ». Entonces los judíos le dijeron: « ¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán?» Contestó Jesús: «En verdad les digo que antes que Abrahán existiera, Yo soy.» Entonces tomaron piedras para lanzárselas, pero Jesús se ocultó y salió del Templo.
Como dijo el ex Papa, ahora Cardenal Joseph Ratzinger, en su libro “La infancia de Jesús”, hay una pregunta fundamental sobre Jesús de Nazaret, el Cristo: ¿de dónde? Eso se aplica al texto de Juan porque el evangelista o el grupo que escribía con él, se adelanta a varios acontecimientos y nos ponen delante de la verdad de que Jesús viene de Dios, su hijo primogénito. De ahí afirmaciones que sorprendían a los judíos que, por supuesto, no tenían obligación racional de creerle a Jesús. Muchos lo hacían por haberlo acompañado y por haberse entregado a su sabiduría y actitudes siempre a favor de los pobres, oprimidos, discriminados.
Jesús no da respuesta a Abrahán, nuestro padre en la fe de judíos y cristianos. Pero sí se presenta como hijo de Dios: la blasfemia más grande que se podría imaginar en aquellos días. El texto avanza, con afirmaciones que en realidad vienen muchos años después, o sea, cuando escribe el evangelio de Juan ya se tenía la experiencia de Jesús uno con el Padre y el Espíritu Santo.
Lo que sí nos toca y nos convoca es la frase: “Es nuestro Dios. En realidad no lo conocen, yo en cambio sí lo conozco”.
En esos momentos en que no sólo la Iglesia católica, sino todas las tradiciones religiosas se han sentido impactadas o afectadas por la renuncia de un Papa, es hora de preguntarnos con sinceridad y en el fondo de nuestros corazones: ¿Quién es nuestro Dios? ¿Quién es Dios para nosotros? ¿Lo conocemos? ¿De qué modo? ¿Qué significa conocerlo y su voluntad? Eso lo consiguió Jesús, no porque fuera Dios, porque era hombre de mucha oración, mucho silencio para escuchar la voz del Espíritu que lo guiaba, como cuando se fue al desierto antes de empezar la vida pública.
No es fácil conocer a Dios, podemos hacerlo en parte por Jesús, su espejo, el mismo que dice yo y el Padre somos uno. Practicar lo que nos enseñó Jesús con su vida, pasión, muerte, resurrección como testimonio final de que la Vida vence la muerte. Eso quiere Dios para todos nosotros y nosotras. Si vivimos como discípulos y discípulas, tendremos Vida siempre. Es para todas las personas y nos cabe llevarles esa buena noticia. Por ello, también nos preguntamos ¿Qué iglesia queremos construir, cambiar, etc.? Sólo la iglesia que le agradaría a Jesús será sacramento del Reino y por lo tanto de la Buena Nueva.
Que el Espíritu nos dé fuerzas y luz. Amén.
Profundamante iluminador para estos momentos «de remezón» nos viene este comentario de nuestra querida amiga y hermana de Brasil Davina Moscoso. ¡Cuanta verdad hay en sus palabras y como nos interpreta! Re-formar la Iglesia al modo del agrado de Jesús es la gran tarea que tiene el Papa Francisco; volver a poner al Señor al centro de nuestra vida cristiana, descendiendo de los tronos humanos y despojándonos del boato, la riqueza y la superficialidad, para abrazar el alma del hombre que ama, que sufre y que se pregunta constantemente. Me ha vuelto la esperanza de que podemos reencontrar el rumbo perdido. Gracias Davina.