Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
26 Oct 19
Lc 12, 49-53
“No he venido a traer paz, sino división”
«He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».
Este pasaje del evangelio de Lucas es muy provocador, nos habla de sentimientos muy profundos de Jesús y del propósito de su venida. Veamos primero, a qué fuego se refiere. Por una parte, todo el mensaje dado a través de La Palabra de Dios es como un fuego vivo que nos llena de energía, que nos impulsa a vivir, que nos da fuerza. Por otra parte, las palabras de Jesús evocan la existencia de un fuego divino que una vez arrojado, logra purificar al pueblo creyente, mediante éste. Parece contradictorio, pero en sí mismo este pasaje es absolutamente revelador. La Palabra de Dios edifica, engrandece y nos da la razón de ser de nuestras vidas. Al mismo tiempo nos interpela, nos cuestiona, nos enfrenta a todas nuestras incongruencias entre lo que debimos hacer y lo que en verdad hicimos.
En ese contexto tenemos que interpretar el deseo de Jesús de arrojar fuego sobre la tierra, pues nos cuestiona nuestra mirada de un Jesús bondadoso, amable y considerado… ¿Es esa la imagen que tenemos de Jesús? Pues deberíamos reflexionar sobre esto. Decir que Jesús es la expresión más perfecta de la bondad, del amor y consideración por el prójimo es correcto, pero también es correcto decir que Jesús buscó siempre la verdad y la justicia. Sin verdad no hay amor. Sin justicia no hay amor. Sin el fuego de La Palabra tampoco.
Pasemos ahora a considerar a qué bautismo se refiere. Ciertamente, el propio Jesús había sido bautizado por San Juan Bautista en el río Jordán; por esto, Él se tiene que referir a algo por venir, a su propia entrega en la cruz por todos nosotros. Jesús está hablando de una purificación, pero no de la suciedad material, sino de las acciones equívocas, que gravan nuestra conciencia. En su infinito amor, le urgía nuestra salvación y para obtenerla estaba dispuesto a dar su vida. Este es el sentido de la cruz.
Finalmente, Jesús habla de la paz que Él trae, que no consiste en el mero bienestar de necesidades materiales, ni en el equilibrio inestable de las potencias bélicas, ni en la distribución de la riqueza. Esa es la paz que da el mundo. Esa paz tiene bases frágiles y es falsa, es una máscara de la verdadera paz; esa es la paz que Cristo no ha venido a traer al mundo, sino a denunciar. Denunciar que no existe bienestar, que existen guerras injustas y que la riqueza no llega a todos como debería.
Para entender la segunda parte del pasaje del evangelio, la clave es considerar que Jesús nos habla en sentido profético. La paz interrumpida de la que habla se refiere a las consecuencias de su venida y de su mensaje, y no a una intencionalidad propia en causar división. En la época de Jesús con seguridad no todos aceptaron sus enseñanzas, siendo éstas a la vez fuego (luz) que ilumina y también un fuego purificador que interpela, que juzga.
El anuncio de la verdad que él, Jesús de Nazaret, era el Mesías se volvió motivo de mucha división entre los judíos. Dentro de la misma familia o de la comunidad, unos estaban a favor y otros radicalmente en contra. En este sentido la Buena Noticia de Jesús era realmente una fuente de división, una “señal de contradicción”. Por su lado los Apóstoles una vez bautizados con el fuego del Espíritu Santo conjuntamente sus seguidores no tenían miedo de perseguir lo que anunciaban, la fraternidad y el compartir. Por otra parte, la Jerarquía Religiosa de la época desconocía completamente el mensaje. Esta es la división que surgió y que explica el origen de la persecución, la pasión y muerte de Jesús. En realidad, Jesús quiere para todos los seres humanos una existencia en paz y amor, en unión y verdad… pero es lo desafiante de su mensaje lo que causa la división.
Sin luz no podemos caminar hacia el amor de Dios, pero con luz quedan al descubierto también nuestras malas acciones. No es que Jesús en su tiempo haya pretendido provocar la división, sino la existencia de injusticias, de discriminación, de posiciones de poder y de acumulación de dinero que tan arraigado estuvo (y está) en el mundo, hace que algunos hombres y mujeres se nieguen a cambiar de actuar, pues desde posiciones de privilegio siempre será preferible el “status quo”. Por una parte, decimos desear el amor de Dios y su justicia; pero por otra, nuestro corazón nos atrae a seguir nuestras vidas como si Dios no existiera, como si no tuviésemos que dar cuenta de nuestras sombras.
Muchas veces, allí donde la sociedad pretende renovarse, el llamado de la Buena Noticia se vuelve una “señal de contradicción” y de división. Personas que durante años vivieron acomodadas en la rutina y privilegios de su vida, y que no quieren ser incomodadas por “innovaciones” de nuevas ideas en el seno de nuestros países, se sienten en riesgo de vandalismo social causado por agentes “externos”, como en su momento lo fue el propio Jesús. Quienes se sienten incomodados por los cambios, usan toda su inteligencia para encontrar argumentos en defensa de sus opiniones y para condenar todo aquello considerado contrario a lo que ellos piensan.
Para que nuestras vidas se edifiquen dejémonos abrasar con el fuego de La Palabra. Sin amor al prójimo no hay verdad. Sin amor al prójimo no hay justicia. Sin el fuego de La Palabra tampoco.
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