Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
19 Nov 16
Lc. 21, 12-19
Persecución de los discípulos
Jesús dijo a sus discípulos: “Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberá preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.”
En este pasaje, Lucas nos recuerda que ser discípulos de Jesús no es un camino fácil ni agradable. No nos equivoquemos, nuestra recompensa no es en la tierra sino en el cielo. ¡Pobre aquel que espera vivir sin dificultades, imprevistos, sin dolor, sin sufrimiento…! ¡Aún no hemos alcanzado el cielo! ¡seguimos desterrados! Nuestra libertad nos juega a menudo malas pasadas, razón de sobra para permitirle a Dios que derrame su gracia sobre nosotros.
Varias veces, en los pocos años que Jesús pasó entre nosotros, avisó a los discípulos de que iban a ser perseguidos. Aquí, en el último discurso, repite lo mismo y hace saber que hay que tener en cuenta la persecución a la hora de discernir los signos de los tiempos.
Aunque las palabras de Jesús nos pueden parecer aterradoras. Tomemos la Palabra y apliquémosla en el contexto de nuestras vidas. Muchas veces tratamos de entender y aplicar literalmente lo que nos dice Jesús, olvidando que Su sabiduría es aplicable más allá de las circunstancias específicas que en ellas se mencionan.
Porque, podríamos decir…Yo no tengo ningún lío con la ley, por lo que sus palabras no se aplican a mí. Pero, examinemos, por ejemplo, ¿todo lo que hacemos y defendeos, procuramos hacerlo con justicia? No porque un juez nos lo exija, sino porque tenemos bien claro lo que es justo y obramos como corresponde cada segundo de nuestra vida. Más bien se piensa que el que actúa con bondad y justicia, sin que nadie le reclame ni exija nada, normalmente es tenido por tonto. ¿No será que nos hemos habituado a actuar egoístamente y ni siquiera nos damos cuenta lo que está ocurriendo a nuestro alrededor? Sabemos que si actuáramos como Jesús y lleváramos la iniciativa, sin esperar que nadie nos esté diciendo lo que es propio hacer, nos exponemos a la crítica, el odio y otras muchas reacciones negativas.
La mayoría de nosotros hemos tenido empleados o dependientes a nuestro cargo ¿Les pagamos lo justo, o nos contentamos con cumplir la ley? ¿Es que la ley es justa? ¿Es que con la ley basta? Sabemos que las pensiones que corresponden por ley no son justas. Aparte de lamentarlo, ¿qué hacemos al respecto? ¿O nos contentamos con un… “no es mi problema”? ¿O no nos arrimamos a quien puede torcer la ley y favorecernos?
¿Cuál debe ser el proceder del cristiano en nuestros días? ¿Ser de los “vivos” que reciben una ración más? ¿De los que se cuelan en las colas? ¿De los que tienen amigos y los usan para obtener beneficios que de otro modo no alcanzarían? ¿Los que hacen fortunas y sin embargo mienten en sus declaraciones para no pagar impuestos o para pagar muchísimo menos de lo que les corresponde?
No nos hagamos los ingenuos, pues sabemos muy bien cuando acomodamos nuestro proceder a aquel tipo de comportamiento justamente para no ser criticados, para no pasar por tontos, haciendo lo que todo el mundo hace, como si porque todos lo hace estuviera bien. Nosotros sabemos muy bien cuando está bien o cuando está mal. El cristiano hace lo correcto SIEMPRE, aun cuando no lo vean, o lo desaprueben, o no sea popular.
El señor previene a sus discípulos y a cada uno de nosotros sobre lo que sucederá. “Los detendrán, los perseguirán, serán encarcelados, los mataran”, quizás esto que dice Jesús, nos pueda parecer algo lejano a nuestra realidad. El consuelo está claro en las últimas palabras del texto. El señor nos alienta y sostiene con esta promesa y certeza: “Ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza”. Él estará siempre con nosotros hasta el fin del mundo!
Isabel Margarita Garcés de Wallis
Tengo la certeza que DIOS ,está siempre con nosotros. En cuanto a la justicia, personalmente confío en la justicia divina, la humana es muy poco creíble.
Nuestra sociedad, está muy lejana a seguir los pasos que CRISTO nos enseña, hay que mostrarse y exhibirse, ni tampoco a defender a nadie, estamos lejos de ser verdaderos cristianos,luchar por el otro.
En lo que se refiere a las piedras que se interponen en nuestro camino, son pocas para lo que DIOS nos regala diariamente, solo debemos no soltarnos de las manos del PADRE y así podremos soltear estas piedras con amor
Isabelita, cuanta razón tienes en tu comentario. El Evangelio repite la palabra justicia más de 400 veces, lo que nos da una clara idea de lo trascendental que era para Jesús este concepto, que como tú bien dices, tiene mucho que ver con la sensibilidad de cada uno con respecto al prójimo; la valoración del otro como lo haces contigo mismo.
La verdadera justicia radica en reconocer la dignidad de cada ser humano, como hijo del mismo padre, sin distinción de raza, nacionalidad, clase social, sexo, edad etc.
Lo socialmente y políticamente aceptado no siempre es lo «justo» a los ojos de Dios.
La Justicia de los hombres cae generalmente sobre quiénes desconocen la Justicia de Dios, y varía según la evolución de las culturas y sociedades.