Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
28 Mar 11
Lucas 1, 26-38
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María. Llegó el ángel hasta ella y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.”
María entonces dijo al ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?” Contestó el ángel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra en el sexto mes de embarazo. Para Dios nada es imposible.” Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.” Después la dejó el ángel.
Este pasaje del evangelio de Lucas donde se narra la Anunciación del ángel a María, trae una serie de mensajes teológicos con los que se confirma lo expresado en el Antiguo Testamento respecto a la venida del Mesías.
Sin embargo, lo que me llama profundamente la atención y a la vez me plantea una serie de interrogantes, es la actitud de aceptación y profunda fe de María frente a un suceso inesperado en su vida.
¿Cómo traducir esta situación de cambio radical en nuestra vida personal para cumplir la voluntad del Padre?
¿Tenemos conciencia de la necesidad de sacrificar “nuestros proyectos personales” si se requiere de nuestro aporte a una causa común?
¿Estamos conscientes de que somos “los servidores del Señor?”
“Ser servidores del Señor”, he allí la clave. Trabajar en el Reino, por el Reino, con verdadera generosidad, convicción y alegría. Sin esperar nada a cambio, dar un SI rotundo, donde el Señor nos haya colocado.
Dios nos ama y sigue confiando en nosotros y nosotros, ¿confiamos en Él como para seguir su llamado, sin mirar para atrás, poniendo atención a tantos signos que nos revelan los errores u omisiones que hemos cometido al no cuidar este mundo maravilloso y sus criaturas?
Oremos para pedir a nuestro Padre que nos ayude a ser dignos hijos suyos, estando alertas y asumiendo compromisos que respondan a las necesidades actuales de protección para Su creación, empezando por ser justos para preservar la Vida.
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