Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
02 Dic 08
Lucas 10, 21-24
Jesús se llenó de alegría del Espíritu Santo
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!».
Muchas veces nuestra vida está marcada por lo que se considera el éxito del mundo: título, estudios, posición social. Lo que diga un «profesional», «doctor» o “master” se lo creemos porque «es inteligente», «es entendido». Vemos como normal que en la empresa o en los negocios sean mejor considerados. A menudo nos dejamos influir por una manera de pensar que sólo valora el dinero, la posición, los títulos y ante ellos, nos doblegamos. En nuestra sociedad, un título es la puerta para ganar dinero y no para el servicio. Vivimos en un mundo que no se le da igual importancia a lo aprendido en la vida, que a lo aprendido en la universidad; en un mundo que valora las superficialidades, que en realidad no valen para el evangelio.
El texto de San Lucas que comentamos hoy, nos presenta a Jesús en un “arrebato” de felicidad por el éxito de la misión de los 72, que al volver, comparten con Él su experiencia misionera. La razón de la alegría de Jesús es la alegría de los amigos y agradece a Dios por la forma cómo el Plan de Dios obra entre la gente sencilla, que descubre que es capaz de transformar las cosas. Este momento revela el fondo del corazón de Jesús. Al escuchar la experiencia de sus discípulos y al percibir su alegría, Jesús también se siente feliz. La suya no es una alegría superficial, viene del Espíritu Santo.
Cuado Jesús menciona a los sabios, está refiriéndose a los fariseos y a los escribas que eran los intérpretes de la ley, y cuando habla de los prudentes, son aquellos que eran instruidos por los escribas. Asimismo, llama pequeños o párvulos a sus discípulos, porque los eligió, no de entre los doctores de la ley, sino de entre la gente del pueblo y los pescadores.
Da que pensar el hecho que a lo largo de más de 4000 años de historia Sagrada, los personajes que Dios ha escogido para anunciar a los hombres su mensaje, hayan sido, por lo general, gentes sencillas y sin instrucción. En muchos casos eran apocados o tímidos, también mujeres virtuosas aunque a simple vista débiles. La sencillez conquista y “subyuga” a Dios. Él se enamora de las almas humildes y simples.
Jesús parte de lo que nadie aprecia, y de lo que no se valora. Son personas que han dado el salto de calidad humana que les permite valorarse y valorar a otros y otras como seres humanos, con lo que Jesús nos demuestra que el valor verdadero está en la persona misma y no en la posición que logra en la vida.
Este importante texto contiene tres afirmaciones fundamentales: sólo el Hijo es capaz de revelar el verdadero rostro del Padre; la revelación del Padre se abre a los pequeños y se cierra a los sabios; todos los que están cansados y oprimidos pueden encontrar en Cristo alivio. La afirmación central es la primera; las otras dos le sirven de marco y expresan su contenido.
Este texto nos lleva a cuestionarnos los falsos conceptos de sabiduría que tiene nuestra sociedad y conocer desde la luz de la enseñanza de Jesús qué es la verdadera sabiduría.
Es tiempo de adviento, tiempo de esperanza, seamos portadores de ella, aceptando la invitación a pensar en una o varias cualidades de personas sencillas del grupo o la comunidad en que nos movemos, o en historia de éxito de algún «pequeñito o pequeñita» que nos ayudan a descubrir el Plan de Dios y esforcémonos en concretarlo en nosotros mismos.
Isabel Margarita Garcés de Wallis
Gracias por la explicación del texto esta muy bien planteado y expresado felicidades 😀