Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
13 Oct 18
Lucas 10, 25-37
¿Quién es mi prójimo?
Un maestro de la Ley, que quería ponerlo a prueba, se levantó y le dijo: «Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Qué está escrito en la Escritura? ¿Qué lees en ella?» El hombre contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Jesús le dijo: «¡Excelente respuesta! Haz eso y vivirás.» El otro, que quería justificar su pregunta, replicó: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús empezó a decir: «Bajaba un hombre por el camino de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos, que lo despojaron hasta de sus ropas, lo golpearon y se marcharon dejándolo medio muerto. Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote; lo vio, tomó el otro lado y siguió. Lo mismo hizo un levita que llegó a ese lugar: lo vio, tomó el otro lado y pasó de largo. Un samaritano también pasó por aquel camino y lo vio; pero éste se compadeció de él. Se acercó, curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó; después lo montó sobre el animal que él traía, lo condujo a una posada y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos monedas y se las dio al posadero diciéndole: «Cuídalo, y si gastas más, yo te lo pagaré a mi vuelta.» Jesús entonces le preguntó: «Según tu parecer, ¿cuál de estos tres fue el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores?» El maestro de la Ley contestó: «El que se mostró compasivo con él.» Y Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo.»
Hoy estamos invitados a reflexionar sobre una lectura que se le identifica como la “parábola del buen samaritano”. Tantas veces leída y/o escuchada en las homilías del celebrante de las misas con sus consiguientes explicaciones, que -en verdad- no me es fácil hacer una nueva reflexión. Sin embargo, no hay que caer en la comodidad de los tiempos actuales en que todo debe ser breve, rápido, de beneficio personal y no malgastar el tiempo en algo ya sabido. No debe dejarnos tranquilo la frase “Ya lo sé”. Saber es algo que no produce fruto si lo que ese conocimiento implica no se convierte en una acción. Ser humano es vivir en constante, actuar racional y sentido, sensibilidad. El evangelio usa la acción de “ver” (vio, miró, observó) y “compadeció” (sintió, dio un paso más allá del simple ver).
Recurro a la simpleza y genialidad de Antoine de Saint-Exupéry con sus pensamientos escritos en la novela El principito, cuando dice: “No se ve bien sino es con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. Detengámonos en este pensamiento. Revisemos nuestro diario quehacer en el ámbito familiar, barrio, laboral, comercial y social. Recorramos la rutina de nuestros desplazamientos en el auto, bus, calle. Incluyamos lo que vemos en la televisión en las noticias y que, no obstante estar lejos de los hechos y personas, estamos cerca por el avance de la tecnología de las comunicaciones. Preguntémonos ¿Qué nos llega al corazón de lo que vemos? ¿Con qué mirada estamos viviendo el tiempo presente conforme al sentido que nos hemos dado? ¿Damos un paso más allá del simple ver y oír? ¿Somos coherente entre lo que pensamos, creemos y hacemos?
Nos hemos ido insensibilizando. Vivimos en una sociedad marcadamente individualista y exitista, en que prima más el “tener” que el “ser”. Desde pequeños se educa a competir y con ello, se introduce el concepto de priorizar lo “mío”, lo “nuestro”, de estar en constante defensa, desconfiar del otro y de los otros, crear barreras, limites. ¿Qué debe preocuparme y qué debo buscar? Satisfacer lo mío, lo nuestro. Es decir, lo que está más cerca y directamente asociado a mi persona. Podríamos decir lo más próximo. Hay que tener cuidado. Una cosa es la cercanía física que no da la razón en función de distancias y tiempo. Otra, es la que nos el corazón, el espíritu del sentimiento humano.
Leonardo Boff, reconocido teólogo brasileño, exsacerdote franciscano, sostiene que “El prójimo, para el Evangelio, no es el vecino, el compatriota, el hermano de fe. Prójimo es todo hombre desde cuando me acerco a él con amor». He aquí, una forma sencilla, pero muy directa para comprender y seguir a Jesús en el texto de hoy, de Lucas 10, 25-37.
Téngase presente que es una actitud que va más allá de lo que muchas veces se entiende y practica como “caridad” o “beneficencia. Algo impersonal, aporte en dinero o especies, alejado del beneficiado o receptor-prójimo en su circunstancia y suerte. Por cierto, es una buena acción, pero alivio temporal, efímero y que no se compadece con lo que Jesús nos pide. Tenemos pues, una tarea y, además, compartirla: un cambio en el ver al prójimo e ir hacia él, dejando atrás la actitud pasiva de esperar que este se acerque o aproxime a nosotros.
Los invito a leer las palabras de la primera carta apostólica de Juan, el más joven de los 12 y uno de los más cercanos a Jesús: «No amen con puras palabras y de los labios hacia afuera, sino con obras y en verdad» (1 Jn. 3, 18). En una reflexión que he leído sobre le lectura de hoy, he encontrado un pensamiento que me es muy útil para concluir la mía: Jesús siempre enfatizó más el amor, la misericordia y la compasión que la observancia de reglas. En vez de concentrarse en lo que se debe hacer, hizo hincapié en cómo se debe ser. En este caso, compasivo, amoroso y misericordioso con los necesitados. No solo en intención, sino en acción.
Es bueno tener una religion y creer en Dios, pero tambien es necesario poner por obra, y mostrar el amor de Dios por el cual hemos sido redimidos. Santiago 1:27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.
La relacion con el projimo en mi opinion esta muy ligada al acto de contrición “ pecar de palabra, accion y omision” en que cuando actuamos no somos lo suficientemente bondadosos, misericordiosos… como señala Patricio.
Pero es en la “ omision” donde la relacion con el projimo es mas evidente, porque simplemente no actuamos.
Efectivamente, es la omisión en el actuar, pues muchas veces y en la mayoría de los casos, vemos, miramos, lo sentimos, reflexionamos, teorizamos o intelectualizamos, lamentamos, comentamos, decimos -voy a ir- voy y ayudar- voy a socorrer- etc. PERO no actuamos, lo postergamos y dejamos que la buena acción que hemos pensado hacer quede en una promesa incumplida.
Me gustó mucho tu reflexión y sobre todo me cuestionó sobre qué tanto amamos al prójimo y lo servimos. Gracias Patricio. Saludos a tu familia y para tí un abrazo.
Lourdes San Román de Corso