Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
14 Oct 08
Lucas 11, 37-41
Cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Entró y se sentó a la mesa. El fariseo entonces se extrañó al ver que Jesús no se había lavado las manos antes de ponerse a comer. El Señor le dijo: «Así son ustedes, los Fariseos. Ustedes limpian por fuera las copas y platos, pero el interior de ustedes está lleno de rapiñas y perversidades. ¡Estúpidos! El que hizo lo exterior, ¿no hizo también lo interior? Pero, según ustedes, simplemente con dar limosna todo queda purificado.
La lectura de esta semana nos plantea un tema de gran actualidad y que puede tener diferentes mensajes de lectura. Para algunos, es muy probable que pueda molestar mi opinión contenida en esta Cartilla, pues “viven” el Evangelio siguiendo más la formalidad, la “reglamentación” de la Iglesia, lo externo, que la actitud interior que es lo que mueve a la persona a actuar en forma consecuente con el Mensaje de Jesucristo. Es muy duro Jesús al respecto, al decirles ¡Estúpidos! … y lo dice Jesús …
Un par de años atrás, un grupo de católicos que participábamos de la misa enla Catedralde una ciudad sudamericana que era celebrada por el Obispo dela Región, nos negó -al pie del Altar frente a Jesús crucificado- la comunión por colocar nuestras manos para recibir la hostia consagrada. Ello fue subsanado rápidamente por los sacerdotes co-celebrantes de nuestra comunidad (MIAMSI). La actitud del Obispo fue impactante para todos nosotros, nos hizo volver a una Iglesia del pasado antes del Concilio Vaticano II que tan mal hace al pueblo católico. La rigidez de tantas obligaciones de orden ritual-religioso como ese hecho, que podría ser calificado como “farisaico”, aumentan el desencanto de nuestra juventud con nuestra querida Iglesia.
Ello es un hecho de vida que se repite en el diario quehacer en todo orden de cosas. Se da prioridad a lo exterior, a lo superficial, al protocolo, a costumbres y/o tradiciones de tiempos ancestrales que son ajenas al mundo de hoy. Muchos viven el cristianismo encapsulado en un ambiente de purificación que está acomodado a una percepción mutilada de lo que Jesús vino al mundo a enseñarnos y pedirnos. El Evangelio va mucho más allá de lo que tanto se ufanan de estar en paz con Dios y ser buenos católicos-cristianos por cumplir -a su manera- con los Mandamientos. El Evangelio es un llamado a vivirlo íntegramente para que, naciendo de nuestro interior, seamos verdaderamente fieles testimonio de Cristo con nuestra actitud reflejada en los actuares en toda el ámbito de nuestro diario quehacer, sin exclusión alguna
Hoy estamos llamados a ser humildes, tolerantes y participativos en nuestro medio familiar, social, laboral y político a la luz del mensaje salvador de Jesús, de modo que Él al vernos insertos en el mundo de hoy no tenga que decirnos ¡Estúpidos! No basta con la “ayuda” con una limosna, que es desprendernos de algo que nos “sobra”, no basta con decir: cumplo porque voy a misa, comulgo y doy la paz a mi vecino durante la misa, y/o que concurra diariamente a misa y/o rece el rosario con mucha frecuencia. ¡No basta! Debemos “darnos a los demás” para que así Jesús se sirva de nosotros. El Santo Padre Alberto Hurtado decía al respecto: “Darse es cumplir justicia. Darse es ofrecerse a sí mismo y todo lo que tienes. Darse es orientar todas tus capacidades de acción hacia el Señor. Darse es dilatar tu corazón y dirigir firmemente tu voluntad hacia el que los guarda. Darse es amar para siempre y de manera tan completa como se es capaz. Dar es uno de los goces más completos que Dios nos ha deparado. Dar, dar siempre, hasta que se nos caigan los brazos de cansancio”.
Finalmente, los invito a meditar y revisar nuestra vida a la luz de lo que nos dice S. Mateo 7,21: “No basta decir Señor, Señor, para entrar en el reino de los cielos, sino que hay que realizar la voluntad de mi Padre que está en los cielos».
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