Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
15 Oct 12
Lucas 12, 1 a 7
Hasta los pelos de vuestras cabezas están contados
Entre tanto se habían reunido miles y miles de personas, hasta el punto de que se aplastaban unos a otros. Entonces Jesús se puso a decir, especialmente para sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay tan oculto que no haya de ser descubierto o tan escondido que no haya de ser conocido. Por el contrario, todo lo que hayan dicho en la oscuridad será oído a la luz del día, y lo que hayan dicho al oído en las habitaciones será proclamado desde las azoteas. Yo les digo a ustedes, mis amigos: No teman a los que matan el cuerpo y después ya no pueden hacer nada más. Yo les voy a mostrar a quién deben temer: teman a Aquel que, después de quitarle a uno la vida, tiene poder para echarlo al infierno. Créanme que es a ése a quien deben temer. ¿No se venden cinco pajaritos por dos monedas? Pues bien, delante de Dios ninguno de ellos ha sido olvidado. Incluso los cabellos de ustedes están contados. No teman, pues ustedes valen más que un sinnúmero de pajarillos.
Hace unos años me tocó pasear por Roma con unas nietas. Las llevé a visitar la Capilla Sixtina. Llegamos temprano al Vaticano, hicimos un buen rato de cola en medio de tanto turista que visita diariamente el palacio papal. Cuando finalmente entramos, caminamos directamente hacia la capilla, para poder estar largo rato contemplando los maravillosos frescos de Miguel Ángel. Nos sentamos como pudimos en el primer hueco que encontramos y levantamos la vista hacia la bóveda superior.
Yo iba preparada a darles una primera aproximación al arte renacentista, pero al mirar esos frescos a través de los ojos de dos adolescentes lo primero que me surgió decirles fue: “Para empezar… ¡Dios no es un viejo con barba!”
Eso no nos impidió admirar las escenas de la creación, entre ellas el célebre “dedo de Dios”, rozando apenas la punta del dedo del primer hombre para despertarlo a la vida e insuflarle ese soplo divino que nos hace humanos. Magistral. Las dificultades se presentaron ante la monumental representación del Juicio Final en la pared del fondo, con un Cristo temible, con su brazo levantado para separar a los buenos de los malos, los segundos cayendo sin remedio en el suplicio eterno del infierno.
Eso no fue más que el comienzo. Muchas otras escenas objetables fueron surgiendo para que nuestro viaje cultural se convirtiera en una virtual catequesis. Durante el resto del viaje me dediqué a hacerles comprender que, durante siglos, lo que primó entre los cristianos es una imagen del Dios castigador, del juez temible del Antiguo Testamento, capaz de convertir en ceniza una ciudad y todos sus habitantes y en estatua de sal a una mujer curiosa. También les señalé que ése no era el Dios de Jesús, el padre con quien se mantuvo en tierna cercanía hasta el punto de dirigirse a él como Abba (papacito). Cristo predicó el Reino de Dios como un reinado de amor y habló de un Dios que es misericordioso y no juez castigador (Lc. 15, 11-32).
Es cierto que el mal y los tormentos sirvieron de inspiración para la creación de maravillas artísticas y literarias, como la Divina Comedia en la que Dante desarrolla admirablemente su visión teológica, lógica y mística a la vez, propia del pensamiento de su tiempo. La escolástica no le impidió colocar a sus enemigos políticos, incluyendo algún papa, los círculos más profundos. Al mismo tiempo, la población iletrada de la Europa medieval era catequizada a través de medios visuales, ya fuesen frisos y bajorrelieves de piedra tallada, viacrucis, frescos o retablos, donde las escenas bíblicas y evangélicas podían ser tiernas y edificantes por una parte, pero no faltaban aquellas destinadas a despertar pavor al castigo por sus faltas, cosa de mantener al pueblo por la buena senda.
En el texto de Lucas que me ha tocado comentar, Jesús, al referirse a un Dios omnipresente, capaz de ver lo que está a oscuras, de escuchar lo que se dice en secreto, con poder sobre la vida, la muerte y más allá, ¿es el mismo Dios del amor que acoge al hijo pródigo (Lucas 15, 11-32), el patrón generoso que no escatima el jornal de los viñadores contratados a última hora (Mateo 20, 1-15), el pastor que sale a buscar a la oveja perdida? Inserto en una cultura, hablando en el lenguaje de los galileos, usando imágenes comprensibles para su gente, Jesús habla también de la ternura de Dios hasta en lo más frágil: desde los pajaritos más pequeños hasta los cabellos de las personas.
¿Qué nos dicen a nosotros, cristianos del siglo XXI, las palabras que emplea Jesús para hacernos conocer al Padre? Inundados de información sobre temas casi incomprensibles, que van desde las partículas llamadas “de Dios” hasta la “venta de bonos de oxígeno”; sometidos a tecnologías que a duras penas manejamos, ¿tendremos que abrirnos humildemente y dejarnos inundar por el Dios del Reino que también está presente en la teología cuántica, la espiritualidad de nuestros pueblos originarios o experiencias liberadoras, incluyendo el eco-feminismo?
Es necesaria una puesta al día, mantenerse en un estado de discernimiento constante, a la luz de los aportes de las ciencias bíblicas e históricas, de la física, la antropología… pero sin dejar de partir de lo más sencillo e irrenunciable: la novedad de la primacía del amor y la misericordia que trajo Jesús de Nazaret.
Cierto es María Marta, tienes mucha razón; principalmente en el Medioevo, período en que se levantaron grandes catedrales en Europa, sólo un muy pequeño porcentaje de la población sabía leer, entonces la manera de catequizar, era a través las diferentes formas artísticas que se plasmaban en sus paredes y ornamentos. Llama también mi atención, las muchas escenas demoníacas e infernales, calderos, cabezas de diablos, representadas en esculturas y tallados en las puertas y murallas de muchas Iglesias europeas, debo confesar que me producen un cierto escalofrío; entiendo sin embargo, que estas escenas eran el modo de mostrar a los cristianos de la época, el horror al que serían sometidos, si no se hacía lo que la institución de la Iglesia les ordenaba.
Esta manera de catequizar me parece devastadora, sin embargo aún quedan vestigios de ella en la idea que se “debe” hacer el bien, por temor a las “penas del infierno”. Jesús sin embargo nos entrega una ley de amor, en donde la dignidad de las personas radica en ser producto de la creación del Padre, y en donde Él cuida y manifiesta su preocupación por cada una de sus criaturas.
El amor está muy lejos de ser un deber, es el compromiso de nuestras conciencias con la bondad, y la entrega; es la impronta de Dios mismo en el alma humana.
Jesús, se manifiesta siempre comprensivo ante el dolor humano, generoso, humilde, amigo, tolerante, y amante de la humanidad a pesar de sus pecados.
Pero en este pasaje del evangelio Jesús nos advierte de la hipocresía de los fariseos, quienes llamándose justos y fieles a la ley de Dios, no escatiman en la condena y el castigo, mientras Jesús nos habla de Amor y Perdón.
Me gustaría recordar aquí la letra de uno de nuestros himnos, que me parece tan decidora: “ …..Milagro de amor tan infinito, en que tú mi Dios te has hecho, tan pequeño y tan humilde, para entrar en mí…………,
…..Milagro de amor tan infinito, en que tu mi Dios te olvidas, de tu gloria y de tu majestad, por mí……”