Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
24 Oct 15
Lucas 13, 10-17
“A esta, que es hija de Abraham, ¿no había que consolarla en sábado?”
Jesús estaba enseñando en una de las sinagogas un día de reposo, y había allí una mujer que durante dieciocho años había tenido una enfermedad causada por un espíritu; estaba encorvada, y de ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, has quedado libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios. Pero el oficial de la sinagoga, indignado porque Jesús había sanado en día de reposo, reaccionó diciendo a la multitud: Hay seis días en los cuales se debe trabajar; venid, pues, en esos días y sed sanados, y no en día de reposo. Entonces el Señor le respondió, y dijo: Hipócritas, ¿no desata cada uno de vosotros su buey o su asno del pesebre en día de reposo y lo lleva a beber? Y ésta, que es hija de Abraham, a la que Satanás ha tenido atada durante dieciocho largos años, ¿no debía ser libertada de esta ligadura en día de reposo? Y al decir Él esto, todos sus adversarios se avergonzaban, pero toda la multitud se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por Él.
En mi condición de médico católico, este episodio de sanación, como otros que se mencionan en el Evangelio, me llega profundamente y me hace acompañar a esta mujer que ha llevado esta carga dolorosa y pesada a sus espaldas por más de dieciocho años. Cuando se es portador de un dolor crónico y discapacitante durante tanto tiempo, cada minuto es una eternidad y Jesús lo sabía y lo entendía como una urgencia más allá de que fuera un día sábado que era consagrado para el reposo y la oración según la tradición recibida en el tiempo de Moisés, cuando Dios le entregó las tablas de la ley.
Esa mujer sufría en silencio el tormento de su destino, no sabía por qué su columna se había destruido, sus vertebras se habían fusionado, tal vez producto de una grave infección de sus huesos o algún tumor destructivo que pronto la llevaría a la muerte. Ella era incapaz de mirar el horizonte, solo el suelo que pisaban sus pasos, sin embargo no se quejaba y estaba allí, en silencio aquel día escuchando al Maestro en la Sinagoga. Entonces ¿Qué sucedió? Jesús la miró con infinito amor, la identificó en medio de la multitud y la llamó en medio de su sorpresa, la tocó delicadamente y ella después de tanto tiempo pudo librarse del horroroso dolor y enderezarse para mirar a Jesús de frente y verlo con una sonrisa glorificando a Dios Padre, al momento que le decía que estaba libre de aquella penosa enfermedad que la tenía encorvada impidiendo gozar de la vida; le devuelve su dignidad perdida durante tantos años y le permite recuperar su armonía personal destruida, para poder vivir una vida nueva, como el resto de la gente que la rodeaba y que no se daba cuenta de su tormento.
Después de este milagro de Jesús, se produce un revuelo de proporciones, con el enojo vehemente del Jefe de la Sinagoga porque la legislación vigente, prohibía una curación en sábado por considerarla un trabajo. Quedaba exceptuada de esta prohibición aquella terapia que tenía por meta evitar la muerte. Es decir, en caso de peligro de muerte se permitía curar. Para los ojos implacables de los fariseos de entonces, esta pobre mujer “no calificaba” para romper la regla, por lo cual debía esperar “el día hábil para ser curada.”
Afortunadamente Jesús vino para aclarar la ley y a interpretarla desde la perspectiva del amor de Dios y no bajo el frío rigor legal. Exclamó fuertemente: “Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?, y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?”Lc13, 15-16
Quisiera invitarlos a reflexionar en relación a esta hermosa lectura de Lucas, recordando episodios en nuestra vida personal en que hemos sido extremadamente “rigoristas” y “más papistas que el Papa” para juzgar y condenar a nuestros hermanos, sin antes hacernos la célebre pregunta: ¿”Qué habría hecho Cristo en mi lugar”? Jesús vino para enseñarnos que las obligaciones del amor son superiores a toda ley. El ser humano y la integridad de su vida valen más que cualquier prescripción sabática.
En esta línea hago votos para que como laicos, a la luz del Evangelio de Lucas, podamos contribuir a la apertura de las ventanas de nuestra Iglesia, para trabajar por temas pendientes que hacen que actuemos como fariseos del mundo moderno. Oremos para que las grandes intenciones puestas en el Sínodo de la Familia encabezadas por el Santo Padre den frutos concretos y abundantes y que el Espíritu Santo nos ilumine en la oración y la acción para trabajar por un mundo mejor en el “Año de la Misericordia” que estamos prontamente a comenzar.
Vamos “juntos como hermanos, miembros de una Iglesia” con todas aquellas mujeres encorvadas y hombres mutilados y adoloridos junto a Jesús resucitado que no es indiferente ante nuestro sufrimiento, que nos mira, se inclina, nos toca , nos llama por nuestro nombre y nos libera del dolor con su amor inconmensurable.
Luís, difícil hacer un comentario, lo que dices en el último párrafo, lo dice todo ,estoy pasando un momento triste, debido a la enfermedad de mi esposo, pero una vez mas compruebo que no estoy sola y que JESUS,esta a mi lado y me libera de mi dolor y me acompaña, además me ha dado la lección de que nunca una esta preparada para las sorpresas de la salud y que mi alrededor hay mucho dolor y debo estar junto a esas personas, mis hermanos en CRISTO