Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
26 Oct 09
Lucas 13, 10-17
“A esta, que es hija de Abraham, ¿no había que soltarla en sábado?»
Jesús estaba enseñando en una de las sinagogas un día de reposo, y había allí una mujer que durante dieciocho años había tenido una enfermedad causada por un espíritu; estaba encorvada, y de ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, has quedado libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios. Pero el oficial de la sinagoga, indignado porque Jesús había sanado en día de reposo, reaccionó diciendo a la multitud: Hay seis días en los cuales se debe trabajar; venid, pues, en esos días y sed sanados, y no en día de reposo. Entonces el Señor le respondió, y dijo: Hipócritas, ¿no desata cada uno de vosotros su buey o su asno del pesebre en día de reposo y lo lleva a beber? Y ésta, que es hija de Abraham, a la que Satanás ha tenido atada durante dieciocho largos años, ¿no debía ser libertada de esta ligadura en día de reposo? Y al decir Él esto, todos sus adversarios se avergonzaban, pero toda la multitud se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por Él.
La misericordia de Jesús es uno de los rasgos que más destaca el evangelista Lucas. Y el texto que nos ofrece hoy refleja fuertemente esta característica del Maestro.
Una vez más encontramos a Jesús en la sinagoga y en sábado. Y una vez más le encontramos contraviniendo las leyes impuestas por los poderosos para marginar a las personas. Esta vez se trata de una mujer que ha estado encorvada durante dieciocho años. Su discapacidad, considerada en su época fruto de un espíritu o de una “atadura de Satanás”, le impedía llevar una vida plena.
Seguramente para los que iban cotidianamente a la sinagoga, la patética figura de la mujer era habitual… pero Jesús se fija especialmente en ella y con sus palabras y gestos la libera de su enfermedad. Hasta aquí el milagro. La misericordia de Jesús ha permitido que esa mujer, con un grave defecto físico, pueda volver a caminar erguida.
El texto sigue con la reacción que produce el milagro en la mujer, que se pone a glorificar a Dios, y en el jefe de la sinagoga, quien se molesta porque la sanación ha tenido lugar en día sábado. Ante esto, Jesús reacciona fuertemente y cuestiona la actitud hipócrita de quienes se preocupan más por su buey o su burro que por una mujer: una “hija de Abraham”… con plenos derechos dentro de la pueblo de Israel, al igual que lo hombres. La misericordia de Jesús hace que ahora el milagro se complete… Para Jesús no basta la salud del cuerpo, Él también se preocupa de la reintegrar a las personas a la vida plena.
En nuestra sociedad, vemos como también a las personas con algún defecto físico les son negadas muchas ventajas de las que gozamos los sanos sin darnos cuenta. Hace pocos días salía de una estación del Metro y me encontré una mujer, con dos muletas, subiendo dificultosamente las escaleras que llevan a la superficie… y ahí me di cuenta que no todas las estaciones tienen accesos para discapacitados!!
Y ni qué decir del caso que salió en el diario el otro día sobre una muchacha invidente, que no puede rendir la PSU (Pruebas de Selección Universitaria) porque, entre otras cosas, el Ministerio de Educación aduce que no pueden hacer la pruebas en sistema braille pues son muchas letras y puntos.
Estas personas, y muchísimas otras en nuestra sociedad, experimentan discriminación de diverso tipo: no son acogidas como miembros con pleno derecho en la comunidad, son vistas como disminuidas. ¡Nada hay más discriminatorio que apelativos como “minusválido” o “invalido”.
Creo que nuestro deber hoy, como seguidores y seguidoras de Jesús y con el impulso de la misericordia de Dios, es incluir a las personas “encorvadas” en nuestra comunidad y ayudarles a “enderezarse” para que puedan ejercer plenamente sus derechos.
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