Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
01 Nov 14
Lucas 14, 1-6
«Si a uno se le cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo sacará aunque sea sábado?»
Un sábado Jesús fue a comer a la casa de uno de los fariseos más importantes, y ellos lo observaban. Por casualidad había delante de él un hombre que sufría de hinchazón. Jesús preguntó a los maestros de la Ley y a los fariseos: « ¿Está permitido por la Ley curar en día sábado o no?» Pero ninguno respondió. Jesús entonces se acercó al enfermo, lo curó y lo despidió. Después les dijo: «Si a uno de ustedes se le cae su burro o su buey en un pozo en día sábado, ¿acaso no va en seguida a sacarlo?» Y no pudieron contestarle
¿Cuantas veces conocemos a personas y sentimos que necesitan de nuestra ayuda? ¿O requieren una palabra de apoyo de nosotros, que damos testimonio de amar a nuestros hermanos como Nuestro Señor nos ha enseñado? ¿Y cuantas de esas veces respondemos a ese sentimiento y ayudamos o apoyamos?
¿Que relación tienen esas preguntas con la lectura de hoy? Pues muchas según mi pensar, porque cuantas veces nos inhibe nuestra formación familiar, educacional y/o social, para no hablar de Nuestro Señor o para amar a nuestro prójimo, ¡¡¡¡a cualquier prójimo!!!!. Otras veces, nos escudamos en formalidades o excusas acomodaticias que Jesús en este evangelio de Lucas nos llama a no caer, tal como se los dice fuerte y directamente a los maestros de la Ley y a los fariseos. Haciendo una proyección de este hecho, me parece que hoy en día, inmersos en una sociedad tan exitista, individualista y materialista, son muchos los que en la vida diaria se escudan en una actitud “sabatista” para inmovilizar el amor fraterno, la solidaridad y la comprensión, abandonando así el mensaje fundamental de Jesús.
Es esencial el que SIEMPRE practiquemos el amor que Nuestro Señor nos enseñó, no solo cuando vamos a la Iglesia o cuando estamos entre creyentes como cada uno de nosotros, sino que hay que practicarlo en todo momento, en todo lugar, sin pensar siquiera si será correcto hablar de Jesús, o abrazar a quien está triste o consolar al que se ha caído (material o espiritualmente).
El Papa Francisco nos dice lleno de pasión en su discurso de Cuaresma: “los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas”.
Y no debemos dejar pasar el tiempo para empezar a actuar, no debemos encontrar “un momento adecuado” para trabajar por el mensaje que Nuestro Señor nos ha mandado transmitir, sino que, como dice el Papa Francisco, debemos comenzar pronto “a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna”.
Si no creemos que esa noticia será de sanidad para los que sufren y tienen necesidades, entonces a los primeros que debemos curar somos nosotros mismos, para luego llevar el agua verdadera, que quitará la sed de los corazones de todos los afligidos, en los que bien podemos incluirnos nosotros mismos, caminantes de un camino cuyo destino es Cristo y Dios Padre.
Vayamos al mundo para llenarlo de la Buena Nueva¡¡¡ No temamos a las convenciones, a lo que parece bien, a los estándares, porque Cristo no esperó que fuera sábado para sanar, así tampoco esperemos nosotros el “mejor momento”, sino que amemos ¡¡¡AHORA¡¡¡ porque hay muchos que estamos esperando ser amados, queridos, consolados, comprendidos, salvados.
¿Vas a esperar que pase el sábado para actuar? Es hora ya, de cambiar tu actitud. No olvides “que la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta”(Santiago 2, 17).
El amor es la etiqueta del SER cristiano.
«En esto todos conocerán que son mis discípulos..»
El trato que dimos en vida al prójimo (igual de quien se trate) constituye el único criterio en el juicio final.