Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
09 Nov 19
Lucas 15, 1-10
Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepienta
Todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle; y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces Él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la que está perdida hasta que la halla? Al encontrarla, la pone sobre sus hombros, gozoso; y cuando llega a su casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: “Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.” Os digo que, de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento.
¿O qué mujer, si tiene diez monedas de plata y pierde una moneda, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado hasta hallarla? Cuando la encuentra, reúne a las amigas y vecinas, diciendo: “Alegraos conmigo porque he hallado la moneda que había perdido.” De la misma manera, os digo, hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Para comprender bien las parábolas que nos presenta el texto de hoy, tenemos que fijarnos en las dos primeras frases: Jesús es duramente criticado por asociarse con gente de mala fama. ¡¡Quienes murmuran son los escribas y fariseos, que se creían muy santos y observadores de la ley… lo más escandaloso es que Jesús se sienta a la mesa con los pecadores!!
Podemos decir que este capítulo de Lucas es el corazón del Evangelio. Las parábolas que se narran tienen como objetivo mostrar la misericordia de Dios y la gratuidad de su amor. El Dios de Jesús es un Dios que se alegra, y comunica su alegría, por haber encontrado lo que se había perdido: una oveja… una moneda…
Como en todas las parábolas del Maestro, se presentan elementos del diario vivir. En ese tiempo era usual que muchos hombres fueran pastores de ovejas y muchas mujeres se dedicaran a la administración económica del hogar. Lo que pierden son elementos con un valor económico desigual… pero que para quienes los pierden son igualmente importante. Ambos ponen su mayor esfuerzo en encontrarlos y luego convocan a su comunidad para celebrar su hallazgo.
Jesús no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores. Por eso se rodeaba de los que estaban perdidos… El Padre bueno se alegra por los pecadores que se arrepienten… por los que estaban perdidos y son hallados.
En las sociedades tan individualistas en las que nos toca vivir, estas parábolas promueven valores distintos. Generalmente en nuestras sociedades se habla de logros individuales y pocas veces se llama a compartirlos con los otros. Si queremos ser una iglesia fiel a Jesús de Nazaret, nuestros esfuerzos deben estar en comprender y acoger a los pecadores… nunca condenarlos.
“Conocemos todos la imagen del Buen Pastor que carga sobre sus hombros a la oveja perdida. Desde siempre esta imagen representa la solicitud de Jesús hacia los pecadores y la misericordia de Dios que no se resigna a perder a ninguno. Jesús cuenta la parábola para hacer comprender que su cercanía a los pecadores no debe escandalizar, sino, al contrario, provocar en toda una seria reflexión acerca de cómo vivimos nuestra fe.” (Papa Francisco, Audiencia General, miércoles 4 de mayo de 2016)
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