Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
11 Nov 13
Lucas 15, 1-10
Parábola de la oveja perdida
Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para oírlo, de modo que los fariseos y los maestros de la ley se pusieron a murmurar: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.»Él entonces les contó esta parábola: «Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas. ¿No deja las noventa y nueve en el campo, y va en busca de la oveja perdida hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, lleno de alegría la carga en los hombros y vuelve a la casa. Al llegar, reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo; ya encontré la oveja que se me había perdido.” Les digo que así es también en el cielo: habrá más alegría por un solo pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse. »O supongamos que una mujer tiene diez monedas de plata y pierde una. ¿No enciende una lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo; ya encontré la moneda que se me había perdido.” Les digo que así mismo se alegra Dios con sus ángeles por un pecador que se arrepiente.
¿Alguna vez perdiste algo que era muy importante o preciado para ti? Al menos yo, me pongo psicótica y busco y busco hasta encontrarlo.
Ovejas… denarios, puede que no nos digan mucho, pero pongámoslo en términos de hoy: ¿Qué haces cuando pierdes un buen negocio, una joya, y para qué hablar un buen amigo?
Ambas parábolas que analizamos nos hablan de elementos del diario vivir. Jesús hace referencia a actividades comunes que se realizaban en esas comunidades. Era usual que muchos hombres se dedicaran a cuidar ovejas; también era habitual que muchas mujeres se dedicaran a la administración económica del hogar. Es lo que perdemos o lo que estamos por perder lo que primero nos mueve y nos pone en guardia, y ponemos todo nuestro esfuerzo y empeño en recuperarlo.
Es curioso que nosotros siempre prefiramos los que nos son afines, los que piensan como nosotros, los que nos quieren, los que van a nuestro mismo ritmo. Y en cambio el Señor nos hace ver la importancia de ir por el extraviado, por el perdido, sacando una figura de nuestra propia vida cotidiana…
El hombre y la mujer de las parábolas son como Jesús cuando busca al que se ha alejado, que le es tan precioso y valioso que justamente por eso va y lo busca para integrarlo con los demás.
Llama la atención que las dos parábolas apelan a la comunidad. Cuando encuentran a la oveja y la moneda, no quisieron quedarse con esta alegría sólo para ellos, sino que quisieron compartirla con sus amigos y vecinos. Para Jesús era importante la vida comunitaria, la “común-unión,” la comunión en donde se abre el espacio para celebrar. Un espacio donde todos podían alegrarse de manera sincera por los logros de los demás.
Diferente es en la sociedad tan individualista en las que nos toca vivir. Nos mueven valores distintos. Generalmente hablamos de logros individuales, pero pocas veces se llama a compartirlos con los otros. Nuestros hogares, nuestro vecindario, lugares de trabajo y grupos de amigos deberían ser comunidades en donde se pueda celebrar, compartir y trabajar por el bien del otro, en donde todos tengan la libertad de expresarse y en donde el amor de Jesús penetre en todos sus integrantes.
Es reconfortante saber que para el Señor, somos un tesoro…somos el tesoro más preciado. Para Él cada uno de nosotros cuenta y contrariamente a lo que imaginamos, o a lo que constituye nuestra costumbre y nuestra forma de valorar, el comienza contando precisamente con los despreciados, los olvidados, los pecadores
Para Jesucristo, buen pastor, el mal no está en caer, en equivocarse una vez, o setenta veces siete; el mal está en quedarse ahí caídos, sin levantarse y volver a empezar. Ante nuestra debilidad tenemos el consuelo de la infinita misericordia de Dios. Él siempre nos perdona, siempre nos acoge.
¿Tú irías detrás de la oveja perdida?
Deja una respuesta