Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
05 Nov 12
Lucas 17, 26-37
En los días del Hijo del Hombre sucederá lo mismo que en tiempos de Noé: la gente comía, bebía, y se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca y vino el diluvio que los hizo perecer a todos. Ocurrirá lo mismo que en tiempos de Lot: la gente comía y bebía, compraba y vendía, plantaba y edificaba. Pero el día que salió Lot de Sodoma, cayó desde el cielo una lluvia de fuego y azufre que los mató a todos. Lo mismo sucederá el día en que se manifieste el Hijo del Hombre. Aquel día, el que esté en la terraza, que no baje a buscar sus cosas al interior de la casa; y el que esté en el campo, que no se vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que intente guardar su vida la perderá, pero el que la entregue, la hará nacer a nueva vida. Yo les declaro que aquella noche, de dos personas que estén durmiendo en una misma cama, una será llevada y la otra dejada, dos mujeres estarán moliendo juntas, pero una será llevada y la otra dejada.» Entonces preguntaron a Jesús: «¿Dónde sucederá eso, Señor?» Y él respondió: «Donde esté el cuerpo, allí se juntarán los buitres.»
Debo reconocer que mi fe es muy fuerte porque mi Dios-Padre está en mí como el centro de mi vida que ilumina y me guía bajo su infinito amor. Me colma de felicidad, me da tranquilidad y por sobre todo, le da sentido a mi vida. No soy un errante peregrino, ni soy un ser abandonado a su sola suerte. Soy parte de una maravillosa familia de muchos hermanos que buscamos vivir en paz, en armonía, en la verdad, complementación y solidaridad: El Reino de Dios.
He creído necesario explicar lo anterior para reflexionar sobre este mensaje que, para muchos, en vez de tranquilizarlos y ayudarlos a vivir la vida en plenitud, los atemoriza a tal extremo que viven angustiados haciendo de sus vidas una infeliz espera de un final tenebroso que está próximo a suceder. ¿Será eso lo que quiere nuestro Dios-Padre para nosotros, quienes somos sus hijos predilectos? Estoy absolutamente seguro que no es así cómo debemos captar el mensaje. Debemos pensar que Jesús estaba enmarcado en una discusión con un grupo de fariseos que le preguntaban cuando iba a llegar el Reino de Dios que los liberaría del dominio de los romanos. Jesús emplea una forma muy cruda, pero efectiva para esa circunstancia, para señalar que no es ese tipo de liberación lo que nos ofrece, sino es algo completamente diferente.
Hoy en día, dos mil años después, vivimos encerrados entre muros, dominados por el egoísmo, el desamor, la hipocresía, el engaño, la injusticia, la discriminación y la ausencia de humanidad hacia los demás. Estamos bajo el dominio del imperio del consumismo y de la lucha por lograr el poder del dinero y el éxito material personal, lo que en forma figurada sería para esa época lo que era para los judíos dominados y explotados por el imperio romano.
La lectura de hoy, es un llamado a despertar nuestras conciencias dormidas, acomodadas, encerradas en un individualismo limite, para cambiar nuestras actitudes, pensar y actuar como Dios lo quiere para sus hijos, con amor entre todos, que son hermanos por ser hijos del mismo Padre. Se nos llama a dejar a un lado nuestro personal egoísmo, a cambiar de vida y a comprometernos en la construcción del Reino de Dios, que es la buena nueva, el nuevo Reino del amor. Jesús lo dice claramente: “El que intente guardar su vida la perderá, pero el que la entregue, la hará nacer a la nueva vida”.
Las incógnitas de ¿Cuándo? ¿Dónde? las interpreto, a título personal, como símbolos que Jesús nos muestra como señales para sacarnos de nuestra ceguera, error y del camino equivocado, preocupados por afanes materiales e intereses que no es lo más importante. No importa el cuándo, pues no es el temor, el miedo, el castigo el que nos debe llevar a vivir en el hoy, ahora y aquí, como hermanos que se quieren, sino porque creemos y hacemos nuestro el mensaje de Jesús: “amaos los unos a los otros”, porque así alcanzareis el Reino de los Cielos.
Jesús nos dice que quien pretenda guardar su vida la perderá; y quien la pierda, la guardará, esto es, dará a su alma la verdadera vida. Nos está diciendo que quien haga de esta vida el valor fundamental de su interés personal, está cayendo en un gran error: pierde la vida eterna. Por el contrario, quien esté dispuesto a renunciar gran parte de sus bienes y comodidades para compartirlas con los demás, a minimizar lo terrenal, lo material, a resistir al egoísmo y la maldad, luchando por cambiar al mundo de su error, ganará la eterna felicidad.
La reflexión que hace Patricio me ha sido de gran ayuda. Siempre he tenido la impresión que Dios es la plenitud del amor y cuando se lee el Nuevo Testamento debe hacerse teniendo siempre presente esa maravillosa cualidad de Dios.
El texto comentado por Patricio es totalmente diferente a todo cuanto antes había escuchado. Su visión de un Dios que invita a construir un mundo mejor sin el temor al castigo, sin penas ni cadenas ni infierno en que muchas nos quemaremos en el fuego eterno, me parece un ejemplo de lo que deben hacer nuestros sacerdotes. El aporte de los laicos que viven en este mundo es fundamental para re-encantar a la juventud y hacer que muchos católicos vuelvan a la Iglesia. La Iglesia domestica, la Iglesia de todos, abierta y centrada en un Cristo vivo, con respuestas entendibles para la vida de hoy y no con retorica de la historia sagrada de una cultura e idiosincrasia judía de hace dos mil años.
Años atrás asistí a unos cursos de Biblia y esta lectura me hizo recordar lo confundida y asustada que quedé. La mitad será condenada y la otra mitad se salvará. No me cuadraba. Ahora sí, con la refelción de Patricio.
Muy bien dicho Patricio. Felicitaciones