Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
16 Nov 09
Lucas 18, 35-43
«¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea otra vez».
En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: «Pasa Jesús Nazareno.» Entonces gritó: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él dijo: «Señor, que vea otra vez.» Jesús le contestó: «Recobra la vista, tu fe te ha curado.» En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.
Este pasaje me ha tocado muy profundo en momentos de meditación, y desde entonces ya no pude dejar de ver…
Lucas narra la curación del ciego para animarnos a «vivir un proceso que pueda cambiar nuestras vidas». Ver desde el corazón, ver desde la otra persona, ver desde la óptica de Jesús, desde enfoques diferentes.
¿Qué podemos hacer cuando la fe se va apagando en nuestro corazón? ¿Es posible reaccionar? ¿Podemos salir de la indiferencia, o de la modorra?
No es difícil reconocernos en la figura del ciego de Jericó porque vivimos a veces como «ciegos», sin ojos para mirar la vida como la miraba Jesús. «Sentados», instalados en una religión convencional; desaminados, «al borde del camino».
A pesar de su ceguera, este hombre «se entera» de que, «por su vida, está pasando Jesús»; En mi experiencia de fe, muchas veces puedo ver y sentir a ese Jesús que esta a mi lado, dando amor, tiempo, dándome yo misma, leyendo los acontecimientos de la realidad nacional desde su óptica; aportando mi grano de arena para la educación rural, para la toma de conciencia ante la violencia que afecta a tantas mujeres; la utilización de los niños y adolescentes.
Sigo leyendo el texto y siento que no puedo dejar de gritar como el ciego, una y otra vez: «ten compasión de mí». Esto es lo primero: abrirse a cualquier llamada o experiencia que nos invita a curar nuestra vida; de hecho me es más fácil ver la vida del otro que la mía, personalizar, dirigir la mirada al interior de mi persona, sin culpas, sin juzgarme de antemano; con humildad de corazón, aceptando mis limitaciones y sobre todo saber que de mi depende experimentar ser feliz aquí, ahora… no en la otra vida. El Padre nos dio esta vida para ser felices; para disfrutar de la naturaleza, la fraternidad, la amistad, alegrías que me permiten ser feliz, trasmitir y vivir con humor, esperanza, confianza el regalo gratuito de la vida!
El ciego sólo sabe gritar y pedir compasión y en este momento de mi vida, atravesando momentos de crisis, es cuando, desde el fondo de mi corazón, a gritos pido ayuda y me pongo en manos de Jesús; en la certeza de que Él tiene algo nuevo para mi; que puede ser el comienzo de una vida nueva. Jesús no pasará de largo.
El ciego, aun en el suelo, escucha que le dicen: « ¡Ánimo! Levántate. Te está llamando». Imagino como se ilumina su cara ante la posibilidad de estar cerca de Jesús. Al escuchar la llamada a levantarse, reacciona; ya no se siente solo -Jesús lo está llamando. Esto lo cambia todo. Cuantas veces sentimos ese llamado personal, pero también ¿cuantas veces no me animo a escuchar, a percibir su mensaje, a disfrutar de su compañía, por que es más fácil no ver, no escuchar lo profundo, lo que genera y moviliza algo diferente en mi interior?
Este hombre da tres pasos que van a cambiar su vida «Arroja el manto» que le estorba para encontrarse con Jesús; luego, aunque todavía se mueve entre tinieblas, «da un salto» decidido y «se acerca» a Jesús. Es lo que necesitamos muchos de nosotros: liberarnos de ataduras, de prejuicios, de no tengo tiempo, de actitudes que ahogan nuestra fe; tomar, por fin, una decisión sin dejarla para más tarde; y ponernos ante Jesús con confianza sencilla y nueva.
A la pregunta de Jesús de qué quiere de él, el ciego no duda: «Maestro, que pueda ver». Es lo más importante. Cuando uno comienza a ver las cosas de manera nueva, su vida se transforma.
En una reciente reflexión que le escuché a p. Felipe Berrios sobre este texto, comentaba: fíjense como el evangelio es siempre un mensaje esperanzador para ver la luz, y no un compendio moralista. ¡Qué acertada esta reflexión en ese mismo sentido!
Muy sensible y lindo tu comentario, Gloria.
Miguel Rivas
Estimada Gloria,
Felicitaciones por tu maravillosa reflexión. No me queda nada que agregar. Tu testimonio es como el de muchos de nosotros que nos volvemos flojos, sordos y/o ciegos. Por ello, quiero destacar tus palabras al final cuando afirmas: «Muchos de nosotros necesitamos liberarnos de ataduras, de prejuicios, de no tengo tiempo, de actitudes que ahogan nuestra fe; tomar, por fin, una decisión sin dejarla para más tarde; y ponernos ante Jesús con confianza sencilla y nueva».
Qué alegría poder comprobar cómo el trabajo de evangelización, en este caso Gloria de Paraguay, une a nuestros países latinoamericanos pasando las barreras de las fronteras en un caminar juntos para llevar al Evangelio con su mensaje orientador y con respuestas para el mundo de hoy.
Felicitaciones por su excelente reflexion Gloria.
Creo que en este relato, cuando el ciego responde a Jesus: «que vea otra vez», es porque quiza no era ciego de nacimiento. De todos modos, creo que este ciego en ese momento vio dos veces: en la primera mirada ve al mundo que lo rodea (lo fisico), y la segunda mirada la luz de Jesus, el Hijo de Dios (lo espiritual). Muchos seguimos ciegos si no queremos ver la Luz, o a Jesus, como lo mas grande que tenemos en este mundo, y nos perdemos asi la Vida Eterna. Juan 14:6 «Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por Mi.»
Gracias,
Jose, Nueva York (USA)