Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
20 Nov 21
Lucas 19, 41 – 44
¡Si Hubieras Comprendido El Mensaje De Paz!
En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: «Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco. Te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has reconocido el tiempo ni la visita de tu Dios».
En este relato del Evangelio de Lucas, Jesús viene viajando desde Galilea acompañado de su gente y hace su conocida entrada triunfal a Jerusalén, en la que montado en un asno es vitoreado con ramas de palmas a modo de saludo. La última etapa de este trayecto se transforma en una impresionante procesión desde el Monte de los Olivos hasta la ciudad. Jesús se detiene y lo invade la emoción al mirarla, dominada por el magnífico templo, y llora fuertemente. ¿Por qué esta pena insondable?: porque el sabe el sacrificio que hará por el mundo y conoce la naturaleza intransigente de su pueblo, que está lejos de la conversión de acuerdo a sus enseñanzas.
Debemos entender que Jesús era perfecto, y en su condición de Hijo de Dios vivió nuestras experiencias humanas, de este modo su llanto es legítimo, frente a esta multitud que lo aclama pero que sabe que en el fondo que no es plenamente sincera, el hecho de sentirse conmovido, demostraba que era verdadero hombre con emociones propias de los hombres.
Estudiando el Nuevo Testamento vemos que Jesús manifiesta el llanto humano en tres oportunidades: en Juan 11, 32-36 con motivo de la muerte de su amigo Lázaro: “Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: “¿Dónde lo pusieron?”. Le respondieron: “Ven, Señor, y lo verás”. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: “¡Cómo lo amaba!”. Luego llora en este episodio de Lucas 19, 41-42 de esta reflexión: “Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: “¡Si tú también hubieras comprendido en ese día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos” y por último en el Huerto de los Olivos en Hebreos 5,7 “El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
El Evangelio siempre es actualidad y en esta perícopa, Lucas nos interpela fuertemente y nos trae a la realidad, a la humanidad encarnada del Hijo de Dios que se emociona y sufre ante la mirada del futuro de ser humano, pues conoce su naturaleza y su obstinación. Jesús sigue llorando hoy, y lo hace por nuestra necedad, por nuestra poca fe, por nuestra naturaleza egoísta y frívola, por la falta de solidaridad entre nosotros. Para nadie es extraño constatar que estamos viviendo tiempos muy duros y complejos, donde caen las estructuras valóricas y morales que nos han sostenido y nos dejan en la indefensión, en el temor y la vulnerabilidad absoluta. Vemos falta de verdad en los discursos políticos y solo oportunismos egoístas, sin una mirada de bien común. Se ha vuelto una “moda” declararse agnóstico y dar la espalda a la espiritualidad e incluso mofándose groseramente o violentamente contra ella. Algo nos ha pasado y no sabemos cómo lo resolveremos como sociedad.
Los grandes filósofos y los historiadores nos hablan siempre del “tiempo circular”, del eterno retorno, que volvemos sobre lo mismo, pareciendo que no se considera la memoria para corregir errores. “El hombre es el único ser que se tropieza dos veces con la misma piedra” reza el dicho popular. Tal vez sea nuestro karma.
Frente a esta situación nos quedan dos alternativas: seguir en esta espiral de tragedia de la que nunca vamos a levantarnos, o creer en el mensaje que nos ha traído Jesucristo hace mas de 2000 años y “dejarnos salvar”. ¿Cómo hacerlo? distanciándonos de la “maraña negativa” que nos envuelve, y trabajando nuestra propia espiritualidad, buscando el sentido de nuestra existencia, alabando la creación, agradeciendo cada don y cada sentido recibido, reconciliándonos con nuestra historia, compartiendo con nuestros semejantes mirando con esperanza, siendo justos en nuestro proceder cotidiano, teniendo certeza de que Dios Padre nos ama tanto, que ha enviado a Jesús a salvarnos, porque no quiere que ni uno solo de nosotros se pierda.
Ha dicho el Papa Francisco: “Pienso en tanta gente que llora: gente aislada, gente en cuarentena, los ancianos solos, personas hospitalizadas y personas en terapia, padres que ven que, porque no hay el salario, no podrán alimentar a sus hijos. Mucha gente llora. Nosotros también, desde nuestro corazón, los acompañamos. Y no nos hará daño llorar un poco con el llanto del Señor por todo su pueblo”.
Les propongo sentarnos al lado de Jesús, rodeando sus hombros con nuestro brazo, emocionándonos con Él, sintiendo su profundo cariño, llorando un rato juntos, como un gesto aliviador para que aflore la luz , la esperanza, y la certeza que es nuestro aliado incondicional para seguir el camino perfecto que Dios nos ha diseñado desde siempre.
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