Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
14 Nov 11
Lucas 19, 45-48
Jesús y los Indignados
Después Jesús entró en el templo y se puso a echar a los negociantes diciéndoles: “Está escrito que mi casa es casa de oración y ustedes la han convertido en cueva de ladrones”.
A diario, Jesús enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes y los maestros de la Ley y las autoridades del pueblo, buscaban el modo de acabar con Él y matarlo; pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo escuchaba a Jesús y estaba pendiente de sus palabras.
Jesús, modelo para las y los indignados
No es fácil comprender al Jesús que Lucas (y los otros tres evangelistas) nos presenta en el texto de hoy: un Jesús enojado que no solamente grita su indignación (“han convertido mi casa en cueva de ladrones”), sino que pasa a la acción, expulsando a los negociantes del templo, lo que molestó mucho a las autoridades y sacerdotes de su tiempo. Parece contradecir al Jesús que predica el perdón, la compasión y el amor. Sin embargo, es otra faceta de Jesús que nos debe también orientar.
A lo largo de los siglos, cuantos indignados e indignadas han gritado y denunciado abusos de autoridades civiles y religiosas. Es seguro que Jesús se hubiera indignado en tiempos de la vergonzosa venta de indulgencias, en la época de la sanguinaria Inquisición, y en los siglos de convivencia y apoyo de la iglesia a reyes y gobiernos que oprimían a sus pueblos.
Más cerca de nuestros tiempos, Jesús se indignaría al constatar que muchos esfuerzos realizados en el Concilio Vaticano II, han quedado en el olvido. Esto provocó el alejamiento de muchos pobres que soñaron, durante años y con el Concilio, que nuestra Iglesia iba a estar con ellos para combatir la opresión y apoyarlos en sus luchas de liberación tal como lo prometió Jesús: “He venido a liberar a los oprimidos” (Lc 4,18).
En los años 70 y 80 del siglo recién pasado, Jesús se hubiera indignado frente a las dictaduras que asolaron a nuestra América Latina, que torturaron y asesinaron impunemente a miles y miles de personas. Es muy probable que a Jesús lo hubieran vuelto a matar. Así le pasó a Monseñor Romero, asesinado por indignarse y denunciar las atrocidades de la dictadura salvadoreña. Tuvieron el mismo destino, varios laicos y laicas, religiosas y sacerdotes que denunciaron los atropellos y crímenes cometidos en nuestros países de América Latina.
En este 2011, si Jesús se presentara hoy sobre la tierra, como lo hizo dos mil años atrás: ¿Dónde decidiría vivir? ¿Con quienes le gustaría estar? ¿En algún palacio o en las favelas de Rio de Janeiro; o en los pueblos jóvenes de Lima; o en las callampas de Santiago; o en Villas Miserias de cualquier país de América Latina, África o Asia?
¿Qué haría Jesús? Se indignaría contra un sistema que produce al mismo tiempo (qué ironía!) más riquezas y más pobres. Hoy, estaría con los miles y miles de desempleados e indignados de España y de varios países; estaría frente a los bancos y las bolsas financieras; estaría con las/los estudiantes chilenos y con todas y todos los que protestan contra el sistema vigente de abuso y explotación.
También sería uno de los indignados, dentro de las iglesias, en especial la nuestra, no sólo por los abusos cometidos y encubiertos, sino por nuestra falta de compromiso, por la división entre los cristianos (nos peleamos en lugar de trabajar juntos), por no aunar esfuerzos con las grandes religiones del mundo que también quieren justicia y paz para todas las naciones.
¿Qué diría Jesús de los 2,4 millones de seres humanos que, cada año, son víctimas de trata (tráfico) de personas, 75% de ellas mujeres y niñas? Comercio infame que da ganancias anuales de 32 billones de dólares (32 mil millones). ¡Se indignaría!
Desde el tiempo de los profetas, y más aún con Jesús, denunciar los abusos (indignarse), es considerado una acción profética. Nosotros, laicas y laicos, religiosas o miembros del clero ¿nos indignamos junto con Jesús? ¿Somos conscientes de ser co-responsables de los errores y pecados de nuestra sociedad y de las debilidades de nuestra Iglesia?
Como Jesús, podemos denunciar y gritar nuestra indignación, pero además, como Él, podemos pasar a la acción y participar en la transformación hacia un mundo más justo que restituya, a los humildes y oprimidos, su dignidad de seres humanos.
Ser discípulo de Cristo es ser solidario, es hacer conocer mediante acciones concretas la “Buena Noticia” que nos dio Jesús, es hacer de nuestra Iglesia y de nuestros templos, lugares de encuentro y fraternidad con todas las personas, de todos los credos y todas las naciones.
Indignados del mundo, ¡Uníos! Y así en cadena solidaria denunciemos junto con los profetas las injusticias que se ven o a veces no las queremos ver. Inundemos el mundo del amor que nos enseñó Cristo en la segunda parte del anuncio de nuestra acción profética y vivamos todos como hermanos iguales y sin diferencias… así ya nos aproximaríamos al Reino que nos anunciaron, ¿no?
Cuando todo el quehacer humano está hoy centrado en el ganancial, el interés y el competir justificando todos los medios y se aplaude, premia e incentiva el individualismo por sobre el amor fraterno y la solidaridad,nos hace reflexionar en este pasaje del Evangelio en que Jesús reacciona con fuerza, furia e indignación expulsando del templo a los mercaderes.
Para los cristianos,el cuerpo,el medio en donde trabajamos y vivimos, es templo por cuando Dios está presente entre nosotros, hechos hijos suyo a imagen y semejanza. Por ello, el vivir bajo los valores de una comunidad fraterna y solidaria es para los cristiano una orientación del Señor. Ello, nos obliga a ser coherente entre nuestra fé y vida. Pero, cuán lejos estamos de ello. En lo personal, cómo quisiera yo, que Jesús se hiciese presente en nuestros días, en cuerpo y alma, para denunciar con indignación y expulsar de nuestra sociedad a tantos «mercaderes» que hipócritamente entán insertos en nuestra vida cotidiana y además no tienen verguenza alguna en proclamarse como cristianos.
Felicitaciones Diego, por tu reflexión de esta semana «aterrizada» al mundo de hoy, bajada del púlpito al mundo real que es donde nos jugamos la vida eterna prometida por Jesús.
Mercaderes en el templo, mercaderes en la vida……..
¿Cuántas veces habremos mercantilizado nuestras conciencias?, ¿Cuántas veces habremos vendido nuestras promesas con el Amor?, ¿Cuántas veces habremos transado ante una verdad inminente?,……. ¿Cuántas veces habremos indignado a Jesús?………..
Muchas,… tantas imposible de contar.
Sin embargo, a pesar de hacernos concientes de muchas de las motivaciones que pueden enojar a Jesús, y que tan bien expone el Sr. Laneuville en su comentario, creo que tal vez una de las causas que más lo indigna es el comportamiento de su propia Iglesia, que somos todos, y que de alguna manera conocemos la Palabra, pero aún así actuamos contra esta. Por que la “Iglesia”, cuerpo de Cristo debiera ser el modelo, el referente, en impartir la “Verdad y la Justicia”, condenar la discriminación, proclamar a Cristo sin vergüenza y con valentía, como también sembrar la necesidad de su búsqueda, (“partamos por casa” reza el dicho popular), ….y que tantas veces no se hace.
Estoy convencida que el llamarse “Cristianos” implica una responsabilidad en el pensar, en el sentir y en el actuar, por lo tanto: ¡¡no indignemos a Jesús!!, y si cada uno se adhiere a este compromiso con Cristo ¿no creen que todo sería distinto?. Sé que es difícil tener una mirada optimista, dada la gran cantidad de indignados en estos momentos, pero también tengamos fe y creamos en el hombre, ¡¡Jesús lo hizo!!.
Tengamos viva la esperanza que este movimiento de los indignados, sea sólo un paso antes de un gran vuelco de la humanidad a una mirada espiritual, a una mirada sanadora en el Amor de Dios.
Excelente la reflexión de Diego, debemos conocer y asumir la otra cara de Jesús.
El mismo que habló de poner la otra mejilla, se indignó por la «comercialización del evangelio»
HOY esto ya es corporativo, trasnacionales que fabrican y venden todo tipo de accesorios «cristianos» desde llaveros y banderines hasta calcomanías. ¿ Por qué ? Porque es mas fácil que nos vean con una sticker en el vehículo con «Dios es Amor», que VIVIR a Cristo.
Somos responsables de crear un «mercado» cristiano, pero a los comerciantes Jesús los expulsó del templo.
¿Lo admitimos nosotros hoy ? La Fiesta de Yumbel, La Fiesta de LaTirana, y variantes ?
No es lo mismo comprar un libro que un banderín.
La iglesia, las iglesias han caído en el modelo de Mercado como todas los otros áreas. Educación, Salud y ahora Religion. No se salvan almas, se ganan miembros de tal o cual comunidad.
Debemos expulsar el comercio religioso, primero de nuestras vidas, hábitos de consumo.
Bíblicamente es la única razón para usar incluso la violencia. El comerciante que se toma un pulpito o un telepredicador que se dedica a vender bendiciones de Dios y a Pedir dinero a cambio deben ser expulsados.
Jesús lo hizo «literalmente». Le dio rabia el comercio de la fe, y reaccionó.
Las causas sociales nos indignan y debemos luchar por ellas cuando son justas, pero «el juicio comienza por casa», porque la última esperanza del pobre, es acercarse a Dios, y no toparse con un mercader como intermediario.
Eso Dios lo abomina.
Gracias por compartir tan bella y acertada reflexión del evangelio de mañana. Tenemos que caer en la cuenta de que nuestra vida es el Templo donde mora el Espíritu y que por lo tanto es deber nuestro tenerlo limpio, con acciones que agraden a Dios. Cuántas cosas que en este momento lo indignan por nuestro pecado. Tenemos que convertirnos de corazón.