Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
25 Nov 08
Lucas 21, 5-11
No quedará piedra sobre piedra.
“Como dijeron algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: ‘Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida’. Le preguntaron: ‘Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están por ocurrir?’
El dijo:’Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No le sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.
Entonces les dijo:’Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo”.
Jesús no era un adivino, no leía el futuro en cartas, restos de café, piedras, vísceras de pájaros, etc…Jesús era, además de todo lo que sabemos, también, un gran profeta, venía él de la gran tradición profética de Israel, de ahí bebía mucho de su sabiduría y espiritualidad. Y ¿qué significa eso de ser profeta, si no es adivinar el futuro? Significaba, y significa hoy, estar en sintonía con las señales de su tiempo y con el corazón del pueblo, especialmente los más pequeños y desposeídos.
El Verbo encarnándose en Jesús de Nazarét, tornándose Jesucristo, entra en los límites del tiempo y del espacio. Es un hombre de su tiempo, de su espacio – Israel – , de su gente, de su cultura, de su fe, la Antigua Alianza que él transformará en Nueva con su carne y sangre.
Jesús sentía que la persona tiene sus lados de luz y sombras, como el poder fascina y atrae, cuanto se hace en su nombre, a veces hasta en nombre de Dios, Jesús sentía en lo más hondo de su ser las tragedias que podían pasar con los judíos en aquellos terribles días de dominación romana.
¿Podemos decir que sus palabras en el texto de Lucas son apropiadas para hoy? Sin duda, no porque él haya adivinado lo que iba a ocurrir dos mil años después, sino que él conocía el alma humana y sus tentaciones.
¿Qué señales tenemos hoy del cielo? Si leemos los diarios y miramos la tele, sólo vemos hambre, peste, guerras, muerte, sufrimiento. ¿Hay algo bueno? En las entrelíneas, en las últimas páginas, en letras pequeñitas. Hay gente solidaria, caritativa, compasiva, activa. Hay iniciativas para el bien de los demás. ¿Cuáles conocemos? ¿En cuáles estamos insertos?
¿Qué señales anunciaremos? Como decía Juan XXIII, señales del tiempo: ¿elección de Barak Obama? Antes de él, ¿elección de Lula? ¿Qué proyectos dan de comer a miles de niños?
Anunciemos lo bueno, y, principalmente, seamos señal de esperanza, señal del Reino, señal de que la vida vale la pena porque es don de Dios.
“No os aterréis” como dice Jesús. No nos aterremos. Sabemos que el Reino vendrá, que la Vida vence la muerte. ¿Nuestros corazones y mentes están en sintonía con los de Jesucristo?
Estamos vivos, por más difícil que sea, a veces. He pasado por un cáncer, por la muerte de mis padres y hermanas, he perdido empleos, me quedé empobrecida, muchas veces tuve que pedir alimentos a personas amigas, me aterré y quise morir. No sabía como iba a seguir, anunciando ¿qué? Tenía clara la misión de cristiana, de miembro de la Iglesia, de instrumento de la Palabra, y ¿qué? ¿Cómo ser testigo en medio de la angustia? Le dije a Dios en una seria conversación de mi parte: “Mira, yo te quiero, ya tuvimos grandes momentos, pero ahora me es casi imposible seguir. Tienes que ayudarme si quieres que te ayude. Estoy dispuesta a seguir, perdóname los malos pensamientos de sacarme la vida, tú no mereces ese desprecio por el don que me has hecho. Cuento contigo”.
Contamos contigo y con tu Espíritu. Amén.
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