Una invitación semanal a darse un espacio para leer un trozo del evangelio y compartir una reflexión sencilla a partir de nuestras experiencias de la vida diaria.
Caminando Juntos
Cartillas de Reflexión
Un espacio abierto e interactivo, que pretende enriquecer a un número creciente de personas, especialmente quienes buscan respuestas para sus inquietudes espirituales.
22 Nov 10
Lucas 21,1-4
«Vio a una viuda pobre que echaba dos reales»
Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos monedas. Y dijo: En verdad les digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
El Templo de Jerusalén era el lugar más sagrado para los judíos pues era la morada de Dios. Era también motivo de orgullo nacional y de resistencia contra la invasión romana. En tiempo de la Pascua judía, la ciudad se llenaba de peregrinos, ricos y pobres. Era el momento oportuno para traer ofrendas y diezmos al Templo, pues la grandeza de esta institución dependía en gran medida de las donaciones de los ricos. Había en el patio de las mujeres, trece arcas para recibir las limosnas y junto a ellas trece sacerdotes que observaban cuanto dinero habían puesto los ricos y alababan en voz alta la generosa ofrenda.
Jesús observa también cuánto dinero ha puesto una viuda muy pobre: sólo dos monedas. En contraste con el sacerdote que cantaba las limosnas de los ricos, Jesús canta la limosna insignificante de aquella pobre mujer. Ella ha echado en el tesoro más que todos, pues los ricos han dado de lo que les sobra y la viuda, en cambio, ha dado todo lo que tenía para vivir. El Maestro invierte el orden establecido: esa mujer, débil y marginada de la vida social, ha dado más que los varones ricos y poderosos. ¡Extrañas matemáticas las de Jesús, para quien más es menos y menos es más!
Aquí cabe que nos preguntemos, ¿qué damos nosotros? ¿De lo que nos sobra, o de lo que tenemos para vivir? Muchas veces en la misa, a la hora que pasan la canasta o el cepillo para la limosna buscamos en los bolsillos tan sólo unas moneditas para dar… O limpiamos nuestros roperos y llevamos a la parroquia toda aquella ropa que les quedó chica a los hijos o está rota o muy pasada de moda… es decir, lo que de todos modos pensábamos desechar por inservible. ¿Qué mérito tienen esos gestos?
Con sus dos moneditas, la viuda se ha desprendido de su vida misma… En dos ocasiones Jesús habla de la necesidad de que el discípulo entregue “todo” lo que posee para seguirle (18,22; 14,33). “Hay que dar hasta que duela”, decía a los católicos de su tiempo san Alberto Hurtado. ¿Seremos nosotros capaces de seguir su ejemplo?
Muchas veces, al pasar en el auto por alguna esquina, me toca ver gente pidiendo limosna y entro en conflicto conmigo misma. ¿Será que le doy alguna moneda…? ¿Y si la quiere para tomar o drogarse…? ¿Estaré fomentando su vicio…? ¿O serán estas preguntas sólo una excusa para no dar…?
El ejemplo de la viuda es claro, y su gesto ha quedado inmortalizado por el Espíritu Santo en la Escritura y ha servido de inspiración durante siglos a millones de cristianos: la viuda se lo dio todo a Dios, sin reservas, sin retener nada y sin juzgar a nadie. Al dar desde su pobreza realmente se dio a si misma en ofrenda.
Espero que este relato ilumine nuestra vida de fe, y que podamos no dar nuestras sobras sino entregarnos totalmente a Dios y a los hermanos, así como lo hizo la viuda al dar todo el dinero que tenía.
Gracias Corina por tu reflexión, nos pones frente al espejo obligados a mirarnos a los ojos. Yo agregaría solamente un giro a tu comentario, me preguntaría ¿qué damos de nosotros? Aparte de las ofrendas materiales ¿qué tan generosos somos en ofrendarnos a nosotros mismos al prójimo? En tiempo, en respeto, cariño, dedicación, empatía, compasión. ¿que tan capaces somos de mirar a los ojos a nuestro prójimo y a través de la mirada darle existencia dentro de nosotros? ¿Cuántos reales de nuestra persona estamos ofrendando?
Corina y Manuel, ambos comentarios los siento muy acertados, ¡gracias!!!… Sólo quisiera aportar desde una experiencia personal vivida cada día y muchas veces desde la contradicción por no saber donde está el límite de dar y darse…que es la idea que plantea Manuel y me da mucho sentido… El dar e implicarse uno como persona, es la idea central con la cual me quedo. El dar y donarse es algo que no pasa por la razón, sólo es posible vivirlo desde unas entrañas de misericordia, donde el otro con su pobreza,ignorancia, violencia se me hace «un legítimo otro» semejante, porque toca desde su realidad mi propia pobreza humana de rencores, vanidades, incoherencias, etc. y ese encuentro, es el que me conmueve a tal punto, que no puedo dejar de involucrarme, porque en ese acto de encuentro, nos compromete a ambos la vida … Sólo es posible esta donación «mutua», cuando siento mi «humanidad pobre» estremecida por la humanidad del otro que también es pobre, dicho de otra manera sólo en el encuentro de humanidades con luces y sombras, el otro se me hace persona semejante, por tanto se me hace «hermano» donde la dinámica es doy y recibo de tí…